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Máquinas de escribir y pedazos de tela: el arte que se construye con recuerdos

Ignacio Uriarte y Lara Ordóñez protagonizan dos de las muestras clave de Abierto València, con unos trabajos que reivindican la memoria oral y colectiva de los que ya no están

28/09/2024 - 

VALÈNCIA. Ingnacio Uriarte y Lara Ordóñez. Dos artistas que escriben sin escribir. Que utilizan su propia herencia, una máquina de escribir -en el caso de Uriarte- y los hilos y trozos de tela heredados de sus abuelos -en el caso de Ordóñez-, para confeccionar sus propias piezas. Las crean con el movimiento de sus dedos, volviendo a lo artesanal, simulando la acción de escribir. Sin embargo, no generan ningún texto. Uriarte se vale de los números, las letras y símbolos que incluye el teclado de su máquina para crear sus piezas, pero no construye ningún mensaje... descompone éstos y les cambia el significado. Por su parte, Ordóñez utiliza el tapiz como si fuera una hoja en blanco en la que va escribiendo con el hilo. Para ella, estos funcionan de pergamino. La creadora castellonense quiere transmitir el conocimiento de aquellas personas que ya no están y lo hace a través del lenguaje téxtil. 

Aunque nada conecta sus trabajos en realidad, son muchos los puntos de unión entre ambos creadores. Quizá el más evidente es que ambos exponen, además, en la presente edición de Abierto València. Correspondencias, de Uriarte, ha tomado Gabinete de Dibujos con un abanico de diferentes obras, algunas nuevas, hechas solo con su máquina de escribir. Mientras que Carmenar la maraña, de Ordóñez, se ubica en la Galería Vangar para dar visibilidad a esta técnica tan ancestral y, a su vez, contemporánea. 

De oficinista a artista

Afirma Ignacio Uriarte que "para hacer un buen trabajo artístico es importante ser honesto" y la forma más sencilla de ser honesto es "hablar de las cosas que conoces muy bien o has vivido en tu propia piel". Desde 2007 el creador alemán -afincado en València- ejerce lo que él mismo llama 'arte de oficina': utiliza cartuchos de impresora, la tinta de los bolígrafos BIC, las retículas de las hojas de cálculo o las propias máquinas de escribir como material artístico, pero incluso adapta rutinas habituales en este tipo de trabajos como los garabatos que se hacen de manera inconsciente al atender una llamada telefónica, a sus creaciones. Uriarte estudió administración de empresas y, por ello, antes de en el estudio, pasó mucho tiempo en la oficina. Pero, aunque apostó por el arte y cambió de profesión, ha decidido seguir vinculado de alguna manera a su anterior "yo". 

Ignacio Uriarte en Gabinete de Dibujos. Foto: KIKE TABERNER.

"No era muy feliz dentro de la oficina, pero siento que alguien tenía que hablar de estos temas. De la rutina, de la repetición, de las sensaciones que se tienen desde un cubículo". Uriarte se ha impuesto no salir de las cuatro paredes de la oficina de la que viene, pero en cambio ha profundizado en ellas. Muestra de ello es Correspondencia, una serie de obras hechas únicamente con máquina de escribir y que poco tienen que ver con los papeles que amontonan polvo en la mesa de cualquier despacho. 

Ignacio Uriarte ha conseguido crear formas y texturas delicadas gracias a la repetición de determinadas teclas; sus favoritas son "la X mayúscula y la barra diagonal" y las posibilidades, afirma, son infinitas. Tanto que con su primera serie, creada en 2009, formó hasta 46 dibujos diferentes. "Hay bastantes posibilidades dentro de una herramienta muy humilde o muy limitada. Puedes, por ejemplo, colocar el papel de forma convencional o tirarlo, y también puedes soltar el rodillo y dejar que todo sea mucho más orgánico". 

En Gabinete de Dibujos se pueden ver, de hecho, piezas hechas desde diferentes técnicas. Hay algunas creadas mediante procesos muy sistemáticos y repetitivos, pero otras de creación más libre. En muchos casos todo está medido y planeado, y en otros pocos el dibujo se va creando de forma completamente improvisada. "Cada barra o cada cuadro te va pidiendo una nueva pieza para completar la composición", explica el profesional.

Asegura Uriarte que, incluso, en algunos casos las obras se responden las unas a las otras y están conectadas como si fueran las diferentes partes de un poema. "Hay dos piezas que utilizan los mismos elementos, pero una vez se cruzan y otra se continúan. La máquina de escribir en el pasado la usaban especialmente poetas. En mis trabajos hay una especie de sequedad fija, pero también hay un poco de poesía y de suavidad, porque se rompe el orden y la estructura". 'Caracola', un caracol compuestos de signos de igual (=), marca el comienzo del recorrido.

La memoria colectiva se escribe en un telar

Con Carmenar la maraña Lara Ordóñez se sale de la bidimensionalidad de la pared y lo hace por una razón: el telar es su lienzo y lo que busca es abordar la relación de la memoria oral y colectiva con el lenguaje textil. Sin ir más lejos, el término carmenar se refiere a la acción manual de separar/trenzar/peinar las fibras de la lana o el cabello mediante los dedos. "Me gusta que al estampar sobre la tela obtengo un formato menos rígido", explica la castellonense, quien cuenta que una de las piezas de la exposición se parece, por su forma, a un papel arrugado. "Lo bueno del telar es que se puede hacer y deshacer todo. Las lecturas que se generan son múltiples, puedes interpretarlas de manera diferente". 

Lara aprendió a tejer de manera autodidacta, mirando cómo lo hacían otras manos, y éste se ha convertido en su "lenguaje". Durante los últimos años ha realizado diferentes residencias artísticas en España y Europa, entre ellas en el Centre d'Art La Rectoria (Barcelona), y ha expuesto en instituciones como el EACC y el ECA de Ribarroja, donde siempre ha trabajado los soportes y técnicas textiles. Afirma la artista que también aquí las posibilidades son múltiples, pues cada pieza termina siendo diferente. Y es que, además, la castellonense emplea elementos naturales como flores y frutos para obtener los diferentes colores con los que posteriormente tiñe sus telas.

Uno de los objetivos primordiales de la creadora es conectar la tradición con la modernidad y, por ello, buscar el material que dará forma al tapiz se convierte en todo un ritual. Cada hilo, hebra y fibra esconde una historia. En la Galería Vangar se podrá ver una alzadera de madera -herramienta que se utiliza para lanzar el hilo en un telar de bajo lizo- que Ordóñez recibió de una fábrica téxtil de Cinc Torres, en la comarca de Els Ports. El objeto se expone, en este caso, como un elemento reivindicativo de esa memoria colectiva. "Muchos de los materiales que uso han sido donados por personas que consideraban que yo les daría un mejor uso. Por eso hablo de que existe una escritura en la que no se utiliza el texto como código principal. Porque detrás de estos materiales hay una historia y debemos ser capaces de leer esa genealogía, ese conocimiento de personas que ya no están y forman parte de las piezas que yo he creado". 

Lara afronta su arte como si fuera un texto, porque funciona igual. No hay tachones o garabatos, pero sí que debe deshacer mucho de lo que teje y, al igual que pasaría con una marca de típex, queda constancia. "Hay piezas en las que utilizas la tensión natural y cuando eliminas esa línea de texto con el hilo, queda como una marca, una constancia de que eso estaba ahí". 

En Abierto València pueden verse tapices hechos a través de diferentes técnicas. Hay algunos en los que la artista ha trabajado desde la parte negativa, dejando al descubierto todas sus trazos; y otros en los que ha ido enredando y desenredando la urdimbre, donde los hilos están puestos verticalmente. En relación, Ordóñez asegura que no utiliza ningún cartón como guía, sino que va construyendo directamente sobre el telar. También podrán verse obras trenzadas manualmente y piezas de tallo de madera, ligadas de nuevo a esa memoria. 

Tradición y modernidad

Dos formas de mirar al pasado, y comprometerse con sus raíces, son las que proponen así Ignacio Uriarte y Lara Órdoñez. Ambos toman objetos heredados y los anclan al presente para extender su significado. 

"Es evidente que utilizar una máquina de escribir es algo muy retro y conforme pasen los años mi trabajo se va a ver más y más como algo arqueológico. Sin embargo, aunque parece que es un objeto viejo, en el fondo sigue manteniendo una presencia por lo menos visual. Un documento Word tiene muchos elementos que han sido copiados de la máquina de escribir, también la manera en la que tecleamos en nuestro móvil o en un ordenador, y el orden en el que están puestas las teclas, está basado en estas mismas máquinas. Hay muchas cosas que las mantienen ancladas a la actualidad", explica Uriarte. 

Tradición y modernidad se fusionan también en la obra de la artista castellonense, quien ha querido con todo poner en valor "una técnica subestimada" durante mucho tiempo por haber sido ejercida principalmente por mujeres en el ámbito doméstico. "Es ahora cuando parece que tiene más renombre, si bien artistas como Teresa Lanceta llevan desde los años 70 dándole visibilidad, así como otras figuras como Grau-Garriga o Aurèlia Muñoz. Pero al ser un arte alejado de la artesanía, en cuanto a ese sentido tradicional de trabajo o manufactura, siempre le ha faltado reconocimiento Hay una cita que refleja esto a la perfección, que dice: en toda familia hay dos teleras, uno de la persona que trabaja como tejedor y otro que está en casa que pertenece a la mujer". Pero el tiempo termina poniendo todo en su lugar y como señala Ordóñez, las telas son algo que utilizamos todos. "Es de los primeros elementos que caracterizan al ser humano". 

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