VALENCIA. Valentia, Balensiya o Valencia. La historia del cap i casal es la de las mil y una mudas, el mezclum de estilos que han convertido a la ciudad en una coctelera de personalidades. El Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia (CTAV) presenta hoy Historia de la ciudad VII. El paisaje cultural, un libro coordinado por los arquitectos Isabel Navarro y Málek Murad y por el expresidente del CTAV Francisco Taberner que recoge la visión de catorce arquitectos, historiadores y geógrafos sobre la evolución de la urbe.
Una visión panorámica de la ciudad que se inicia con la primera ruptura antrópica del paisaje, de la mano de Albert Ribera i Lacomba, miembro de la sección de investigación arqueológica municipal (SIAM). Aunque sujeta a numerosas discusiones, es el año 138 a.C. la fecha marcada como alumbramiento de Valentia. La llegada de unos 2.000 colonos al entonces deshabitado lugar supuso el punto de partida de la villa y de unos paisajes culturales que todavía continúan definiéndose.
Al no haber una ciudad anterior, explica Ribera, los primeros colonos se enfrentaron a un solar vacío, un espacio que empezó a tomar forma con tiendas de campaña propias del ejército romano. Estos pasarían a unos barracones efímeros de piedra y ladrillo de adobe o tierra prensada, hasta la definición de una trama urbana cuyos vestigios descansan a tres metros bajo tierra.
Muralla interreligiosa
Salto temporal. La muralla islámica es, sin duda alguna, protagonista y marco de un paisaje cultural que sigue hoy -aunque dividido en fragmentos- presente. Elemento indispensable para entender el desarrollo urbano de Balensiya, esta supuso la primera gran defensa arquitectónica para la ciudad más allá de las barreras naturales, según explica José Ferrandis Montesinos, licenciado en Historia y Arqueólogo e investigador de la Universitat Politècnica de València.
La herencia del que fuera uno de los reinos de taifas sigue apareciendo. Uno de los últimos hallazgos fue hace apenas dos años, durante la rehabilitación del Palau del Temple, actual sede de Delegación de Gobierno, que desveló parte de la muralla islámica, dos torres y la barbacana. Así, un informe del Instituto del Patrimonio Cultural de España señaló la importancia de las estructuras arqueológicas halladas, su necesidad de conservación y la de modificar el proyecto inicial de renovación del espacio.
Y del levantamiento de la muralla islámica, a la cristiana y, finalmente, a su derribo en la segunda mitad del siglo XIX, proyecto motivado por el entonces alcalde Peris y Valero, quien contribuyó a la instalación del alumbrado o del sistema de aguas potables. Valencia pierde su protección en favor de su ampliación. “La desaparición de la muralla supondría la mayor alteración del paisaje urbano de Valencia en cinco siglos”, explica Fernando Pingarrón-Esaín, del departamento de Historia del Arte de la Universitat de València. Época de mejora en campos como agua potable o el gran proyecto de ensanche urbano, la guerra de la Independencia, desamortización de bienes eclesiásticos y especulación fueron la otra cara de la moneda, llevando a un periodo de destrucción y dispersión del patrimonio arquitectónico y artístico.
Destructivo progreso
Con el fin de la muralla se da por inaugurada la nueva Valencia. Un periodo corto, algo más de un siglo, pero que ha supuesto un transformación total de la capital del Turia. Sin fronteras y con todo por ganar, los proyectos de urbanización de la ronda exterior iban materializándose a medida que la muralla cristiana iba cayendo. La ceguera del progreso eliminó del mapa algunos espacios como el convento de los Trinitarios, pérdidas concentradas que dejaron a Valencia sin parte de su historia. "Ya que las exigencias del momento piden la desaparición de ciertos monumentos, justo es hacer constar el punto donde existieron. La posteridad los buscará en vano", relataba el cronista de la ciudad, Vicente Boix.
Del romanticismo al modernismo, también la evolución reciente del barrio de Ruzafa tiene un hueco en El paisaje cultural. Una adaptación de estilos más modesta que en las zonas más pudientes, fue al inicio del siglo XX que la barriada dejó de lado las viviendas unifamiliares para pasar a edificios que irían ocupando la clase media y baja. Luchando por mantener los pocos recuerdos que quedan de la época en sus calles, el paisaje cultural moderno tampoco puede entenderse sin considerar la arquitectura residencial modulada.
Entre la década de los 50 y 70, la nueva hornada de arquitectos, especialmente aquellos que integraban el estudio GO.DB., adaptaron a Valencia la corriente europea basada en la industrialización de viviendas. Elementos prefabricados que dibujaron un nuevo paisaje en barrios como Campanar, con el hormigón como elemento protagonista.
Los retos de la nueva Valentia
Este supone el séptimo volumen de la colección del CTAV ‘Historias de Ciudad’, que recoge desde diferentes puntos de vista la evolución arquitectónica de la urbe y su expansión y de los que se han publicado más de 10.000 ejemplares. El libro, una iniciativa conjunta del CTAV y del Ayuntamiento de Valencia con la colaboración de la Universitat de València y de la Universidad Politécnica, se presenta hoy en el Salón de Cristal del Ayuntamiento.
Una mirada al pasado, eso sí, para afontar los retos del futuro. La conexión de Valencia con su fachada marítima, que hasta ahora ha sido más un muro que un balcón; el parón en seco de su expansión con la crisis inmobiliaria y un PGOU que tiene en vilo al cinturón verde; o la apuesta por la rehabilitación frente a la nueva creación y los grandes contenedores. La Valencia solitaria o la metropolitana. Un paisaje cultural que sigue mutando.