VALÈNCIA. Los casi 800.000 habitantes de València la revelan como una de las grandes capitales de España. No iba a ser diferente la capital valenciana al resto en evidenciar que el acceso a la vivienda y a un alquiler asequible se está convirtiendo en inherente acompañante al lento florecimiento económico y la eclosión de las viviendas turísticas como vía de negocio auspiciado por las nuevas tecnologías y la tardanza en alcanzar una regulación concreta.
Las estadísticas son contundentes. Las viviendas dedicadas al alquiler en València ciudad se han reducido de manera sustancial y muy notoria. Si en 2014 estas sumaban 6.298, en 2017 eran únicamente 2.737, tal y como reflejan los datos con los que cuenta la Concejalía de Vivienda, dirigida por Maria Oliver. La tendencia bajista no es como para pasarla por alto; la caída es del 57% en tres años.
El alquiler, su precio, tampoco es un registro tranquilizador. El incremento del alquiler medio en el mismo período ha sido del 45% y la posibilidad de encontrar una vivienda en régimen de alquiler y asequible se ha ido reduciendo progresivamente. Ya casi nada queda de 2014, cuando cerca de la mitad de los alquileres disponibles en la capital eran menores a los 500 euros mensuales. Tres años más tarde, la probabilidad de encontrar un piso con esas condiciones se había reducido al 17%. Todo un reto.
Explican en Vivienda que el mercado del alquiler en la capital es excesivamente volàtil. Este factor, junto a la reducción en tropel de la oferta y el incremento súbito de los precios ha dejado en riesgo habitacional a buena parte de las familias valencianas. En torno a 82.000 hogares son reclamantes del derecho a la vivienda, subrayan. Los datos de los órganos judiciales, en ese sentido, demuestran que los desahucios por alquiler, lejos de disminuir en los últimos años, se han mantenido o incluso se ha sumado alguno más.