Algunas eran sufragistas, otras simplemente hablaban abiertamente de sexualidad. En el siglo XIX y los albores del XX hubo muchos ejemplos de mujeres que al desarrollarse artística o profesionalmente en los márgenes del patriarcado, al impulsar investigaciones que no buscaban más que conocerse mejor a sí mismas, se vieron inmersas en el ocultismo y las sociedades secretas. Algunas lo pagaron con la vida
VALÈNCIA. Cualquier cosa que escriba Grace Morales merece nuestra atención por fondo y forma. Desde su reportaje de la elaboración del primer disco de Mecano a su novela Otra dimensión sobre el tedio urbano y cómo este fue atravesado por Internet. Para mí esta obra es de gran importancia. Nunca he podido presumir mucho de que algo refleje mi época o mi generación, pero reconocí cada psique que circulaba por esas páginas. Lejos de sentir orgullo por el papel en el mundo de los de mi quinta, como tantas veces he visto hacer a los valientes de la guerra mundial, los incorregibles de mayo del 68 o los ídolos caídos del punk, yo me llevo las manos a la cabeza conmigo y con los míos y, ese libro lo supo reflejar. Lo puedo asegurar, porque no he vivido ninguna revolución, pero sí pisado muchas oficinas tediosas, conocido rutinas lacerantes y bares exo-M30 mientras Internet se abría paso en nuestras vidas para no irse, la desgraciada. Por otro lado, el legado de Mondo Brutto no hace falta ni mencionarlo. Todo el ejercicio de "mira esto-mira esto otro" que, de nuevo, hace mi generación en la actualidad en redes y medios ya estaba de vuelta de todo en ese fanzine hace más de un cuarto de siglo.
Su último libro, Mágicas: Brujas, magas y sacerdotisas del amor, es un ensayo histórico publicado en La Felguera con el estilo distintivo de la editorial, la recopilación de fuentes. Aquí, al estilo de Marcelino Menéndez Pelayo y sus trabajos sobre heterodoxos españoles, Morales profundiza en el papel de mujeres del siglo XIX célebres por romper con el papel que para ellas tenía asignado el cristianismo y la tradición. La diferencia es que, al contrario que nuestro insigne intelectual, no es para hacerles reproches patrióticos.
En la introducción, la autora hace notar que con la última oleada de feminismo la popularidad de las brujas ha aumentado. No hay más que comprobar la fijación incluso neurótica que hay en el País Vasco con este asunto. En este punto, la autora se desmarca elegantemente de este trend y va más atrás. Recuerda sus años de lo que aquí conocimos como moda siniestra. Sencillamente, la derivación de la new wave en post-punk. Una estética o tribu contra la que también se embiste mucho hoy porque se relaciona con lo que quiera que fuese la movida madrileña, periodo que, según teorías inductivas muy en boga, era un entretenimiento de ricos. Afortunadamente, se ha dejado de decir que era "de putas y maricones", como opinaban hace poco menos que década y media los aficionados a sonidos más duros y tolerantes con la eliminación física de personas.
Una de las características que tenían estas modas musicales, tanto la nueva ola como el rollo siniestro o, como se dice ahora, gótico, es que incorporaba mujeres y no con un papel secundario, como era propio del rock cuando había alguna. De hecho, por esto generaban tanta animadversión en los ochenta entre los que, mutatis mutandi, han ido variando sus críticas hasta la actual de que eran todos unos pijos. Porque no era una expresión de machos. En la cotidianidad de aquella época la situación no era mucho más agradable. Quien se vestía toda de negro y se maquillaba como un cadáver exhumado era tratada como una enferma mental. La autora confiesa que en cuanto ponía un pie en la calle vestida en esa línea lo más normal era que la insultasen. Lo curioso, que entre los "puta" siempre se colaba algún "bruja".
A través de esa anécdota, en el prólogo se explica algo de mucho más calado. La mujer ha tendido a ser definida por con quién se acuesta. Así es esposa, madre, prostituta, virgen, etc... condición de la que deriva una servidumbre. La bruja sería la que no debe nada a nadie. Cualquier mujer que ha buscado una opción vital fuera de los márgenes del patriarcado, por ejemplo, la que vive sola, se ha convertido automáticamente en una bruja. Ahora quizá se oigan más insultos relacionados con lexatin y gatos, pero en el fondo todo es lo mismo. Es el odio a las que escapan del control. Rabia ante la autonomía e independencia. Siempre he creído que, subconscientemente, es por envidia.
En la recopilación propuesta de diez mujeres que han seguido ese patrón a lo largo de la historia, destaca por ejemplo Mary McLane. En su libro Espero la llegada del diablo escribió que se sentía atraída por otras mujeres y que hubiera preferido nacer hombre. Era 1902 y vendió cien mil ejemplares de entonces en Estados Unidos en solo un mes. Fue ridiculizada por los críticos, pero logró tener influencia entre las jóvenes. Por lo visto, su obra sirvió para que muchas huyeran de casa, tuvieran romances. Hasta hubo suicidios.
En un extracto de su libro Yo, Mary Maclane, de 1917, que ha destacado la autora, decía:
"Hay un Yo en cada humano, uno que vive y pasa su dulce, vana y, en cierto modo, aterradora existencia no en las profundidades ni en la superficie, sino justo bajo la piel. Es el Yo lo que uno guarda para sí mismo solo. Es la Esencia del alma y los huesos. Es la cosa más astuta y sutil en el ámbito humano. Es lo más solitario, trágicamente solitario. Es un largo, muy largo aislamiento, hermoso, aterrador, bárbaro, vergonzoso, trivial hasta el punto de la locura, omnipresente, infinitamente fascinante para uno mismo, apasionadamente oculto por siempre y siempre jamás"
Todo un himno a la intimidad, condición imprescindible para que haya libertad. Otro caso relevante e impactante sería el de Ida Craddock en el siglo XIX. Escribía sobre temas sobrenaturales y sexuales. Este tipo de textos la llevaron a un proceso que duró varios años. Finalmente, fue condenada por obscenidad. A los miembros del jurado, de hecho, no se les permitió verla durante el juicio. Fue condenada, pero antes de ser enviada a prisión, se suicidó cortándose las venas. Grace Morales ha conseguido la carta que escribió antes de quitarse la vida. En ella dice:
"...si la lectura de libros impuros y la contemplación de imágenes impuras deprava, corrompe y pervierte la mente (y sabemos que así es), cuando pensamos en que Anthony Comstock [activista de la New York Society of Suppression of Vice] ha leído quizá más libros obscenos y ha contemplado quizá más imágenes indecentes que cualquier otro hombre en los Estados Unidos ¿Qué podemos pensar sobre el probable estado actual de su imaginación respecto a cuestiones sexuales? Este hombre es un pervertido sexual; es lo que los médicos denominan un sádico, es decir, una persona en quien los impulsos de crueldad concurren con la excitación sexual (...) espero que el público americano se percate de la amenaza que supone el comstockismo para ellos y que exija que no se siga permitiendo que el señor Comstock elimine obras sobre sexología. El pueblo americano tiene derecho a buscar y adquirir conocimientos sobre cómo vivir bien la relación conyugal, tanto de manera oral como escrita..."
Recojo este extracto porque la educación sexual sigue estando sujeta a grandes polémicas, también en España ahora mismo, y la cuestión del aborto, de la que Comstock era también un firme opositor, ha llevado a Estados Unidos a generar noticias propias del medievo últimamente. Lo más llamativo, de todos modos, quizá sea la inclinación por el ocultismo y lo esotérico que experimentaron muchas de ellas. En tiempos de sociedades secretas y liberación de corsés religiosos y tradicionales, es incluso coherente. También se experimentó en el siglo XX un auge parecido después de la revolución sesentayochista con lo new age y lo paranormal.
Una vez más, un libro de La Felguera vuelve a enfrentarnos al pasado, una herramienta muy válida para entender el presente. En este caso, Mágicas sirve para darse cuenta de lo poco que han evolucionado algunas percepciones de la mujer y de nosotros mismos. Siempre es bueno mirar atrás para ver el futuro
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