VALÈNCIA. La persona que durante más de dos décadas dirigió el diario decano Las Provincias, que fue clave en la política de los 90 y que marcó la opinión de miles de valencianos con su ‘gota’ diaria, nos cuenta sus familiares veranos en la capital de la Costa Blanca.
-¿Cómo recuerdas los veranos de tu infancia?
-La infancia real, desde que naces hasta los 12 años, lo recuerdo como dicen ahora “slow”, es decir, lentos, largos y estupendos. Los niños nacidos en los años 40 al acabar la escuela teníamos tres meses absolutamente maravillosos. Siempre los pasé en Dénia, lo que llamábamos la Dénia profunda, al lado de la Jara, en casas muy antiguas, éramos la cuarta generación de amigos que veraneaba allí. Recuerdo que apenas había coches, íbamos en jardinera o carro a la playa, a las Marinas.
-Por como lo cuentas, intuyo que llevas toda tu vida veraneando ahí, ¿verdad?
-Siempre, toda la vida, en diferentes zonas de Dénia. Primero en la zona de la Jara, luego en las Rotas y luego volvimos a la Jara, donde sigo en medio de naranjos, en un maravilloso aislamiento, me gusta mucho el interior de la Marina Alta, más que la playa.
-En la etapa universitaria suelen llegar algunos cambios, ¿cómo recuerdas esos veranos?
-Estudiaba periodismo y me tocaba hacer prácticas todos los veranos, lógicamente en Las Provincias. Recuerdo que me tocaba entrevistar en las fiestas de la vendimia, y como personalidad mi primer entrevistado fue Eduardo Primo Yúfera, un gran químico e investigador que me habló por primera vez de que una forma de conservar el pan era congelándolo, aunque ahora parezca algo obvio.
-Si estudiando ya tuviste unos veranos con prácticas, cuando finalizas los estudios ¿cómo recuerdas los veranos?
-Cuando empiezo a trabajar los veranos se convierten en vacaciones, era el inicio de los años 60 y recuerdo que pude viajar a Japón, Persia, Líbano, Egipto, tampoco me entusiasma viajar, pero surgían muchos viajes por trabajo, para cubrir informaciones del diario, normalmente con viajes de empresarios, etc.
-¿Cuándo empiezas como directora de Las Provincias?
-En 1973 empecé como subdirectora y hasta el año 1992 donde empezó mi etapa como directora. A partir de tener esos cargos dejo de viajar y como mucho me cogía dos semanas a principios de junio y una semana a finales de septiembre para coger fuerzas, nada más. Los agostos me los pasaba en Valencia y me encantaba.
“Los incendios se apagan en diciembre cuando se hacen los presupuestos”
-Cada vez conozco más gente que me dice esa afirmación, pero me cuesta de ver esas bondades.
-En agosto en un periódico tienes otra forma de trabajar, parece que no haya noticias y tienes que trabajarlo mucho más todo. Si había noticias eran malas, o atentados o incendios. Por ello buscábamos noticias donde fuera, los políticos de vacaciones y a ver si alguno decía algo que valiera la pena. Recuerdo una época que hubo un incendio forestal muy grave en Valencia y todo estaba cerrado y la única responsable política que localizamos para que hablara fue a Mayrén Beneyto.
-Imagino que además en aquella época sin las facilidades en la comunicación actual, sería muy difícil coordinar la información.
-Pensemos que no había ni móviles, ni internet, era muy complejo. Yo recuerdo que los incendios forestales se convirtieron para mí en una obsesión, había que acabar con ellos, eran un horror y yo tenía un gran compromiso en la lucha contra el fuego y veía que los políticos pasaban, no se daban cuenta y decían que no había dinero. Creo que es una de las cosas más importantes en las que puede invertir el presupuesto un político. Recuerdo el verano de 1994 en el que ardieron 138.000 hectáreas, Valencia se convirtió en un paisaje lunar, en cambio ahora en la AP 7 los pinos llegan a la carretera, pero ha costado mucho concienciar a la clase política.
-¿Cómo es tu rutina actualmente en un día de verano?
-Podríamos decir que desde que me jubilé, vivo en un verano eterno. Me suelo levantar temprano, desayuno y leo prensa en papel e internet, luego cuando están mis sobrinas juego con ellas, sino me encanta la jardinería, pero no sólo de plantas, sino arbustos y árboles, de hecho, cuido mucho el jardín familiar que es típico de la zona, con grava y una variedad de jacarandas, palmeras, acacias y melias que ahora están enormes y es muy agradable, también hay una zona con rosales. Además, es un jardín que vamos cuidando las sucesivas generaciones.
-Con la cantidad de gente y relaciones que harías en tu etapa como periodista, ¿mantienes una activa vida social?
-La verdad es que no, hago una vida muy tranquila, cuando acabé en el diario pasé página (nunca mejor dicho), la inmensa mayoría de políticos que traté siempre supe que eran conocidos, pero jamás amigos, por ello no tengo ninguna relación con ningún personaje público, verdaderos amigos que están a las duras y las maduras se tienen cuatro o cinco. Me gusta estar con mi familia y mis mascotas. Si alguien me para por la calle y me saludan, me encanta, pero nada más. Recuerdo una mujer que me dijo “¿usted ya no escribe, pero es feliz?” y le dije claro.
-Recuerdo que, como directora, ejerciste un gran liderazgo popular en algunos asuntos públicos, ¿de cuáles te sientes más orgullosa?
-Las dos cosas que más satisfecha me siento son: parar la urbanización del Saler, algo que parecía imposible en los años 70 y hoy vuelve a ser lo que jamás debió dejar de ser, el último bosque Mediterráneo natural que queda en Europa; y también que el cauce del río Turia fuera zona verde, y hoy podamos disfrutarlos todos los valencianos, hay que recordar que se evitó que se hiciera una autopista, un proyecto aberrante.
-Tu olor del verano…
-En casa, en Dénia, hay un magnolio y ese olor como un poco cítrico de las flores del magnolio que tiene una vida muy corta, es el perfume más limpio y bonito que he olido nunca, bueno también me fascina el olor de las tormentas del verano con las primeras lluvias.