Más rodeados de incomprensión que de secreto, la leyenda negra sigue pesando sobre ellas asociaciones de «hombres [y mujeres] libres y de buenas costumbres»
VALENCIA.- «Soy aparejador, es decir un verdadero masón operativo», asegura Jesús López Amigo, que ingresó en la logia Blasco Ibáñez en el 2000, casi en la misma fecha en que cumplía 33 años. La frase es un pequeño chiste para iniciados —de esto último saben mucho los masones— ya que alude a la vez a los tiempos en los que el nombre simplemente significaba ‘obrero’ (en francés) y cuando todavía no existía la llamada masonería especulativa, la que hoy conocemos.
Un juego de palabras que, además, refleja el desconocimiento de esta escuela de ciudadanía que en España no ha podido desprenderse de una leyenda negra que debería haber muerto con la llegada de la Democracia. De hecho, la mayoría de logias con las que ha hablado Plaza sigue manteniendo una reserva (afortunadamente, condenada a desaparecer) que podría parecer exagerada, pero no lo es. Más de una vez han visto a las puertas de sus talleres pintadas amenazantes por parte de grupos de extrema derecha. No es ni mucho menos lo habitual, pero aún ocurre.
Explicar la masonería no es tarea fácil. Loquillo decía del baloncesto que es un deporte individual que se juega en equipo y algo de eso hay en estas fraternidades profundamente democráticas. En primer lugar, hay que entender que es un camino personal, un itinerario de mejora interior definido por el VITRIOL, un acrónimo que remite a la alquimia (en concreto, a su poder transformador), hunde sus raíces en Dante y significa «visita el interior de nuestra tierra, que rectificando encontrarás la piedra oculta», algo así como el aforismo griego «conócete a ti mismo».
«Esa piedra está en nuestro interior», explica Rosana Arques, la Venerable Maestra de la logia Ítaca (con sede en Alicante pero con veinte hermanas de toda la Comunitat Valenciana y Murcia). «De donde no hay no se puede sacar, por eso lo que hace la masonería es tallar las imperfecciones de esa piedra que todos llevamos dentro para pulirla, como hacían los constructores de las catedrales», añade. Otra metáfora.
Ese tránsito interior se hace dentro de las logias y las tenidas (reuniones), que se llevan a cabo en los talleres (lugares de encuentro) de estas fraternidades con arraigo local pero de carácter supranacional, donde los elementos simbólicos y rituales son fundamentales y de las que sólo pueden ser miembros hombres y mujeres «libres» y de «buena conducta».
Desde el punto de vista simbólico, dos son las herramientas más conocidas: la escuadra (la materia) y el compás (el espíritu), que recuerda que sus orígenes son las construcciones de las catedrales. La primera simboliza la virtud, mientras el compás marca los límites que cada hermano debe mantener con respecto a los demás. De la relación entre ambas dependen el grado del masón.
¿Y cómo se consigue? «Hablando; en las tenidas lo que se hace es hablar», apunta López. Pero no de cualquier manera: las intervenciones se preparan concienzudamente, los tiempos están pautados así como los turnos. La regla de oro es el respeto: no se atacan las posiciones de nadie (las referencias ad hominem ni se plantean), sino que las intervenciones son en positivo. Las discrepancias se valoran como el oro, ya que es lo que hace avanzar a cada hermano en su itinerario personal.
El estudioso Pepe Rodríguez, en su libro La masonería al descubierto (Temas de hoy, 2006), definió estas asociaciones como antisectas: es muy difícil entrar pero muy fácil salir. Como explica el catedrático de la Universitat de València Enrique Andreu, Venerable Maestro de la Logia Lluís Vives (adscrita a la Gran Logia Simbólica de España), «desde que una persona hace la solicitud hasta que es aceptada pueden llegar a pasar dos años. Primero envía una carta, se estudia la petición, se le entrevista más de una vez, debe superar varias votaciones antes de ser admitido... y luego ingresa como aprendiz y suele tardar otros dos años para llegar a Maestro. Para abandonar la masonería basta con enviar una carta».
Aunque el miedo a la masonería es totalmente injustificado, lo del desconocimiento no lo es tanto. Hace falta paciencia para poder distinguir conceptos como masonería operativa (los grupos de obreros que construían catedrales) de las especulativas (la actual, que nace a principios del siglo XVIII en Londres); algunas son más prácticas y otras más filosóficas (incluso las casi esotéricas); otras son de Altos Grados (una especie de masonería dentro de la masonería)... Luego las hay que saben navegar entre las regulares (las que tienen su origen en la Gran Logia de Inglaterra), las continentales (o irregulares o liberales y adogmáticas, cuyo origen está en Francia), las ‘salvajes’ (que no dependen de ninguna orden) y los bultos sospechosos (tipo la italiana P2, de infausta memoria). Luego hay sólo de hombres, sólo de mujeres, y mixtas. A eso se pueden sumar los ritos que siguen, de los que hay censados cerca de 124 en todo el mundo. Todo un puzzle.
En la Comunitat Valenciana hay, al menos, cinco grandes órdenes que suman un total de medio centenar de logias. La orden más numerosa, con mucha diferencia, es la Gran Logia de España, cuyo Gran Maestro es el abogado valenciano Óscar de Alfonso. A ella pertenecen unas 26 logias de la Comunitat (sólo en Valencia hay dos y una docena más en la provincia), unos 800 hermanos. Frente a éstas se encuentran las de carácter liberal y adogmático, coordinadas en el gran Espacio Masónico de España. La lista incluye al Gran Oriente de Francia (representada por la Blasco Ibáñez), Derecho Humano, la Gran Logia Femenina de España (de la que forma parte la logia Ítaca), y la Gran Logia Simbólica (a la que pertenece la Lluís Vives). Entre todas ellas suman unos dos centenares de miembros.
La masonería parece cosa de otra época, pero no lo es. Su lucha es por darse a conocer, pero no necesariamente por aumentar en número. «El que está destinado a ser masón acaba llamando a la puerta», cree Andreu. A veces es tras haber leído un libro o un artículo; otras, al descubrir que Mozart, Voltaire, Mark Twain o George Washington lo eran. «Si ellos habían pertenecido a la masonería, algo bueno tendría», pensó Yuri Aguilar cuando se enteró. Así, entró en la logia Germanías 8 con apenas 18 años y actualmente, con 27, es probablemente el Venerable Maestro más joven de España.
Y es que la juventud es otra cosa a tener en cuenta. La masonería no quiere cantidad sino calidad. Sumado a lo complicado del proceso de acceso, explica por qué el crecimiento es lento. La que más aumenta (tanto en miembros como en logias) es la Gran Logia de España pero todas van ganando miembros y no dejan de atraer a jóvenes (entendiendo por jóvenes los de entre 25 y 30 años).
Lo que diferencia a la masonería española de la del resto del mundo es el elevado nivel de discreción o reserva que puede dar la falsa imagen de secretismo. «A nosotros nos gustaría que, como en los demás países, ser masón se incluyera como dato en el currículum cuando alguien va a buscar trabajo», explica Aguilar. «A los nuevos miembros les recomendamos que, como mínimo, su círculo más cercano sepa que ha ingresado en una logia. Si lo quiere hacer público es cosa suya», añade. Se trata de evitar casos como el de un aprendiz que, una vez al mes todo de negro y bien arreglado, salía de casa y regresaba pasada la una de la mañana y no le había dicho nada a su mujer. Lógico que sospechara. Al final, varios de sus hermanos tuvieron que hablar con ella para que vieran que la explicación que le había dado no era del tipo «el perro se ha comido los deberes».
Lo del currículum sería una forma de visibilizar la masonería, pero tiene una razón más de peso: es una garantía. Primero, para solicitar el ingreso en una logia hay que tener formación (no necesariamente académica) y el compromiso con ciertos valores. Por otra parte, el proceso de entrada es mucho más riguroso que una entrevista de trabajo. Lógico que ser masón se considere en todo el mundo como un mérito. De hecho, la estructura de la masonería se ha copiado —adaptándola a las circunstancias— en multitud de ocasiones: desde la Mafia (algunas plagian hasta el aspecto ritual) hasta los servicios secretos.
La gran pregunta sobre los masones es al respecto de su poder en la sombra. La respuesta es que en España no tienen mucho. Para empezar, la jerarquía no implica poder: un masón de grado 33 no le dice ni a un aprendiz lo que tiene que hacer o decir. Los miembros de las logias no se caracterizan por su elitismo sino más bien por todo lo contrario: amas de casa o taxistas comparten tenidas con empresarios o abogados. Políticos en activo hay pocos, y ninguno en la Comunitat Valenciana (uno, del PP, se quedó a un tris de entrar en Les Corts). En el gobierno sí ha habido (Jerónimo Saavedra, Matilde Fernández o Ernest Lluch son los más conocidos), pero nadie cree que Juan Carlos I o José Luis Rodríguez Zapatero (dos nombres que siempre salen) hayan pertenecido a ella.
Yuri Aguilar lo intentó como cabeza de cartel de UPyD en 2015 pero se quedó fuera. Su compañero Julio Lleonart, en cambio, sí que llegó al Congreso como número 3 de su formación (aunque sólo estuvo seis meses). Seguro que hay más de otros partidos. En otros países democráticos, en cambio, es inevitable cruzarse con ellos en los pasillos de las más altas instituciones políticas, económicas o sociales y a nadie le extraña lo más mínimo.
«¿Un entramado de poder? Falso. Otra cosa es que si necesitas un abogado o un electricista y tienes un hermano que lo es, acudas a él. En eso no creo que nos distingamos del resto de asociaciones», apunta Aguilar. «El único poder que tenemos es el de intentar, a través de nuestros actos, mejorar la sociedad», puntualiza Jesús López.
En el pasado era distinto. No buscaban el poder pero los hermanos sí solían ser gente poderosa. Para ser masón hacía falta dinero, tiempo y cultura, tres cosas que sólo estaban a la altura de unos pocos. Además, siendo la cooptación el sistema más habitual parar ingresar, en un contexto de sociedades con escasa movilidad social, es fácil entender que fueran un imán para gente influyente.
Para ser masón el dinero no es obstáculo. Hay un pago por ingresar que suele rondar los 150 euros a los que hay que sumar entre 20 y 40 euros más al mes para los gastos de funcionamiento (las cifras varían ligeramente según la logia). Algunas hermandades comparten taller para abaratar costes y una de ellas, cosa curiosa, ocupa ahora lo que fue un Salón del Templo de los Testigos de Jehová.
Teniendo en cuenta que una logia es, además, un templo dedicado al respeto, al diálogo y a la tolerancia, hay dos temas que para los profanos llaman la atención. El primero es que no se hable nunca de religión o política. En realidad, eso sólo ocurre en las de origen inglés. «Son dos temas polémicos, así que lo mejor es evitarlos, pero lo correcto sería decir que no se habla durante la tenidas, fuera de ellas sí. Entre nosotros, cuando quedamos fuera, son temas recurrentes», explica Yuri Aguilar. En la Germanías 8, la más antigua de la Comunitat Valenciana y en la que es necesario creer en un ser superior para ingresar, hay cristianos, teístas y judíos, gente de Podemos y del PP y todos conviven sin ningún problema. El juramento de ingreso se hace sobre un libro que contenga la Ley Sagrada, que puede ser la Biblia, la Tora, el Corán...
La segunda cuestión, y que resulta incluso más llamativa que la anterior, es el desprecio, a veces indisimulado, entre las logias de origen británico (y agrupadas en la gran Logia de España) y las continentales. No se pueden ni ver y, de hecho, ni se ven. A las primeras se les critica por elitistas, machistas y conservadoras; ellas responden diciendo que las logias adogmáticas carecen de verdadero contenido espiritual, son poco funcionales y algo escoradas a la izquierda. En lo único que coinciden es en que no quieren saber nada unas de otras.
¿Machistas? «No creo que una logia, por ser sólo masculina, sea machista; todas son feministas ya que todas fomentan la igualdad entre todos los seres humanos», apunta Rosana Arques. «En cambio, en una mixta a veces hay 20 hombres y dos mujeres, y yo creo que si de verdad son mixtas deberían ser al 50%», añade. Su logia comparte taller con la Constante Alona de Alicante, sólo de hombres, y en los Solsticios (unas tenidas que se realizan en esas fechas) llevan a cabo actividades conjuntas. A esto cabría añadir que la Gran Maestre de la Gran Logia Simbólica de España (mixta) es una mujer, Nieves Bayo, o que el Gran Oriente de Francia dejó de ser sólo masculina cuando uno de sus miembros pasó por un proceso de reasignación de sexo y una sentencia evitó su expulsión.
¿Son mejores los masones que el resto de los mortales? Tampoco hay que exagerar, y los hermanos consultados no lo hacen. En las logias se dan problemas como en cualquier asociación con más de un miembro. Para empezar, su alcance es tan amplio que tanto Augusto Pinochet como Salvador Allende formaron parte de la misma logia. En España, por ejemplo, cuando se volvieron a autorizar en 1978, sólo pasaron unos meses para la primera escisión, y en menos de un año ya había habido cuatro. «No somos mejores que el resto, pero sí intentamos mejorar. El que no tiene buen fondo, aquí dura poco», apunta Arques.
El futuro de la masonería no pasa tanto por crecer como por ganar visibilidad. Cada vez son más frecuentes las tenidas blancas (reuniones abiertas al público), los actos de filantropía o las entregas de premios que ayudan a darse a conocer. «Pero la mejor carta de presentación de la masonería son los hermanos, con su ejemplo de vida y su esfuerzo por intentar mejorar la sociedad con sus actos», concluye Jesús López.
La leyenda negra en España tiene nombre y apellido: Francisco Franco. «La Iglesia, desde siempre, ha sido la principal enemiga de la masonería, pero lo que ha ocurrido en España no se parece a ningún otro país», apunta López.
Cuando el dictador António de Oliveira Salazar llegó al gobierno en Portugal, en 1932, prohibió la masonería pero no la persiguió. Así fue hasta que el país recobró la democracia. En Cuba, la revolución los respetó y hoy cuenta con más hermanos que en España y no se ocultan. Lo de Franco es otra historia.
«Está suficientemente acreditado», explica Yuri Aguilar, «que intentó entrar en la masonería en dos ocasiones y fue rechazado, de ahí su inquina». El dictador llegó incluso a publicar, bajo el pseudónimo de Jakin Boor, el libro Masonería (1952), en el que les acusaba de todos los males. Hasta el último día creyó en que una trama judeo-masónica-izquierdista conspiraba contra la cristiana España desde Europa. También estaba firmemente convencido de que Manuel Azaña, el último presidente de la II República, pertenecía a una Logia. «Acudió a alguna tenida pero pronto se desvinculó», matiza Aguilar.
«Hay un dato que habla por sí solo. Antes de la Guerra Civil, en España había unos 5.000 masones y, al final, fueron fusilados unos 3.000 y los condenados por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo llegaron a 18.000», explica Enrique Andreu. De hecho, Franco llegó incluso a dedicar una sala a la masonería en el Archivo de Salamanca con todos los bienes que les requisaron y «que aún sigue abierta sin que se haya cambiado prácticamente nada». Tras la contienda, a diferencia de lo que ocurrió con partidos políticos y sindicatos, a los masones no se les devolvieron sus bienes, eso explica que cuenten con un patrimonio muy modesto, contrariamente a lo que ocurre en el resto del mundo.
Óscar de Alfonso / Gran Maestro de la Gran Logia de España
VALENCIA.- Óscar de Alfonso (Valencia, 1968) es abogado y Gran Maestro de la Gran Logia de España desde 2010. Su gestión se caracteriza por su esfuerzo por sacar a la masonería de la sombra y darle la proyección pública que tiene en otros países.
—¿Es la masonería una sociedad secreta?
—No, es una sociedad discreta. Pero eso es una característica de la masonería española, todavía estamos pagando el precio de la leyenda negra que se fraguó durante la dictadura. Pero también es verdad que estamos haciendo esfuerzos para darnos a conocer. Creo que hay que hablar de distintas situaciones. Es cierto que en algunas zonas de España (sobre todo el centro) hay mucha reticencia de los hermanos para reconocer su condición. En la periferia, en cambio, es algo que se vive con mucha normalidad, incluso total. En Palma, donde hay mucha presencia de extranjeros, el 2 de septiembre habrá una procesión en la que participarán varios centenares de hermanos. Saldrá de un taller y acabará en una iglesia.
—¿En una iglesia? ¿Pero no ha sido la Iglesia Católica el gran 'coco' de la masonería?
—Yo soy Gran Maestro de la Gran Logia de España desde 2010 y prefiero hablar de lo que ha ocurrido desde entonces. Si repasamos la Historia, es verdad que la relación entre la masonería y la Iglesia es la crónica de un desencuentro. Hemos sido su bestia negra, pero no hay que olvidar que ella ha sido la nuestra. Como siempre, el principal problema es el desconocimiento mutuo, pero no hay que olvidar que la masonería es una corriente espiritual del cristianismo.
—Algunos se sorprenderán al oír eso.
—Puede, pero es verdad. La masonería actual, la especulativa, es heredera de las asociaciones que constituían los constructores de las catedrales. Si la construcción de las catedrales no tiene nada que ver con la religión cristiana yo diría aquello de «pues que venga Dios y lo vea». A eso cabría añadir que la masonería especulativa se crea en 1723 con las Constituciones de Anderson. Pues bien, el tal Anderson era un pastor presbiteriano. Si quiere sigo.
— Sin embargo, hay obediencias ateas o agnósticas.
—En el mundo hay de todo, y yo hablo por la Gran Logia de España. Lo que no acabo de entender es cómo casa eso con la idea de un Gran Arquitecto, independientemente de la idea de Dios que tenga cada uno. En todo caso, los ateos y los agnósticos pueden ser masones en otras obediencias, pero no en ésta. Aquí ni pueden ni deben estar.
— ¿Un cura podría ser masón?
— Por supuesto. Y uno del Opus, y uno del Yunque... Pero no nos equivoquemos, nosotros no prometemos la salvación ni un paraíso: la religión es una cosa y la masonería otra.
— También el tema de la mujer. Ustedes no las aceptan.
— No pueden ingresar en la Gran Logia de España, pero eso no quiere decir que no las aceptemos como seres humanos, que seamos machistas. En primer lugar, hay que entender que una de las obligaciones de la masonería es mantener la tradición, y la tradición es que sean sólo de hombres. Volvemos a lo mismo, hay otras obediencias que sí las aceptan. Otra cosa es que las relaciones personales que se establecen dentro de la masonería son muy intensas y soy de los que piensan que mejor por separado. Yo estoy casado y tengo dos hijas, y ellas también forman parte de mi vida como masón.
— ¿No es paradójica la fractura entre la masonería regular y la irregular? Si tan buenos son todos, ¿por qué no se hablan
— Nosotros no podemos tener relaciones masónicas con logias irregulares, ni ellos con nosotros. En eso por lo menos estamos de acuerdo. Pero a nivel personal sí, no hay problemas. De hecho conozco a muchos masones de otras obediencias y la relación va de lo correcto a la sincera amistad.
(Este artículo se publicó originalmente en el número de agosto de la revista Plaza)