VALÈNCIA. El trance. O aquello que València interpreta como una excepcionalidad asombrosa y no deja se ser el proceso de equilibrio porcentual entre el espacio público* y el espacio para el coche. Asfalto delimitando el escándalo. Sucede allá donde la resistencia es más furiosa que la comprensión transformadora.
(*) Uy, una acotación: El arquitecto Javier Molinero (aka Sr.Mixuro), desde su estudio de arquitectura y ciudad, pide puntualizar antes de conversar. “El espacio de aparcamiento de vehículos ya es espacio público. Se ha decidido dedicar a esa función porque venimos de un proceso de asunción de la lógica del transporte privado como marca de superación personal. Ha sido un proceso gradual por el cual todos tenemos el ‘derecho’ a poseer un vehículo motorizado aunque las matemáticas de ese proceso lleven al colapso de la circulación, la contaminación del medio ambiente, la pérdida de salud por toxicidad y menor actividad física, etc.”.
Hace unas semanas, la asunción urbana. Un fragmento de la calle San Vicente le ganaba con un mordisco espacio a la superficie de aparcamiento. Área para viandantes, bancos, plantitas y pintura verde. Un paso táctico, se dijo. El simbolismo de ocupar aquello que no era propio del transeúnte. Todo un escándalo.
O, quizá, tan solo una resolución de porcentajes. Interviene el colectivo urbano Crearqció: “No buscamos tampoco criminalizar la necesidad de aparcamiento, nosotras mismas necesitamos el coche algunos días y lo tenemos aparcado en las calles. Pero es importante entender que durante muchos años el diseño funcionalista de las secciones de espacio público han priorizado el espacio destinado a los coches y por lo tanto, ahora es necesario repensar cuál es la proporción habilitada para cada uno de los elementos (coches, personas, bicicletas, vegetación, mobiliario) como una de las claves para lograr la regeneración del espacio público como espacio social y de encuentro”.
Javier Molinero prosigue: “La actividad "aparcamiento privado" ocupa mucha superficie para el rendimiento que ofrece en este sentido. Hoy en día la variedad existente de las maneras de desplazarse por la ciudad la del coche es la menos eficiente”.
¿Qué hacer entonces con esos espacios verdes que están por llegar? Huecos híbridos, posiblemente en tránsito, hasta reflejar su espacio entre la calzada y el tránsito, un zaguán. Lejos de ser ocurrencias exóticas, son más bien un reto espacial común en las ciudades grandes y medias.
Zaguanes escolares: “Tratar el acceso de los niños y niñas en las escuelas mediante este tipo de intervención. Ganar el espacio de dos o tres coches en la puerta de cada escuela puede generar muchos beneficios: mejorar la percepción de seguridad, generar un espacio de transición y relación -a la llegada y a la salida- de la comunidad escolar (madres, padres, niños, niñas, ancianos, maestros...), incentivar los hábitos saludables y la dispersión de los coches parando en la puerta” (Crearqció)
Despavimentando que es gerundio: “Sigo desde hace años a un fundación norteamericana de nombre directo depave, (depavimentar) que se dedican a (con sus propias manos) a eliminar pavimentos allí donde entienden que ya no son necesarios, facilitando así la regeneración natural del lugar. Me atrae más por su simbolismo que por el resultado final” (Sr.Mixuro)
El espacio como un lienzo: “A través del tape art, el arte de las cintas adhesivas, ir más allá de la señalización y activar esos espacios como zonas artísticas. Lo hemos visto en París, donde la escuela de arte EPSAA impulsó que los artistas intervinieran en una parte de la ribera del Sena, subrayando el valor añadido de esa área pública; en València nosotros hemos intervenido en lugares como la explanada de la Fundación Bancaja, convirtiendo un lugar de paso o de terraza en una verdadera plaza”. (Colectivo TAV).
Más allá de la terraza: “Uno de los riesgos a la hora de intervenir es que no se analice bien la situación real de la calle (y sus flujos de paso) y que la eliminación de los aparcamientos provoque la muerte de la poca actividad que tuviera. O que cambiemos por otros usos donde ya hay saturación, como las terrazas de hostelería. ¿Sabes que la ordenanza de ocupación del espacio público de València no permite poner terraza a ningún comercio que no sea hostelero? Una librería o una peluquería no pueden obtener permiso para ello…” (Sr.Mixuro), “Uno de los mayores riesgos es el de cambiar un modelo de privatización por otro. Por ejemplo, que el espacio recuperado bajo el claim "espacio para la ciudadanía" pase a inundarse de terrazas. Es cierto que al menos las terrazas generan uso en el espacio público (y no sólo dormitorios de coches), pero, ¿qué tipo de sociedad somos, si sólo somos capaces de generar relaciones de consumo con el espacio de nuestra ciudad?” (Creaqció).
Aplicar el espíritu fallero: “Las Fallas como ejemplo. Quizás no es la transformación que nos viene a la cabeza de primeras, pero nos parece un caso digno de estudio: cómo la ciudad de València (con la escala que ya tiene actualmente) puede transformar su relación con el espacio público durante 10 días al año.
Dejando de lado la polémica de las carpas y la privatización, a la que ha tendido la fiesta, es un gran referente respecto a lo que supone reconquistar las calles y los espacios del coche.
La celebración de una fiesta popular tiene intrínsecamente un valor especial, respecto a lo que hablábamos antes de la actividad relacional, por su simbolismo cultural e identitario. Pero además porque, con la plantà de las fallas en muchas esquinas, ocupamos físicamente el espacio del coche generando lo que muchas personas creen el caos, pero lo que nosotros entendemos como una gran oportunidad de revincular a la ciudadanía con sus calles”.