VALÈNCIA. Pocas muertes hay más bochornosas que la que sufrió Fernando el Católico. Con una mujer 36 años más joven que él, Fernando seguía obsesionado con la idea de engendrar a un descendiente para que ocupara el trono de Castilla y de Aragón. La impotencia sexual del rey provocada por su provecta edad hizo que se interesara por los afrodisíacos. La receta que probó y que le causó la muerte llevaba como uno de sus ingredientes especiales testículos de toro. Murió de una intoxicación provocada por este mejunje de dudoso origen que mucho tiene que ver con el Viagra actual. Esa mujer que presenció –imaginamos que perpleja- esta muerte ridícula fue Germana de Foix, Virreina de Valencia y una de las mujeres más interesantes de nuestra comunidad.
Pese haber nacido en 1488 en Mezières (Francia), Germana siempre se sintió muy vinculada a Valencia por afecto y por rango. Su virreinato tuvo dos momentos: entre 1523 y 1524 y entre 1526 y 1536 junto a su tercer esposo, el Duque de Calabria. Se crio en la corte francesa de Luis XII y pronto tuvo acceso a todo el universo del renacimiento italiano, desarrollando un especial gusto por la cultura. Fue ella la que trajo a Valencia una corte que se entendía como un trasunto de la italiana. En el año 2006, Valencia acogió diferentes actos que conmemoraban el quinto centenario de su matrimonio con Fernando el Católico en 1506. Una de esas actividades fue una exposición titulada La Reina Doña Germana de Foix y la sociedad cortesana de su tiempo. En un artículo publicado por Rosa Elena Ríos Lloret y Susana Vilaplana Sanchís a propósito de esta exposición se afirmaba:
“(…) se creó una corte estable al estilo de las italianas de la época, un recinto encantado de damas y caballeros que desarrollaron un modo de vida basado en un humanismo epicúreo, una llama de unas formas culturales que, pronto, los conflictos religiosos y políticos apagarían. Así, Valencia y su Palacio Real se enlazan con otras cortes europeas que sitúan a nuestro Reino dentro de la órbita de la vanguardia cultural de su tiempo”.
Sin embargo, más que por su gusto intelectual y cultural, Germana ha pasado a la historia por ser la mujer que propició uno de los matrimonios más sustanciales de España. Cuando fallece Isabel la Católica, Fernando de Aragón firma el Tratado de Blois: Luis XII cede a su sobrina Germana de Foix los derechos que tenía sobre Nápoles y estos pasarían a los hijos del matrimonio que tendría con Fernando el Católico. Si no había hijos volverían al rey francés. El acuerdo, por tanto, incluía la boda con Germana de Foix que se celebró en 1506. Ella tenía 18 años y él 54. Ella era, además, una hermosa mujer por la que suspiraban todos los hombres de la corte. En 1515 Fernando sufrió una hemiplejía y le dejó el rostro completamente desfigurado. La relación erótica entre el matrimonio era casi inexistente pero Fernando celaba de cualquier hombre que se le acercara. Uno de ellos fue Antonio Agustín, vicecanciller de Aragón, que fue encarcelado por orden del rey “por requerir de amores a la reina Germana”.
En el año 1516 muere Fernando el Católico. Es entonces cuando le escribe a su nieto Carlos (principal heredero al no tener descendientes directos) lo siguiente:
"Vos miraréis por ella y la honraréis y acataréis, para que pueda ser honrada y favorecida por vos y remediada en todas sus necesidades".
Esa “ella” era Germana, la abuelastra de Carlos. Cuando se conocieron, éste tenía 17 años y ella casi 30. De alguna manera, se revirtió aquella situación que Germana viviría con su primer marido. La belleza de Germana embelesó al emperador adolescente. Su amor oculto dio como resultado una hija secreta: la infanta Isabel de Castilla que vivió en el convento de Nuestra Señora de Gracia (Ávila) junto a otras dos hijas bastardas de Fernando El Católico. El amor entre Germana y Carlos continuó hasta el punto de que ambos se instalan en Valladolid pero en lugares diferentes. Nace ahí la leyenda de la construcción del puente de madera que uniría ambos palacios y por el que los enamorados se encontrarían.
La relación entre Germana y Carlos ya estaba instalada en los pasillos de la corte y para acallar rumores, el emperador pide a su abuelastra que disimulen el romance casándose con el Marqués de Branderburgo. Nuevamente, un accidente de índole sexual acabaría con la vida de Juan de Branderburgo. Un cronista de la época explicaba así la causa:
“(…) con el quebranto y cansancio que había llegado no se había abstenido de llegar a la reina con la moderación que convenía, antes se había habido muy destempladamente con el vicio de la carne”.
A la muerte de este segundo marido le siguió una nueva búsqueda. Tenía el inconveniente, según los cronistas, de que Germana ya estaba “muy gorda” y su atractivo sexual había desaparecido. El machismo se registra desde tiempos inmemoriales, naturalmente.
El elegido es Fernando de Aragón, Duque de Calabria. Esta unión supuso el período de mayor esplendor en la cultura valenciana. Cuentan que se realizaban fiestas poéticas y musicales y que se llegó a instalar una capilla musical en la que participan músicos y compositores de toda Europa.
La virreina murió en Llíria en 1536. Su deseo fue descansar en un monasterio de la Orden de los Jerónimos. Sin embargo, en Valencia no había ninguna orden de los Jerónimos, así que pidió la construcción del monasterio de San Miguel de los Reyes. Allí descansan los restos mortales de Germana de Foix. Y allí, sobre todo, hay una cripta misteriosa que solo recibe luz una vez al año. Concretamente, cada 29 de septiembre, día de San Miguel. Apenas media hora de luz, después de la nueve y media, que se posa sobre los restos de Germana.
Lean la novela Jaque a la reina muerta de Carmen Güell, publicada en 2011 por la Esfera de los Libros para conocer más detalles de la peripecia vital de un mujer clave para nuestra ciudad. En la lápida original del sepulcro de Germana puede leerse que cien clérigos con antorchas acompañaron sus restos mortales hasta Valencia, donde reposan hasta el día de hoy.