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'Love, Nina': memorias de una Mary Poppins ochentera en Candem Town

La miniserie británica, protagonizada por Faye Marsay, la actriz que interpreta a la Niña Abandonada de 'Juego de Tronos', y por Helena Bonham Carter, se estrena en octubre en Movistar+

24/09/2016 - 

VALENCIA. Nina Stibbe es una escritora británica, autora del best seller titulado Love, Nina. El libro recopila las supuestas memorias de Stibbe durante una etapa de su vida, narradas a través de una serie de cartas a su hermana. En las misivas relataba sus experiencias como niñera cuando era joven y vivía en la casa de una familia bohemia de Candem Town. El núcleo familiar lo conformaban una madre absorta en su trabajo, una intelectual editora de libros, con sus dos traviesos hijos, uno de ellos aquejado de una enfermedad rara llamada síndrome de Riley-Day.

Es real que Nina Stibbe trabajara de niñera en los ochenta, antes de dedicarse a la escritura. En concreto cuidó a los hijos del director de cine Stephen Frears (Mi hermosa lavandería, Las amistades peligrosas) y la editora de libros Mary-Kay Wilmers, aunque con quien convivió fue con ella y sus dos hijos, al estar los padres separados. También es real la enfermedad de uno de los chicos. El hogar de Candem Town resultaba bastante entretenido, ya que recibía constantes visitas de intelectuales y artistas, muchos vecinos del barrio. La experiencia, siendo ella una jovencita, marcó su destino, al despertarle la curiosidad por la literatura.

Love, Nina se estrenó en mayo de este año en la BBC como miniserie de 5 capítulos, gracias a la adaptación del reputado escritor y guionista Nick Hornby (Alta fidelidad). El próximo mes de octubre la veremos en España a través de Movistar+.

La historia de esta peculiar familia ya era conocida por el público británico. Fue objeto de un documental, aunque desde el punto de vista actual y centrado en la enfermedad del hijo pequeño. En 2012 BBC Four produjo My friend Sam, que contaba el día a día de Sam, el menor de los hijos de Mary-Kay y Stephen Frears, aquejado del síndrome de Riley-Day, una enfermedad rara que afecta al desarrollo del sistema nervioso. Sam es una persona especial, inteligente e impredecible en sus comentarios, al que le pronosticaron cinco años de vida y ya va por los cuarenta. Su padre destaca de él su “extraordinaria capacidad para la felicidad”, y que ha sido capaz de vivir con naturalidad con su enfermedad. En la serie le vemos haciendo un cameo en un papel secundario.

Esa felicidad típica de Sam es la que irradia la miniserie Love, Nina, aunque, a diferencia del documental, la versión seriéfila se pasa de cursi. Algo les ocurre a las niñeras, ya sea Mary Poppins o Nina, que en la pantalla resultan ñoñas y repipis, con la diferencia de que a Mary Poppins, después de habernos dejado llevar por su mundo de fantasía y sus canciones, le perdonamos esos ramalazos. Ahora, en el presente, la nostalgia endulza todavía más su memoria, y sus canciones nos parecen aún más maravillosas. ¿O no, supercalifragilisticoespialidosos? Por cierto, para diciembre del 2018 regresará a los cines una nueva Mary Poppins protagonizada por Emily Blunt.

Nina no lleva maletín ni paraguas, ni puede volar, pero tiene la curiosa costumbre de caminar descalza por la lluviosa Londres, ya sea invierno o verano, y la jovencita no se resfría ni se pincha con cristal alguno. Una cosa supernormal, vaya. Como niñera luego es un desastre, pero empatiza con los pequeños, y sobre todo, les deja hacer el cabra. Así es como la convivencia se torna feliz para ella y para los niños, pero poco más.

El personaje de Nina está interpretado por la magnífica Faye Marsay, actriz que hemos visto recientemente metiendo tremendas palizas a Arya Stark en el papel de la Niña Abandonada en Juego de Tronos. En el papel de la madre absorta en sus libros, y a la vez preocupada por la enfermedad de su hijo pequeño, tenemos a Helena Bonham Carter.

Nostalgia por aquellos momentos en familia

Seguro que identifican el anuncio de una empresa de muebles que últimamente emiten por televisión.  El spot termina diciendo “merecemos menos deberes y más cenas en familia”. El efectivo mensaje nos aprieta en el botón sentimental, el que se reactiva gracias a la nostalgia de nuestra propia niñez, cuando no había teléfonos móviles ni múltiples pantallas, y muchos de nosotros cenábamos con nuestras familias alrededor de una mesa, sin televisión ni nada.

Era el momento de hablar, de conversar, de comunicarnos cara a cara. Fue una época en la que, por lo general, nos relacionábamos más con nuestros vecinos, con las personas de nuestra calle, mientras que ahora, con tanta tecnología, nuestras afinidades con otros se han ampliado geográficamente. Y muchas puertas alrededor nuestro ya no se abren con la misma facilidad de antes. Cada una de las opciones tienes sus pros y sus contras.

En Love, Nina se recrean en ese ambiente, muestran lo mejor de aquello. El único aparato para entretenerse en momentos de soledad es un viejo transistor de radio. Por el contrario, las cenas en grupo son momentos llenos de enjundia en los que todos participan y procuran ser lo más ingeniosos posibles. Los niños hablan prácticamente como adultos, aspecto en el que de nuevo la serie roza la irrealidad e incredulidad. Pero la nostalgia es lo que tiene, que hace que nos creamos aquel dicho de “todo tiempo pasado fue mejor”.

Una serie amable, para todos los públicos, con un casting de calidad, que nos retrata un idílico Londres de los ochenta, con una historia un poco forzada sobre una Mary Poppins moderna, de visionado rápido y que olvidarán enseguida. Por cierto, la autora Nina Stibbe también hace un cameo en el último episodio.

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