VALÈNCIA. Han pasado cuatro meses desde que Marta Suria Vázquez (seudónimo) publicara en Círculo de Tiza Ella soy yo, un libro en el que narraba su particular travesía por el infierno para encontrar, finalmente, una luz que nos alumbra a todos aquellos que hemos tenido la fortuna y el placer -sí, la fortuna y el placer- de leer su historia. Una en la que deambula un monstruo terrible que abusa de su hija hasta volverla invisible o, mejor dicho, otra. Pero Ella soy yo -un libro con forma de pájaro- despliega sus alas y sobrevuela una gran cantidad de territorios y espacios que conviene visitar de vez en cuando: la identidad, la empatía, la resiliencia, la complicidad y el amor. Siempre el amor. A una le da cierto pudor hablar con Marta de su libro porque se parece demasiado a hurgar en una herida infinita. Pero pronto comprendes que lo que hace Marta en su libro es prender la luz para iluminar esos rincones oscuros a los que nadie jamás quiere mirar. El próximo 6 de marzo se presenta en la Llibreria Ramón Llull de Valencia su libro. Ella no estará presente porque una resolución judicial lo impide. Su historia, sin embargo, no podrá salir nunca de la piel y la mente de cada uno de los que vayan a escuchar.
-Después de casi cuatro tras la publicación del libro, ¿qué tal estás?
-Ahora estoy de vuelta a mi vida, he recuperado el trabajo porque cuando se lanzó el libro paré de trabajar. Estoy con mi rutina e intentando dejarlo casi como un capítulo que se ha cerrado. Pero eso no quita para que hayan sido unos meses de mucha revoltura. Sobre todo, de ver no sólo la reacción de las personas que han leído el libro que ha sido muy gratificante y me ha traído una cierta paz; también, mucha revoltura con las entrevistas, los medios de comunicación , las redes sociales, etc... Porque por mucho que te prepares para escuchar opiniones de todo tipo, no es fácil y siempre revuelve…
-Uno de tus miedos era trascender la pase más terapéutica para moverte en un terreno más puramente literario, es decir, reivindicar tu estilo de escritura, más allá de lo que cuentas. ¿Crees que lo has logrado?
-La verdad es que han pasado cuatro meses y parece ser que, sobre todo en los medios de comunicación, todo el interés está en el caso y no tanto en el estilo el ejercicio literario de transformar todo eso en una historia. Entonces, en cuanto al mundo exterior, no, no creo que lo haya logrado.
-En un momento del libro dices que el silencio y los secretos matan pero, una diría: ¿por dónde empieza una a contar? ¿Cuál es tu punto de inflexión?
-Pues podría haber mil respuestas a esta pregunta pero la primera que me sale es que una empieza cuando no hay otra opción. Todos guardamos secretos y tenemos cosas que queremos olvidar y todos llevamos peso en esta mochila que llamamos vida y creo que mirar atrás, poner orden y limpiar es necesario. Lo he pensado muchas veces: seguramente si mi cabeza no hubiese explosionado la manera en que lo hizo, hubiese intentado cualquier cosa para ignorarlo y, de hecho, me pasé así toda la vida, centrándome en mi trabajo. Así que lo hacemos cuando no hay otra opción y en mi caso fue literal.
-Este libro se puede leer también como un libro de viajes maravilloso porque creo que algo muy bonito de ti, de tu trabajo, es que llevas toda esa comprensión del dolor a otros lugares donde está muy presente. En el libro está presente la India, cuando dices que no es país, sino un continente espiritual. Así que, quería saber qué significa para ti el viaje y tu trabajo.
-Pues, la verdad, te agradezco muchísimo esta pregunta porque hasta ahora nadie me ha preguntado ni sobre los viajes ni sobre mi trabajo ni sobre la asociación que fundé durante mi recuperación. Y ha sido bastante frustrante ver cómo el foco se ha centrado en el daño y en la parte judicial y no tanto en lo que nos salva y nos ayuda, es decir, en la vida más allá del trauma. Y en mi caso, como tú dices, los viajes fueron más que una ventana, fueron un escaparate al mundo exterior. Creo que es más fácil siempre empatizar con el dolor de otros y eso es lo que me dieron los viajes. Conocer a otras personas, muchas mujeres en situación peor que la mía. Me refiero a necesidades básicas, a derechos humanos y a la propia dignidad. Creo que vivir eso de primera mano hizo que mi vida, de alguna manera, tuviese valor. No sé, me sentía una privilegiada. Así que cuando llegó el momento de abrir mi propia mochila esa mirada me hizo entender mucho mejor todo. Nunca pretendí que el libro fuera una crónica de viajes, pero es cierto que en él explico mi viaje más largo: hacia dentro.
-Tu libro está siendo la luz para muchas personas que han pasado por una situación similar pero no sé si tú también recurriste a algún tipo de literatura para sanarte, siguiendo un poco eso que dice Joan Margarit de que de la intemperie moral, sólo nos salva el arte.
-El prólogo del libro concluye precisamente con una cita de Margarit: “Cuando el joven que fuiste ya está muy lejos, el amor es la venganza del pasado”. Nos sentimos menos solas cuando vemos o sentimos que hay otras personas que están pasando lo mismo que tú o que han puesto en palabras lo que tú no puedes describir. Por eso en el libro menciono citas y poemas de autores y autoras que me salvaron. Por supuesto, el arte juega un papel fundamental. Por eso yo hablo de mi psiquiatra en el libro y cómo tuve la gran suerte de encontrar a una amante de la literatura y es ella la que en la terapia usa poesía y libros. La flor púrpura de Chimamanda Ngozi Adichie me ayudó mucho para comprender cómo nos contamos las historias y cómo eso nos destruye o nos salva.
-En el libro mencionas a autores estupendos y muy alejados de esta literatura catártica: Goytisolo: “Los seres humanos no tenemos raíces como las plantas, sino pues para caminar y para buscar mejores pastos”. O Dovstoievski, del que citas su frase: “El infierno es el sufrimiento de no poder amar”. Y claro, de ahí se desprende que tu libro es, ante todo, un libro sobre el poder del amor, a pesar de todas las trabas que a uno le puedan poner en la vida.
-No es por comparar porque las comparaciones son odiosas y la violencia sexual es un trauma concreto con sus secuelas y su brutalidad pero, en el fondo, creo que en mi historia se tratan historias universales: la identidad, qué es lo que nos salva, qué es el deseo de vivir, el relacionarnos con otros. Y ahí sí cito ese tipo de literatura más humanista y universal porque es la que a mí me ayuda a ver más allá de lo concreto y a centrarme en lo esencial. Al final, como dice Dovstoievski, estamos aquí para amar y ser amados. Y si algo de específico y brutal tienen este tipo de experiencias es que te arrancan eso: la sensación de que no puedes amar y nunca serás amada. Ni siquiera por ti misma.
-Has mencionado antes a Mónica, tu psiquiatra. Es un personaje esencial en el libro porque además de sostenerte físicamente, te sostiene emocionalmente y, de alguna manera, simboliza ese verbo que tan poco utilizamos y es el de 'escuchar'. Y además es una gran catalizadora de historias porque ella permite, con su actitud, que tú cuentes la tuya.
-Es verdad, Mónica es fundamental en el libro. Y en mi vida también. No solo por su escucha, por su manera de gestionarme y mirarme, sobre todo, por ser personas. Vivimos en un mundo donde fácilmente nos ponemos la etiqueta de expertos y en el caso médico, yo hablo mucho del símbolo de la bata blanca. Y ella rompe con ese estereotipo y distancia mirándome y tratándome como a una persona. Está el verbo de escuchar, efectivamente, pero también el de empatizar que es todavía más importante. Va mucho más allá de cómo escuchas o miras, se trata de ser capaz de no juzgar y es un ejercicio extremadamente difícil que no sé dónde ella lo aprendió.
-Quería preguntarte por el gusto por el detalle y por cómo has trabajado la memoria tan minuciosamente para escribir este libro porque es muy asombrosa la construcción de la memoria en el libro.
-Sí, esto fue todo un ejercicio no planificado. En el libro explico que Mónica, a través de las lecturas de poemas de Sexton, por ejemplo, ella me incita a poner palabras a lo que sucede. Nosotras ahora estamos hablando pero en aquel entonces yo era una persona que no podía hablar, era incapaz de verbalizar nada. Era silencio de ultratumba. Así que fue en la escritura donde encontré la vía de escape. Sí hay detalles que recuperé del diario personal que escribía en aquel momento pero, como te podrás imaginar, para mí, la memoria y la verdad son muy importantes. No solo para el libro, sino para la reconstrucción de mi propia historia. También en el libro intenté ser lo más fiel posible, no por el lector, por mí misma. Quería contarme la verdad siendo lo más fehaciente posible. A medida que iba escribiendo llamaba a personas como mi compañera de piso, mi hermano, mi abogada. Con ellos compartía los detalles para asegurarme de que eran muy fieles. A medida que pasa el tiempo es difícil saber cuánto de lo que recuerdas es así. Aquellas llamadas fueron muy bonitas porque, aunque fueron años muy duros, yo era capaz de reírme. Había días que tenía que parar de escribir porque era muy duro y eso me lo permitía el ordenador, poder borrar de golpe lo que en mi vida no pude.
-Tu tía Belén es otro personaje interesante porque cuentas cuando ella te acompaña a tu primera visita a la psiquiatra, cuando dices que tu dolor ocupaba mucho espacio porque había cierta colisión de dolores, ya que ellos estaban sufriendo el cáncer de una de sus hijas. Ella resume bien como familia y amigos que te acompañaron y lo duro que también debió ser para ellos.
-Pues mira, también te agradezco muchísimo esta pregunta porque hasta ahora nunca se me ha preguntado por el entorno. Hablamos del sufrimiento de la víctima que, por supuesto, debe ser el centro de atención pero también cómo eso impacta a todo el entorno familiar o tu pareja, cómo lo gestionan ellos. Espero que el libro ayude a personas que están acompañando. En el caso de Belén, imagínate, es mi tía y me vio crecer. En el momento en el que rompes tu silencio y pasa el tiempo, te das cuenta de que esa culpa tuya se extiende. Por ejemplo, por qué no se dieron cuenta de que me pasaba eso. La culpa se extiende a ellos. He necesitado mi tiempo para comprender de que mi peso le ahogaba a ella y que también necesitaba ayuda y espacio. Por eso hay una palabra que menciono mucho en el libro que es la resiliencia, algo a lo que me dedico a nivel profesional. Es algo positivo que tenemos para recuperarnos pero es una capacidad que tiene su parte negativa y en situaciones de dolor y supervivencias extremos es un 'caiga quien caiga'. Es decir, para yo, más o menos, gestionar mi situación exigía todo y más.
-Por último, quería hablar del epílogo porque es un broche perfecto. Me gusta cuando dices que esa historia, que lo que pasa a partir de ahí -la lucha judicial- no te pertenece a ti, sino que nos pertenece a todas, que tú eso no lo querías contar. Y no sé qué opinión tienes a propósito de esta nueva propuesta de ley contra el abuso y la violencia sexual infantil que se está llevando a cabo por parte del gobierno actual.
-Fue un ejercicio consciente y deliberado que la parte judicial y el resultado no formase parte de mi historia. Yo estoy aquí, tengo mi vida, mi familia escogida, mi deseo de vivir. Y no voy a permitir que un sistema judicial me diga cuál es el final de mi historia. Y de ahí que yo afirme que esto no es mío; lo que es mío es mi capacidad de estar aquí, haber roto el silencio, haber denunciado y haberme recuperado. Lo que el sistema judicial y la sociedad decida hacer con esto ya no es mío, es de todas. Es un mensaje muy importante porque sería muy injusto que alguien que haya hecho todo ese esfuerzo se sienta una perdedora porque el sistema judicial no sabe, no quiere o no puede escuchar. En una entrevista me dijeron que mi historia tenía un final terrorífico y claro que lo es, pero no por mí, sino por la sociedad en la que vivimos. Pero ni es un final ni es mío. Para mí, la justicia es que se me escuche, que no se me juzgue, que se me apoye, que esto no vuelva a ocurrir y que haya un reconocimiento de mi historia y de mi testimonio. Y en cuanto a la nueva propuesta de ley, bueno, más allá del nombre, me parece que alargar los plazos de prescripción es muy importante. Pero por mucho que se alarguen estos plazos, si las personas que te van a atender y escuchar parten de un prejuicio, cuestionamiento y duda iniciales pues de poco sirven esos plazos. Se habla de la doble victimización -cuando lo sufres y cuando lo denuncias- pero no es doble, es múltiple: cuando lo sufres, lo compartes, lo denuncias, cuando te dan la razón, cuando la sociedad no te escucha... el círculo vicioso es enorme. Para mí la justicia debe romper eso. A raíz de la publicación del libro, he tomado conciencia de lo difícil que es hablar de esto sin que la gente se quede violentado. Es como una bola caliente en las manos que te quieres quitar. Estos días pensaba en que si como sociedad, en el mundo adulto, somos incapaces de hablarlo, ¿cómo un niño o una niña va a contarlo? En nuestro silencio sepultamos el suyo.