restorán de la semana

Marisquería Civera

Dos de las cosas que más me gustan son las ciudades y, como una ramificación de ellas, los restaurantes

| 08/11/2019 | 1 min, 46 seg

De las ciudades me embelesa su capacidad para romper con la uniformidad, que nos obligue a convivir con desconocidos y, en el mejor de los casos, nos haga trabar relaciones inesperadas.

“El que prefiere que los otros tengan razón / Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo”, acababa Borges su Los Justos.

Por eso es el impulso cipotudo por tener la razón más gruesa el que está condenando el mundo. Los restaurantes pueden contribuir a desarticular el imperio de la razón propia. Siguiendo con la derivada, una de las cosas que más me pone de los restaurantes es su posibilidad de llevarte la contraria.

Para la burbujita de pijoprogres con la que convivo entrar en restaurantes como el Civera es pasar el Rubicón y abdicar de prejuicios y tics más propios de la superioridad moral autoimpuesta. Por la gloria de su historia y por toda una ráfaga de principios asociados con nuestra València-que-no, ese pastiche náutico con ascendencia crucerista nos es (nos era) completamente ajeno.

Por suerte está la ciudad y su fuerza innata para romper barreras. Varios aliados con cocina, sin conocerse entre sí, coincidieron: “de vez en cuando me voy a Civera, a la barra, a cuidarme”, “no hablo casi con nadie, pero lo escucho todo”, “la gamba es siempre de primera, los chipirones fritos, sepia, mayonesa. Lo mejor el marisco, siempre tienen muy bueno: percebes, cangrejo real, quisquilla. ¡Un festín!”, “lo bueno es que puedes pedir el marisco en la barra por unidad y probar de todo un poco sin pasarte en la factura”.

Volví hace un par de semanas, para la noche de Halloween. Atiborrada la barra de parroquianos, el salón de guiris. La contracultura era esto. Lugares donde la diversidad es verdadera y no un decorado repleto de intenciones forzadas. No es mi lugar, pero lo aprecio. Hundidas las suspicacias, marisquería mediante. Los otros tenían razón.

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