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el tintero / OPINIÓN

Marzo en Valencia es olor a pólvora y pasacalles

Por fin llegó el anhelado mes de marzo, cuando cada año Valencia se convierte en la ciudad de la fiesta, la alegría, la música en la calle y los monumentos que llaman la atención en todo el mundo: las Fallas

3/03/2021 - 

Soñar, recordar, confiar, esperar, desear, tantos verbos podríamos utilizar, el mes de marzo de 2021 ha empezado con un clima perfecto para definir el ánimo de tantos y la situación que vivimos los valencianos (y los españoles): gris plomizo, días fríos y húmedos, un cielo oscuro, poca luz del sol, incluso la lluvia acompañada de barro. Factores que generan una sensación de tristeza y pesadumbre que pese al constante espíritu de motivación que intentamos tener, parece adueñarse de la situación. 

Hace un año y pese a que escuchábamos lo que sucedía en la lejana China, empezamos el mes de marzo como siempre, con la ilusión puesta en las fiestas josefinas y todos los eventos que la rodean, en estos días iniciales nada nos hacía imaginar que un año después estaríamos como estamos. Ahora es difícil analizar con perspectiva y sobre todo objetividad el fenómeno mundial generado por la pandemia del Covid19, en el futuro sin duda se escribirá y se estudiará. Pero ya podemos afirmar que esto está siendo una especie de tercera guerra mundial, no como creíamos, pero sí como algunos decían: bacteriológica, virológica, a través de un virus de baja letalidad, pero altamente contagioso. 

Empezamos a asumir que, pese al año vivido, la situación no volverá a la normalidad deseada próximamente, quizá un año más, ojalá no más tiempo. La vacunación es la tabla de salvación a la que nos acogemos y en la que confiamos todos, pero cada vez que aparecen nuevas cepas la sensación de inseguridad y total incertidumbre invade los pensamientos de la mayoría. Hay algo que suele repetirse siempre que se habla de pensamiento positivo y actitud proactiva para afrontar la vida, y es aquello de que no tenemos porque preocuparnos tanto de cosas que quizá sucedan o no, que debemos vivir y disfrutar el presente. Suelen decirnos que pasamos demasiado tiempo preocupados por cosas que jamás sucederán. Como diría José Mota “y si sí”. 

FOTO: EVA MÁÑEZ

Me van a permitir que frente a ese mantra del universo del positivismo, muy difundido en redes sociales y de mensajería les diga que el ser humano se preocupa, se anticipa, planifica, incluso padece porque a diferencia de otros seres vivos (los animales), los humanos sentimos, queremos, protegemos, reflexionamos, tenemos alma y corazón, pensamiento y sentimiento y por ello es bastante lógico que pensemos que nos deparará el futuro más próximo, si la normalidad llegará en 12 o 24 meses o nunca, si aparecerá un nuevo virus así “espontáneo” en unos años o no. Perdonen, pero el exceso de carpe diem me parece una incitación a una actitud algo pueril y frívola, cuando en los aspectos importantes de la vida debemos planear y prever qué estudiamos o con quien compartimos nuestra vida o nuestro negocio. Por lo tanto, creo que es natural e incluso recomendable la preocupación de muchos para la confusa situación que vivimos.  

Y mientras tanto, los valencianos que sabemos lo que significa marzo, como los castellonenses, porque ambos celebramos nuestras fiestas patronales y damos la bienvenida a la primavera, y a partir de ahí todas las ciudades de España celebran sus fiestas y salen a la calle y las plazas. Vamos a enfrentarnos al segundo año consecutivo sin unas fiestas que además de la alegría colectiva y el alborozo natural, generan y mantienen empleos e industrias de gran valor para nuestra tierra: los artistas falleros, la indumentaria, las joyas y aderezos, y todo el sector de la hostelería y restauración que tiene en este tipo de celebraciones un importante revulsivo. Las autoridades locales y autonómicas aseguran que dan ayudas más que otras partes de España, pero los colectivos siguen quejándose pacíficamente y siguen viendo como peligran miles de puestos de trabajo e incluso sectores económicos casi al completo. Dios quiera que sea el último mes de marzo en el que Valencia no huele a pólvora y sus calles no se llenan de valencianos ataviados con sus trajes regionales llenando las calles de color y calor y homenajeando en la tradicional ofrenda a nuestra patrona a la que ahora, más que nunca, pedimos amparo en esta complicada y dura época que estamos viviendo. 

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