Las técnicas de mercadotecnia o marketing nacieron principalmente en Estados Unidos y llegaron a Europa y al mundo occidental, como una lógica evolución a las técnicas de venta y comerciales, como la profundización de cómo preparar, presentar, publicitar y vender un servicio o producto. Su auge ha sido imparable y actualmente el marketing es una disciplina académica en grados y másteres, así como un área imprescindible en la mayoría de las empresas de cualquier sector. El universo digital ha hecho que se una ciencia o una rama en constante evolución y crecimiento, donde las nuevas técnicas y herramientas generan un entorno circular de aprendizaje, aplicación y experiencia.
La política no fue ajena a ese crecimiento y presencia del marketing en nuestra sociedad, aunque llegó más tarde que al mundo de la empresa, también los partidos políticos y las instituciones comenzaron a asimilar los conceptos y parámetros propios del universo empresarial y en consecuencia empezaron a tratar y a dirigirse a su audiencia, es decir, sus votantes, más como potenciales clientes que como personas. Es cierto que existen muchas similitudes entre una empresa y un partido político, también lo es que proponen un producto a la sociedad que debe elegirlo, pero hay matices muy importantes. La empresa privada con su dinero intenta posicionar sus servicios o productos con las mejores técnicas de venta para obtener un beneficio y crear empleo y riqueza, mientras que el político es verdaderamente el cliente del elector, del votante, del ciudadano que lo elige para que gestione de la forma más diligente el presupuesto y los servicios públicos.
En el mundo empresarial, las diferentes corrientes sociales y culturales, especialmente las relacionadas con la defensa del medio ambiente o los derechos sociales, han logrado que las empresas sean cada vez más honestas y trabajen un marketing humano y realista, y también sea dicho, muchas veces emocional y que apela directamente a nuestros sentimientos más primarios y sensibles. Pero en política, la honestidad debería estar por encima de cualquier estrategia de marketing, la sinceridad debería ser una condición sine qua non para presentarse al público y por desgracia en estos tiempos no es así. Esta semana el presidente del gobierno organizó una comparecencia para darse autobombo, para rodearse de empresarios que lo critican en privado y probablemente pocos lo votan y en cambio acuden a su llamada a modo de lacayos del poder, triste realidad y nefasta operación de marketing político porque no está enfocada en el servicio a los ciudadanos.
El actual gobierno está planificado, desde que comenzara su periplo por las sedes del PSOE Pedro Sánchez, por el analista político y asesor Iván Redondo y con una clara influencia de la política norteamericana, lo cual puede ser alabado si pensamos en términos empresariales de rédito para la marca Sánchez y puede (y debe) ser tremendamente criticado si pensamos en que la política debe ser el arte de servir a las personas, de entregarse para trabajar por el bien de tu comunidad, y por tanto las técnicas de marketing deben ser utilizadas con una fuerte carga de honestidad y sinceridad pero no todas las semanas como hace este gobierno.
España se enfrenta a una crisis sin precedentes y las cifras tanto a causa de los contagios por coronavirus como en número de empresas que cierran y personas que pierden su empleo, no es un mal divino que nos toca padecer de manera más agravada que el resto de países porque sí, hay una parte importante de culpa y responsabilidad del poder ejecutivo y es lamentable que se utilice el marketing para tapar la nefasta gestión, para no dar la cara, para decir medias verdades (las peores y más crueles mentiras) y para mantenerse en el poder y acallar las críticas que un digno representante público debe soportar y encajar. No merecemos un gobierno que sólo piensa en el marketing político.