Hoy es viernes de vinos en modo cultural, que aquí, además de darle a la botella también somos de lecturas. Así que descorchamos y bebemos con un buen ejemplar a mano de la revista Matador.
Hablamos de publicación internacional con intención de abrir debates y tal. Nacida en 1995 sin ansias por perdurar, porque desde sus inicios se dijo que tendría 28 números, uno al año. Por eso se acerca su fin y no nos quedará otra que llorar nuestra pérdida. La de páginas cosmopolitas, críticas y abiertas, con las mejores firmas de artistas de todo pelaje. Profesionales de la fotografía, la escritura y el arte en general. Y qué genial. Proyecto radical de cambio en páginas extraordinarias. Pero vale, ¿qué pinta aquí nuestro tema vinoso? Pues que cada ejemplar va acompañado de una etiqueta firmada por un pintor de renombre y con contenido de bodeguero a la altura. Hace poquito comentábamos aquí el de Joana de Vasconcelos y Javier Revert, pero se nos quedaron muchos en el tintero, empezando por el Arroyo-Muradella 2016, de José Luis Mateo e ilustrado por Eduardo Arroyo. Monterrei que es agilidad y libertad con sobriedad. La claridad del primer blanco de la matadora bodega. Variadito de varietales locales como bastardo rubio, verdello, dona branca o torrontés. Delicadeza con toda la belleza y personal personalidad. Calidad con las cualidades que el granito supo ver. Y está de maravilla con una lata de berberechos de los buenos.
Con el Ai Weiwei 2014 llegan Bruno Prats y su monastell alicantina. Ideas de ingeniero soñador que se hacen realidad con esta variedad. Porque sabe leer el calor para lograr un candor bien entendido. Sabiduría pendiente de esas laderas y sus piedrecillas. Sobre un mar con el que mantiene la distancia justa para ser regustoso. Lo extraordinario vestido de gala y mejor aún con un arroz al horno.
El Luis Gordillo 2003 es de Carlos Esteban y su Garraf. Viñedo que de especial parece ser espacial y enamora tal cual. Elegancia llenita de sensualidad que alcanza lo frescales. Syrah y marselan unidas en complicidad para dar paseos por un monte frondoso con todas las hierbecillas del Mediterráneo. Y aquí no hay engaño, porque está lleno de verdades, libertad y la originalidad de ser único con unas manitas a la brasa.
Con el Palazuelo 2005 nos reencontramos con Raúl Pérez que nos dio, nos da y nos dará tanta felicidad. Mencía y otras cositas de El Bierzo, cómo no. Sabores de pueblo, arena y añada mítica. Las cepas que no se arrancan porque nos negamos a perder lo auténtico. La tipicidad que vale potosís y sí, nos convence casi siempre con susurros acariciadores que se hacen aún mejores con una de pulpo en barecillo.
El Fontcuberta 2012 nos trae a Javier Domínguez y su ya habitual buen hacer. Saber crecer en las condiciones más complicadas. Aquí con mencías juveniles y las parcelas diferenciales de brancellao y merenzao. Con barricas grandotas y algo de fudre para redondear esa pizarra que es reflejo deslumbrante. Y nos quedaríamos con el tiempo parado, pero hay que seguir adelante después de comer una de oreja.
Terminamos, ahora sí, con el Roni Horn 2008. De Álvaro de Castro con saltito a Dão y Portugal para continuar estando en casa. Que así nos hacen sentir por sus gentes y esa forma de elaborar aportando matices singulares. Mezcolanzas de frutos dispares que conviven en paz y que todo lo que dan es purita bondad. Ahumados que quién sabe y plantas de edad que son sabiduría y purita algarabía con un bacalao a brás. La forma más presioza de ojalá un hasta luego a esas letras disfrutadas. Las nuestras, prometemos, volverán en un par de semanas.