VALÈNCIA. Una ilustración ocupa toda la página: es Georgia O’Keeffe tras escuchar atentamente a su marido Alfred Stieglitz hablar de su obra y relacionándola con los postulados freudianos, en las que las mujeres tan sólo hacían arte desde su género o la sexualidad. O’Keeffe tiene una mirada firme y tranquila. Dice: “No”. La viñeta es un buen ejemplo del punto de vista que ha adoptado María Herreros a la hora de construir la biografía de la artista estadounidense. Lo ha hecho en un cómic homónimo editado por Astiberri junto al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, que inaugura hoy mismo una de las retrospectivas más esperadas del curso.
La ilustradora valenciana María Herreros recibió el encargo, que abordó “intentando ser bastante fresca, sin querer meterme en definiciones ni ser didáctica ni enciclopédica, sino un acercamiento humano e espiritual y emocional de Georgia O’Keeffe”, según explica en conversación con este diario. Añade: “Su testimonio me ha acabado inspirando más como persona que como artista”.
La vida de O’Keeffe -en efecto- es todo un testimonio integral de la libertad (bien entendida, en tiempos en los que este concepto se ha devaluado tanto). Nacida en 1887 en un entorno nada cosmopolita y sin una ambición explícita sobre su obra, una carambola hace llegar sus obras a Nueva York. Alfred Stieglitz es el encargado de dar a conocer al mundo las primeras pinturas de la artista, que empieza a exponer en la gran ciudad. A partir de entonces, su biografía es una lista de cambios vitales que aborda con valentía y con la libertad de no hacer tanto lo que se pueda esperar de ella sino aquello que necesita. “Tenía la fortaleza de ser ella misma en una sociedad en la que se nos enseña a agradar”, opina Herreros.
Su testimonio está recogido en su extensa correspondencia que mantiene, desde el aislamiento que siempre buscaba, con aquellas personas más cercanas a su vida. Solo con Stieglitz se han recogido más de 25.000 cartas, que han sido seleccionadas y editadas en los últimos años, junto a otras correspondencias en una extensa bibliografía. Difícilmente habrá testimonio en primera persona tan extenso y completo sobre la vida y obra de un artista. Herreros toma esta ventaja para diluir su propia voz: “Si se repasa su historia, una de se da cuenta que siempre tuvo mucho conflicto con la prensa y con todo aquel que buscaba interpretar su obra. No le gustaba cómo se difundía su obra y por qué siempre la enlazaban con la condición de su género. Ella no quería formar parte del colectivo mujeres artistas, que empezaba a despegar entonces, quería ser artista y punto, así que empezó una relación con la prensa muy controladora”. De esta manera, era natural “no querer inventar lo que ella había dicho y pensado. Solo podía hablar con sus palabras, tomar sus propias declaraciones”.
De esta manera, la mayor parte del guion lo forman partes de esa correspondencia, que no hablan principalmente de las propias relaciones que configuran, sino sobre la vida, el arte, lo que estaba pintando, sus seguridades… Solo al final, en las últimas páginas, Herreros se toma la libertad de que su voz salte e intervenir en la biografía: “no pude evitarlo porque todo fue muy emocional. Quería contar que Georgia O’Keeffe para mí es la libertad al extremo y que nunca quiso ser abanderada de nada. El suyo era un feminismo de acción, que demostraba día a día sin querer rendir cuentas a nada ni a nadie”.
La vida de O’Keeffe se revela como un ejemplo de artista en flujo, que cambia a través del tiempo y el espacio que le rodea. Compleja, su biografía está atravesada por el propio hecho de que cada paso que podía dar en falso resultaba ser una importante revelación vital en su vida y, cómo no, para aquellas personas que le seguían. En una de estos pasos hacia adelante, casi al final de su vida, se plantea si el enésimo giro en su obra dejará de gustar. Ella misma se dice: “¿Y qué si me caigo?”, un canto beligerante contra toda un sistema de producción y estilo que se promovía en el contexto del boom de las vanguardias y el arte contemporáneo en Estados Unidos.
“Acostumbrada a que mi trabajo sea viajar muchísimo, este encargo me llegó durante el confinamiento, un año raro”. Así resume Herreros cómo fue abordar este cómic. “Me he podido concentrar más que nunca en un proyecto y, de alguna manera, siento que Georgia ha sido una tabla de salvación. Era un contraste increíble leer sobre una artista que vive en un desierto, libre, en contacto continuo con la naturaleza. Su mundo ha sido un bálsamo y yo lo he sentido mío. Tal vez sea la primera vez que sale un libro y me da pena porque deje de ser mío”, confiesa.
El libro se lanza justo cuando la exposición del Thyssen-Bornemisza se inaugura, y más allá de ser un simple encargo, Herreros explica cómo “ha sido un trabajo de mujeres increíbles”, en las que ha podido trabajar tanto con Marta Ruiz del Árbol, comisaria de la muestra, como con Héloïse Guerrier, editora de Astiberri: “He podido acceder a información privilegiada de la exposición, que me parece muy ambiciosa. O’Keeffe legó mucha obra a instituciones y a su propio museo, es ahora cuando se está empezando a abrir y poder ver en Europa. Tenemos mucha suerte de tener esta retrospectiva en España”.