El terrorista Theodore Kaczynski, más conocido como Unabomber, se hizo famoso en los años ochenta por enviar cartas-bomba motivadas por las consecuencias perjudiciales que el desarrollo tecnológico tenía en la sociedad moderna. Atacó tanto las Universidades como las aerolíneas, pues para él eran los máximos iconos de la deriva industrial catastrófica de nuestra sociedad.
Hace unos meses una profesora universitaria me comentó que sus alumnos erasmus finlandeses habían dejado de usar móviles inteligentes y tricotaban en clase. Me pareció extraño, pero bastante lógico. Las redes sociales empiezan a ser un problema (desde el robo de datos y la manipulación a la simple pérdida de tiempo) y esta era una de las reacciones, todavía más potente al realizarse en la Universidad, donde prima lo intelectual frente a lo manual y se educa en los valores que rigen el mundo. Por otro lado, la palabra sueca flygskam ha comenzado a aparecer por todas partes. Su traducción sería algo así como “vergüenza de volar” y es un movimiento ecologista que consiste en no coger aviones, pues es el medio de transporte más contaminante. Ya no es un terrorista, sino que son los jóvenes de las democracias escandinavas quienes intentan frenar los excesos del capitalismo y del desarrollo tecnológico en el siglo XXI. Y de nuevo eligen la Universidad y las aerolíneas como símbolos contra los que luchar
Centrémonos en esto último: los aviones, icono del turismo. Es hora de reconocer que por muy bien que queden las fotos de viajes en las redes sociales y las lamparitas exóticas en el salón, el turismo se ha convertido en un gran problema para el planeta. Llegar a un destino remoto, gracias o por culpa de los aviones, se ha convertido en algo demasiado sencillo y no excesivamente caro, lo que está teniendo consecuencias mucho más graves que las emisiones de efecto invernadero producidas por la aviación, que no son un tema menor.
Como siempre, el problema es el mal uso que hacemos de las cosas. Podríamos viajar de una forma mucho menos agresiva para el medio ambiente, la economía y las sociedades locales, pero el capitalismo nos ha hecho creer que, mientras paguemos, todo está bien. Si pongo dinero sobre la mesa, por arte de magia dejo de ser culpable: el culpable es el contratado. Por otro lado, ¿quién es tan tonto como para pagar más por algo si puede pagar menos? Tristemente estos pensamientos nos acompañan y así le va al mundo.
A mí, personalmente, dejar de usar aviones me parece una medida demasiado drástica y siempre he pensado que las medidas drásticas están destinadas a fracasar. Pero podríamos dejar de usar tantos aviones, eso sí. Conozco gente que en un viaje de quince días llega a coger seis o siete aviones para moverse más rápido por el destino elegido. ¿Es necesario?
En primer lugar, deberíamos evitar destinos como las islas Maldivas, donde los nativos viven sometidos a las grandes empresas que han comprado sus playas y pueblos. Islas enteras convertidas en resorts donde los indígenas son echados de sus casas en nombre del beneficio que, por supuesto, repercute en los inversores extranjeros y apenas en ellos. Igualmente parasitarios son los complejos hoteleros de lujo con sus playas privadas y su turismo de pulserita, que convierten cualquier país en su propia parodia. O los grandes cruceros que llegan y arrasan las ciudades sin dejar apenas dinero en los destinos visitados. Es un turismo que convierte los destinos en parques temáticos inocuos. Turismo superficial al gusto del capitalismo: comer sin masticar, cultura adulterada para gusto del consumidor, marcar una nueva ciudad cada día en el mapa, hacer mil fotos y olvidarlas en el disco duro y en la propia memoria,
La mejor forma de combatir esto es buscar rutas alternativas y guías locales, aunque sean algo más caros. Algunos pueblos como los dogón de Mali organizan sus propios tours y, aunque son un poco más caros, el dinero que sacan va directamente a la comunidad en lugar de ir a las cuentas bancarias de algún ricachón del norte. ¿En serio no podemos pagar un poquito más y luchar contra este nuevo tipo de colonización?
Airbnb es otro ejemplo de práctica turística que repercute de forma negativa en su entorno. Nos quejamos porque los pisos turísticos (que ya no son de particulares, sino que todo el sistema se ha pervertido y suelen pertenecer a empresas) hacen subir al alquiler, traen problemas de convivencia y nos echan del centro de nuestras ciudades. Sin embargo, no somos capaces de dejar de usar Airbnb cuando viajamos, que además es un sistema que no paga impuestos en casi ningún país. ¿Es esto normal? ¿Airbnb NO si me fastidia a mí pero SÍ cuando me hace ahorrarme cuatro duros aunque fastidie a otros? ¿Fuera los ingleses borrachos de la costa española para que yo pueda vivir en paz pero fuera los maldivos de sus playas para que yo pueda ponerme hasta el culo de daikiris con otros blanquitos?
En segundo lugar, deberíamos evitar tanto los zoos donde los animales han sido sacados de su hábitat natural para que tú puedas sacarte fotos con ellos, —pues suelen vivir en condiciones miserables de esclavitud— como los zoos humanos. ¿Quieres hacerte una foto con una mujer jirafa? Ok, ¿por qué no le pones collares a tu madre hasta alargarle el cuello? En unos años tendrás una mujer jirafa en tu propia casa. Puedes entonces incluso cobrar a los vecinos por que pasen a verla. Es muy instagrameable hacer una story con tortugas desovando y colgar fotos de niños semidesnudos y muertos de hambre en la India, pero a lo mejor no es necesario molestarles y humillarte por una simple foto…
En tercer lugar, aunque da vergüenza tener que decirlo, debemos viajar respetando el país y las costumbres al otro. Que si, que ellos también deben respetarnos a nosotros, no cambiemos de tema. He visto a españoles quejarse porque los turcos del Gran Bazar apenas hablaban español, contarle a un cocinero vietnamita las bondades del jamón y la comida española mientras hacían ascos de sus platos, entrar en una mezquita con bermudas aunque sea una falta de respeto porque tengo calor o tirar basura a la calle en Dakar porque está bastante sucio, total una lata más…
El problema no es viajar. El problema es viajar sin respeto a nada ni nadie, como si fuésemos unos cínicos que, como pueden pagarlo, se sienten por encima del bien y del mal. Viajar bien, de forma solidaria, ecológica y menos invasiva no es tan difícil: menos aviones, menos resorts, menos airbnb, menos megacruceros, menos Mcdonalds, menos zoos, menos fotos invasivas… Es probable que cueste un poco más de dinero y de esfuerzo, pero ¿acaso no vale la pena hacer las cosas bien sin cargarnos el planeta y las ciudades?