ALICANTE. Luis Leante, escritor murciano afincado en Alicante desde hace más de treinta años ha sido, de nuevo, el ganador del Premio Edebé de Literatura Juvenil, ahora con Territorio desconocido. Y es que por tercera vez recoge este galardón, dotado con 30.000 euros, después de que ya se hiciera lo propio en 2016 y 2020. Sin embargo, en esta ocasión se introduce por primera vez en la novela policiaca, marcando considerablemente la diferencia con sus anteriores trabajos. “Buscaba una fórmula que no hubiese empleado hasta ahora, ya que no me gusta acomodarme en caminos por los que he transitado”, afirma el autor.
Al principio de abordarlo tenía clara la historia, pero sí necesitaba concretar eso que denomina el ‘traje’ literario. “A veces, esto no consiste solo en que la historia sea buena en sí, sino también en la forma que le damos a través del tono, el género, la estructura, etcétera; en definitiva, lo que yo llamo el traje literario”, describe el escritor galardonado. “Me gusta contar las cosas desde distintos puntos de vista para contrastarlas, pero, en este caso, me daba la sensación de que estaba repitiendo una fórmula del pasado; me di cuenta de que el libro necesitaba este traje, así que una historia con ciertos elementos de la novela policiaca, aunque no sea del género puro, me pareció la mejor forma de llegar al lector”, confiesa.
“El acoso provoca ira y deseo de venganza”
El libro comienza con un inesperado incendio que bien podría haber sido un suceso fortuito, acaba derivando en una investigación que conduce al lector hasta un caso de acoso adolescente con el que el autor aborda no solo el bullying, sino la humillación en sí. Lo que se siente y cuáles las sus consecuencias. “La ira que provoca y el consiguiente deseo de venganza, que llevan al afectado hasta un territorio desconocido”, apunta el escritor. Trama de la que se sirve para tratar otros temas relevantes como la cobardía de mirar hacia otro lado o el pasotismo de los padres respecto a sus hijos. Esa distancia que a veces separa a los jóvenes de los adultos, como si pertenecieran a mundos distintos.
Con las indagaciones, Leante va creando un paralelismo entre esos dos mundos, el de los jóvenes y el de los adultos, remarcando la importancia de perder el vínculo entre ambos y mostrando las fatales consecuencias que eso puede tener. “A veces tratamos a los jóvenes como si estuvieran en una burbuja totalmente ajena a nosotros y dando por hecho que no vamos a entenderles, prefiriendo que cada uno vaya por su lado”, comenta el autor. De esta forma, la historia se cuenta a través de tres adultos y tres adolescentes que proyectan al lector la mirada de ambos ambientes para tejer ese paralelismo y establecer una conexión. “Se va investigando y se va comprobando que ahí están involucrados algunos adolescentes, pero, al mismo tiempo, todo está muy relacionado con el comportamiento de los mayores”.
“Soy filólogo, pero me hubiese gustado ser periodista”
Aparentemente, por la forma, podría tomarse como una novela policiaca, pero Leante también deja ver en el libro esa vocación periodística que no llegó a ejercer. “Soy filólogo, pero me hubiese gustado ser periodista”, confiesa. Y es que el relato se cuenta a través de unas entrevistas con las que se van contrastando argumentos. “Una especie de investigación periodística en la que se va entrevistando a los implicados y se van siguiendo las pistas”, explica. Así, una mujer que es policía local, quien ha llevado la investigación, va narrando lo acontecido a un profesor de instituto interesado en averiguar el origen de todo.
Esto sirve para situar la historia en un ambiente estudiantil que Leante bien conoce. “Yo he sido profesor durante muchos años”, recuerda. Por lo que, desde la propia experiencia, se sirve de elementos para describir otros asuntos como la amistad en la adolescencia y en la edad adulta, las relaciones sociales, la fidelidad, etcétera. Ingredientes con los que también hace cierta crítica a las autoridades educativas y a su forma de manejar este tipo de situaciones. “Los profesores muchas veces metemos la pata; somos personas que hemos estado estudiando para una cosa y ahora se pide que sean psicólogos, psiquiatras y de todo”, afirma el escritor, que define su novela como “un espejo”, un reflejo de lo que se vive hoy.
“Muchos padres dejan la educación de sus hijos en manos de lo que se considera especialistas, que son los profesores, y en muchos casos se percibe pasotismo, distancia; una sensación de que se lavan las manos de los problemas más gordos de los jóvenes”, describe. “Por lo general, claro que los padres ejercen su papel en el día a día, pero a veces no atienden lo importante”, añade el autor. Y, por supuesto, en este true crime literario sobre adolescentes no podía faltar la influencia de las redes sociales. “Esa lucha por estar ahí, porque parece que el que no es visible no existe”, sentencia.