Ese “os jodéis” que dedicó la Secretaria de Estado de Comunicación a los pensionistas que abucheaban a Rajoy en su última visita a Alicante dice mucho de quien ha de velar por la comunicación del Gobierno. No es un desliz, sí un retrato de soberbia y arrogancia.
La comunicación política es un arma de doble filo, un arte de palabras, gestos y colores que se estudian hasta la extenuación para evitar dobles lecturas o malas interpretaciones. Quienes se dedican a esto de la escritura de comunicados o discursos institucionales y/o políticos saben que la rapidez de una redacción puede conducir a múltiples interpretaciones.
A poco que se descuide nuestro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, puede verse metido en un túnel de turbulencias de esos que es capaz de prometer con alegría el ministro De la Serna en una rápida visita promocional a cualquier población donde azote viento de Tramontana. No por Rajoy en sí, pese a esos lapsus que también comete -célebre esa frase; “haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda, si es que eso es posible. Y haré todo lo posible e incluso lo imposible, si es que lo imposible es posible”; o aquella tan mortadelesca y filimoniana de "cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político". No por él, que también incluidos todos los demás filibusteros de la demagogia que dan hasta miedo, insisto, sino por el atrezo que lleva bajo el paraguas de la confianza personal y deberían cuidar hasta el extremo la imagen gubernamental.
Que un error de este tipo lo cometa un líder político hasta puede tener su pase cuando lo realiza de memoria, sin papeles y llevado por el frenesí de un debate público. Puede ser objeto de mofa. Pero de ahí no pasa, y hasta es perdonable. Que lo cometa alguien a la que pagan por comunicar o transmitir una buena imagen gubernamental y se ocupa de su discurso, pues ni eso. Ya hemos visto lo inesperado de Cifuentes como para recordar el “manda huevos” del señor Trillo a micrófono abierto o el “por qué no te callas” del Juan Carlos I a Chávez en aquella célebre Cumbre Iberoamericana.
Sin embargo, el grave error de la Secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, si aún se le quiere considerar así, lo definiría como realidad de lo que algunos piensan en su interior y esconden tras una sonrisa maquiavélica hasta que se escapa por la glotis. No es un desliz, es una verdad escondida. A veces no basta simplemente con pedir perdón porque no es un error sin más. Más bien se trata una traición del subconsciente que aflora desde las entrañas y enturbia. O más bien, retrata.
La frase la soltaba esta Secretaria de Estado que bien cobra de nuestros impuestos por lo que debería de ser un trabajo serio, riguroso y formal. Representa la comunicación de todos los españoles como ideóloga comunicativa de un gobierno.
"Dan ganas de hacerles un corte de mangas de cojones y decirles os jodéis”, soltó en respuesta a los pensionistas que abucheaban a Rajoy durante su reciente visita a Alicante con motivo del cambio de gobierno municipal. Esta mujer facturó el pasado año 112.000 euros brutos gracias a sus pluses de productividad, lo que ni una treintena de viudas alcanzaría en sueños.
Por este asunto y su censura informativa en RTVE ha dimitido la editora del informativo en Valencia. No le dejaron contar la realidad. La silenciaron. Le honra la decisión. Y califica aún más a sus responsables directos, verdugos de la mediocridad y manipulación informativa en plena batalla en RTVE donde las denuncias a la manipulación se suceden. Síntoma de la descomposición a la que someten a esta ciudadanía que aún tolera demasiado, sea del color que sea. El silencio, por decreto.
El desliz ya no es sólo cuestión de torpeza, que también, sino motivo de cese inmediato. Y si no, de descredito absoluto. Por lo que representa institucionalmente y más aún por el insulto que dedica a todos los pensionistas españoles de cuyas aportaciones al Estado bienviven estos/as soberbios/as de la función pública.
Queriendo arreglarlo, aún lo estropeó más con su nueva afirmación de genuflexión comunicativa. Añadió en su penitencia que esas manifestaciones las había realizado de forma “jocosa”. Pensó que nadie estaba escuchando lo que decía. O sea, creer el fondo de su mensaje lo creía. Dada su condición política y confianza institucional quiere decir que como ella muchos más de su entorno así lo consideran, aunque lo manifiesten en la intimidad.
Según la RAE “jocoso” es sinónimo de “gracioso, chistoso o festivo”. No creo que la situación de los pensionistas represente ninguno de estos adjetivos. Muy al contrario. Aunque ella así lo entienda. Y si no es así es que, además, desconoce el significado de las palabras y por tanto no sirve para comunicar. Cualquier día se equivoca en la elección de otro adjetivo y nos crea un conflicto internacional “de cojones” del que ni el ministro de Exteriores Dastis nos saca. Y menos si afecta a Trump, Putin o Kim Jong-un quienes juegan con misiles.
El error de este cargo institucional no debería de quedar como la anécdota de su jefe Rajoy cuando olvidó el nombre del nuevo alcalde de Alicante en su discurso. Eso forma parte de la realidad humana. No. Es mucho más grave. Lo de Pantoja con aquello de “dientes, que es lo que les jode” es un chiste en comparación. Lo de la diputada en el Congreso Andrea Fabra cuando gritó desde su sillón parlamentario “que se jodan”, en pleno discurso marianista anunciando recortes a los parados, es igual de grave que las manifestaciones de Carmen Martínez Castro porque en su interior esconden venganza, soberbia y autoritarismo.
Apelando a los clásicos, es célebre la frase de que la mujer del César no sólo debe ser honrada sino también parecerlo. Vino a cuento por la representación que debía tener una consorte en sus gestos públicos y la importancia de la mujer del Emperador en la sociedad romana. Ella, simplemente, había asistido a una orgía de las que la alta aristocracia romana tenían permitidas. Julio César se separó de Pompeya Sila al conocer su desliz. Y eso que sólo había asistido a una Saturnalia como simple observadora. Por puro morbo, justificó, estilo club liberal.
Este ejemplo debería figurar en los manuales de la mala comunicación. Y la destitución fulminante de nuestra Secretaria de Comunicación, como ejemplo de buen gobierno a fin de recuperar una confianza cada día más desnaturalizada pero bien explicada por el griego Aristóteles en su Arte de la retórica o por Gracián en El arte de la prudencia. Ya lo dijo él maestro: “Por grande que sea el puesto, ha de mostrar que es mayor la persona”.
Ahora imaginen lo que la casta dirá de todos nosotros en sus seminarios a puerta cerrada. Ahora entiendo por qué los zumbidos en el oído no se van ni con el mejor tratamiento. Nos consideran idiotas.