A los pocos meses de que el Botànic tomara posesión de la Generalitat me invitaron a un proyecto para intentar vincular al mundo social y económico valenciano con el Palau de les Arts. Realicé algunas gestiones altruistas ante patronales, universidades y otros estamentos sociales que respondieron con simpatía. El final consistía en montar un gran acto social en el complejo de Calatrava donde Presidencia lanzaría un plan de apoyo y sostenibilidad de un complejo cultural que había costado casi 500 millones de euros, pero también había comprobado cómo la crisis económica se había llevado por delante a todos los iniciales valedores de un espacio caro de mantener y cuya sostenibilidad era imposible para las arcas públicas. Todos manifestaban su agradecimiento de que, al fin, alguien se hubiera dirigido a ellos.
Finalmente no se hizo como estaba previsto. Desconozco si fue en petit comité. Inservible. Por aquellos días nadie tenía ya un duro en el bolsillo y los empresarios no estaban para malabares. Además, las sombras judiciales en torno al Palau eran una verdadera tormenta. Políticamente daba cierto miedo cualquier movimiento
La empresa Patrocini, aquella que se creó desde dentro del propio Palau de Les Arts junto a un grupo de empresarios bien relacionados y que le costó el cargo y la vida a la Intendente Schmidt, así como años de juicio venideros al resto, estaba ya en el punto de mira. Por la propia crisis habían caído nuestros bancos. Hasta esos años lo pagaban todo y mantenían en pie la coyuntura de un complejo turístico económicamente elevada y cierta vida cultural de poderío. Sin embargo, por entonces, el mantenimiento ordinario del caprichoso y piramidal edificio ya era de 4 millones de euros anuales. A saber lo que será en la actualidad con los vaivenes económicos y políticos y la cantidad de espacios en vía muerta en la que aún se encuentran muchos de los rincones del inmueble, al que la crisis le paso además una factura de desprestigio.
Al menos, con los años, se ha recuperado cierta normalidad de funcionamiento después de un traca de ceses y destituciones, salvo las amenazas de huelga coyunturales y lógicas. Sin embargo, los patrocinadores continúan sin aparecer y algunos de los de antaño aún lo deben casi todo.
Hace unos días los gestores de Les Arts presentaban un nuevo plan de acercamiento social con una iniciativa de micro mecenazgo y mega mecenazgo para intentar reactivar su economía. Les deseo mucha suerte. De verdad. Pero si el Ministerio de Cultura mantiene esa actitud de dar la espalda a Les Arts y a la Generalitat mantener el nivel del coliseo le cuesta un verdadero pico, o vamos a la pedagogía política que este Botànic no ha sabido exprimir o aquello no levantará cabeza con orgullo internacional.
Y es una lástima porque después de tantos años de gasto, incluso exagerado y derrochador, pero calidad artística, estamos y seguiremos en la misma. Y es que nuestra sociedad más cercana no es de patrocinio, pero porque nadie le ha explicado las ventajas. Tampoco tenemos cultura de lo propio como sí la poseen los anglosajones. Pero aún hay algo más grave y es que las normativas en torno al mecenazgo o el patrocinio son un disparate de normas y articulados que no entiende ni un abogado especializado. Ahí está el problema, en la pérdida de tiempo y de lustros en elaborar, desarrollar y explicar leyes o normas que incentiven porque para eso se necesitan políticos consecuentes, con iniciativas sólidas y planes objetivos, que no es el caso. Aún estamos en muchos aspectos en la barraca, el ombligo y la paella Ahí fallamos tanto a nivel nacional como autonómico. Sobre todo porque aquí aprobamos leyes para figurar pero por lo general apenas para avanzar.
El problema se agudiza cuando comenzamos a comprobar que todo está más caro y mantener un nivel de competitividad artística ya no local sino internacional cuesta lo suyo. Las Administraciones públicas no dan más de sí con ese PIB desbordado que pronto nos pasará factura y va a arruinar durante años ilusiones y esfuerzos. No son buenos tiempos los que hemos pasado y menos los que nos esperan.
Al menos sabemos que al frente de Les Arts hoy hay un tándem de gestión -Culla/Iglesias- que sabe de lo suyo por experiencia. Otra cosa es que les permitan trabajar a fondo y que desde las administraciones dejen de jugar con los grandes proyectos como si fueran agencias de contratación de afines desde la ignorancia, que es lo que siempre ha ocurrido.
Sin apoyo político convencido y pedagogía de mecenazgo desinteresado nada se va a poder mantener porque hay que salir a la calle. Sin equipos solidarios y expertos que se consoliden con el tiempo y no cambien en función de las legislaturas, apenas avanzaremos. Un teatro no es cualquier cosa. Es mucho más. Estamos en buenas manos. De eso estoy seguro. Otra cosa es que la política acabe arruinando ilusiones por abuso de protagonismo y comience a poner trabas. Es lo que siempre nos ha sucedido. La política está para abrir puertas. Otra cosa es que tenga interés, sepa en qué territorio juega y se dedique a ello. Y ahí sí que jugamos todavía con una gran desventaja. Sobre todo porque eso no da fotos promocionales y mezquinas.