Masiá, el dorsal nº 19: el calvo centenario

Las ilustraciones en materia deportiva están siempre en manos de grandes genios que dominan el arte del dibujo a plumilla o lápiz plasmado sobre el papel. Juan Masiá López fue uno de ellos. Masiá nació en 1899 en el municipio de Requena. No jugó en el primer equipo de Mestalla ni en el filial, pero dominaba a la perfección la caricatura. Un maestro del perfil fino del dibujo. La sede social de Reino de Valencia ubicada en el número 19, contó con su trabajo más íntimo en la historia viva del valencianismo gráfico. Sobre una de las paredes, de una de sus salas, Masiá plasmó, retrató y pintó a modo de collage, la figura de un jugador de aspecto desenfadado, bonachón, sin cabello y corpulento con sus dos manos ocupadas levantando nuestra verdadera poción mágica, los trofeos cosechados por el Valencia. Quedó proyectado sobre aquella pared blanca regada por fotografías, trofeos y banderines que servían de pinacoteca visitada a diario, por socios, jugadores, empleados, directivos. Tras el traslado de la sede social de Reino al pabellón social construido en la Avenida Aragón en 1972, se perdió el rastro del mural de Masiá.

Su carrera profesional estuvo vinculada al mundo del periodismo y el arte. Masiá fue pintor, dibujante, acuarelista, y destacó por su maestría en el arte del dibujo y la pintura. En los años cuarenta inició su trabajo para la revista deportiva Torneo, y acercó su arte humorístico a los lectores de las crónicas deportivas con sus desenfadadas e ilustradas viñetas. Algunas de ellas son realmente divertidas y emanan un humor elegante y fino como Sueños de los presuntos  cuartofinalistas  o  El campeonato de liga visto por Masiá. 

El reconocimiento a su laborioso trabajo tuvo su apogeo en la década de los sesenta. En diciembre de 1966 recibió un cálido homenaje de la Asociación de la Prensa, ubicada en la calle Pintor Sorolla nº 5,  con una exposición de su colección de paisajes de la España retratada por el artista. Tres años más tarde, el Valencia CF celebraría sus bodas de oro. Masiá fue un invitado de honor en el Ateneo Mercantil, edificio situado a pocos metros del kilómetro cero del valencianismo deportivo, el desaparecido Bar Torino, el origen.  En el acto celebrado de la revista oral Algirós, -nombre que daba al primitivo campo de fútbol del Valencia CF- Masiá se alzaba al estrado preparado para aquella presentación bajo el título "El humor en la información". Con tan sólo un caballete, papel y unas pinturas, dibujaba la silueta de dos jugadores, la de un padre con su hijo que representaban al Valencia CF y al Mestalla CD celebrando la efeméride, ante el numeroso público que abarrotaba el Ateneo deleitando al respetado. Masiá fallecía dos años después, el año en el que el Valencia de los Roberto Gil, Paquito, Abelardo, etc. se alzaban con su cuarto titulo de liga. El jugador de Masiá fue perdiendo visibilidad en los años ochenta y apartado de la mercadotecnia che. 

El legado artístico de Juan Masiá es diverso y generoso con nuestro territorio. Sus pinturas al óleo demuestran un profundo dominio del uso de los pinceles y la paleta, destacando los bellos paisajes costumbristas de nuestra tierras retratados por él. Masiá era una artista polivalente. Requena, ciudad natal de Masiá, le agasajó con una placa en el callejero municipal reconociendo su meritoria labor al frente del arte. Hoy una de sus vías porta su nombre.

Ofrecerle el dorsal nº 19 en el año del centenario, e incluso cederle a perpetuidad, la capitanía de la ilustración del humor che, es un requisito de obligado cumplimiento por el Fórum Algirós. La fundación debe recopilar todo su trabajo para dar vida a una exposición permanente. La afición se lo merece. Masiá es parte de la historia viva del club de Mestalla. Démosle vida a su muñeco, démosle vida a Masiá. Démosle una pincelada de humor al centenario. No le hagamos ese feo, se lo merece. Masiá es leyenda del otro centenario, el de Mestalla por dentro.