VALÈNCIA. Cuando volvió a España de su largo exilio, Rafael Alberti manifestó, nada más bajarse del avión, algo que María Asunción Balaguer ha hecho suyo: “Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta en señal de concordia”. Y es así, “con la mano abierta”, como la viuda del autor de Marinero en tierra presentará en Valencia su libro Mi vida con Alberti (Editorial Almuzara): con la sana intención de restañar heridas.
Lo hará en el Col·legi Major Rector Peset el próximo miércoles 7 de febrero, a las 19.00h, en conversación con la escritora y crítica literaria Anna Caballé. Porque, a la hora de restañar heridas, confluyen los ríos del amor y del odio: del amor que María Asunción Mateo sintió durante cerca de 20 años por Alberti (“un amor como el que nosotros tuvimos no es fácil de entender desde fuera”, subraya en la entrevista concedida a Bel Carrasco para Makma), y del odio que le han profesado “los poetas viudos”, escritores que rondaron a Alberti durante sus últimos años.
“Los maltratos nunca se olvidan, y desde 1999 -fecha de la muerte de Rafael Alberti- he tenido que oír barbaridades sobre mí”, asegura Mateo en la citada entrevista. Caballé, que salió bien pronto en defensa de la viuda de Alberti, recuerda cómo “a lo largo de los años han vertido descalificaciones sobre ella, difamándola, poniendo en duda su honorabilidad y acusándola, sin pruebas, de malversar los fondos económicos y patrimoniales del poeta y de la Fundación que lleva su nombre”.
“Mateo recoge en su libro algunas de las declaraciones hechas por ambos varones [Luis García Montero y Benjamín Prado] en distintos medios de comunicación y yo apuntaba en mi reseña [en Jot Down] que el feminismo no fue tal vez lo suficientemente sensible con este tema”, agrega Caballé.
Mi vida con Alberti viene a dar cuenta de ese hostigamiento, por parte de los irónicamente denominados por Mateo como “poetas viudos”, con los que pretende restañar ciertas heridas, para enseguida adentrarse en esa otra herida más honda, pero sin duda también gozosa, del amor que sintieron María Asunción Mateo y Rafael Alberti prácticamente desde que se conocieron, como ella misma recuerda vívidamente, durante un homenaje a Antonio Machado celebrado el 10 de abril de 1983 en Baeza (Jaén).
“Mi único deseo es perpetuar la obra de Rafael, que su memoria no se pierda. En mi vida privada he mantenido un perfil bajo, discreción total. Pero llegada a los 80 años, pensé que ya era hora de contar la verdad sin tapujos ni pelos en la lengua”, sostiene quien a su vez recuerda una frase que solía repetirle el poeta: “Ayúdame a no morir”.
De hecho, es esa infatigable necesidad de privilegiar la vida sobre la muerte, lo que Mateo quiere subrayar como talante mayor del autor de Sobre los ángeles: “Vivía siempre en el presente inmediato, parecía no tener edad”, para resaltar a continuación cómo “era su hambre de vida lo que le impulsaba a acercarse a todo aquello hermoso que lo atraía”.