Hay gente a la que le das un huevo y te hace una sartén. Valga esta imagen para señalar que existen seres creativos que abren una nevera, y donde otros sólo ven indicios inequívocos de que un crápula solitario anda cerca, ellos encuentran, entre el moho y la desolación, material suficiente como para regalarte un plato sofisticado
Les das un huevo y te hacen una sartén.
La frase está inspirada en una respuesta de Anne Sexton cuando le preguntaron qué era un escritor: alguien a quien le das un mueble y te hace un árbol. Lo mismo pero al revés. Siempre me gustó esa definición.
El caso es que reflexionaba el otro día sobre la creatividad como forma de subsistencia y sobre la subsistencia como forma de creatividad, y lo hacía viendo MasterChef, en concreto una prueba en que los concursantes, con apenas ingredientes, debían cocinar un plato digno de Michelin. Sí, lo confieso, soy fan de MasterChef, yo voy con Silvia Abril, con José Corbacho y con Edu Soto. Y ya, ya sé que es un reality show y que tras esa apariencia de realidad sin filtros, se manipulan las emociones del espectador con xantana y alginato, con el fin último de que compres su producto, un poco lo que pasa con nuestra política, un poco lo que pasa con nuestra sociedad, un poco lo que pasa con nuestro siglo, que es un reality show de proporciones desbocadas, pero qué queréis, a mí me entretiene.
El caso es que viendo MasterChef pensaba que el proceso culinario escenifica bien el proceso literario: en la prueba de exteriores, los concursantes han de trabajar duro y con orden para producir réplicas a tope, sin descanso. De la misma manera el escritor despliega incansable sus líneas en una primera fase, con profusión y disciplina.
Pero un equipo fracasará y tendrá que ir a la prueba de eliminación. Ese es el equipo que me interesa: el de los fracasados, porque son ellos los que accederán a la prueba final en la que esta vez sí, para salvarse, tendrán que poner en marcha todas las estrategias imaginativas para crear un plato propio, original y rico.
Como el escritor: sólo cuando ha besado la lona, cuando se ha revolcado en el barro del fracaso- desde donde comprende que la idea en la cabeza siempre excede al resultado en el papel-, sólo entonces puede empezar a crear algo propio, original y rico.
Parece probado que existe una conexión íntima entre creatividad y fracaso, y sin embargo hoy en día el fracaso acarrea muy mala fama, y como una consecuencia lógica, a la cultura se la desprecia desde tantos lugares distintos, algunos insospechados. Se lleva el éxito por encima de todo, el éxito que combina con todo, el éxito al que tenemos derecho todos.
¿Os acordáis de cuando el fracaso proporcionaba un aura elegante, casi honorable, entre mística y romántica? Pues hace un mundo de eso. Hoy el fracaso apesta, mancha.
Y sin embargo, sigue siendo el punto cero de la creatividad, al que por supuesto se puede, se debe volver, a lo largo de la gestación obra.
El otro día veía a esos concursantes de Master Chef sufrir, llorar, fracasar y tratar de cocinar una vida mejor, y tenía la impresión de que sí, que ellos sabían que el éxito no es más que un fracaso perfeccionado.
Aunque tal vez fue solo una impresión, un espejismo antes de volver al show de la realidad.