Ante el nuevo uso dado al matadero del antiguo Pueblo Nuevo del Mar, no estará de más echar un vistazo a lo sucedido desde hace casi dos siglos a ese repristinado edificio sito en la calle de Sant Pere del Cabanyal.
Antes de continuar diremos que estas líneas están basadas en la parte dedicada al Pueblo Nuevo del Mar de la tesis doctoral “Los mataderos públicos de la ciudad de Valencia: la constitución de una red” de Danielle Faccin (UPV. Escuela Superior Técnica de Arquitectura). También hay datos tomados de otros autores como el Dr. Juan Bta. Peset y Vidal; Joaquín Díez Pérez y, a nivel gráfico, fotografías del edificio restaurado publicadas por Joan Ribó.
El antiguo Pueblo Nuevo del Mar fue un municipio independiente entre los años 1837 y 1897, formado por las partidas del Canyamelar, el Cabanyal y el Cap de França, antiguos asentamientos surgidos a las afueras del recinto amurallado del Grao de Valencia.
El Grao de Valencia como lugar fundado por Jaime I representó, hasta la constitución del citado municipio independiente, el referente administrativo, social y político de las citadas partidas. En él se hallaban los equipamientos indispensables para la población intra y extramuros, entre los cuales estaba el matadero, en un principio ubicado en un callejón sin salida junto a la iglesia de Sta. María del Mar y que funcionó hasta 1880 cuando se inauguró otro, situado al final de la calle Santa Ana (actual Padre Porta).
Nada sabemos sobre la matanza de ganado y la venta de su carne en las partidas del Canyamelar y Cabanyal hasta el año 1827 cuando, según Joaquín Díez, hay una referencia sobre la existencia de un matadero en la calle de San Pedro junto a las barracas de Pedro Danza, Tomás Trilles y Pedro Llorens, en el Cabanyal (“Valencia y su patrimonio marítimo”. 2010, pp. 158-159). Desconocemos las características de ese equipamiento y su exacta ubicación en la citada calle.
Es en 1843 cuando el Ayuntamiento de Pueblo Nuevo del Mar compra un solar en la citada calle de San Pedro para construir en él un matadero municipal.
La siguiente referencia la hallamos en 1872 cuando se propone una reforma del local consistente en el derribo de la cubierta y su sustitución por otra con la adición de un alero; la erección de tres pilares de sostén del nuevo tejado; la apertura de un pozo de tres metros de profundidad con una pila para la limpieza de las reses sacrificadas; el aumento del nivel del suelo en la zona cubierta para evitar la entrada de agua de lluvia; la construcción de tres cloacas; la pavimentación del recinto con adoquín de rodeno y el revestimiento de los muros con azulejos hasta una altura de dos metros; el revoco y pintura de la fachada y un aumento del vano de la misma hasta alcanzar los tres metros de altura por dos de ancho. Era un edificio rectangular de una sola planta con entrada anterior y posterior (para el ganado), circundado por un muro y con un cobertizo que servía como nave de matanza.
En 1898 (ya bajo titularidad del Ayuntamiento de Valencia) se propone la recomposición de la cubierta y un nuevo alicatado de las paredes interiores.
En 1900 se plantea la reconstrucción del solado bajo el cobertizo, elevando su nivel. En 1903 se solicita la reparación de una escalera de madera (cosa curiosa tratándose de un edificio de una sola planta). En 1907 el Ayto. de Valencia solicita a la Comunidad de Regantes de la Acequia de Mestalla el cubrimiento del tramo de acequia que pasa por la parte trasera del matadero con el fin de ganar espacio. También se propone volver a alicatar las paredes, así como modificar la ubicación de los corrales de ganado menor.
En ese mismo proyecto ya se menciona la intención municipal de construir un nuevo matadero que unificara las funciones de los mataderos de los ya inexistentes municipios Villanueva del Grao y Pueblo Nuevo del Mar. Tal proyecto se materializó en 1929, cuando se inauguró el que hubo en la actual calle Serrería.
En 1911 el Ayuntamiento de Valencia realiza una inspección sanitaria, emitiendo el facultativo un informe demoledor que, por su crudeza, reproducimos a continuación: “causó mi admiración lo raquítico del edificio y su ninguna condición higiénica; pues confundidos y hacinados matarifes y reses, lleno de sangre y residuos por el suelo; reses sacrificadas al lado de las vivas; tropezando siempre con las ya preparadas que cuelgan de ganchos de hierro, oxidados y sucios; piltrafas por todas partes pisoteadas por los mismos matarifes y llevadas con la suela de su calzado hasta la calle; todo revuelto y en desorden; y allá en un rincón una bomba con su pila para la elevación del agua del pozo que allí existe, la cual contiene filtraciones de una acequia colindante a los edificios”.
Son verdaderamente impactantes las condiciones en las que en ese matadero se trabajaba, pero hay que decir, en honor a la verdad, que en la mayoría de esos establecimientos las condiciones higiénico-sanitarias no eran mucho mejores, lo que, sin duda, repercutiría bastante en la salud pública.
La verdad es que la población en general no se preocupaba demasiado por la higiene y la asepsia, pues es muy conocida la fotografía de fines del siglo XIX que muestra a mujeres lavando la ropa en la acequia de Gas (cosa que ocurriría en las demás acequias del Marítimo e incluso en el cauce del río), la que dividía los barrios del Canyamelar del Cabanyal y que fue cubierta (como las demás) en 1912.
Ignoramos también cual sería el régimen alimenticio de los habitantes del Canyamelar, el Cabanyal y el Cap de França en 1911 pero unas décadas antes y según escribió el Dr. Peset y Vidal, la vivienda y la alimentación en esos barrios marineros era pobre y poco equilibrada: “viven hacinados en malas barracas, en el casco de la población y por lo general al frente de la playa, y se alimentan principalmente de salazones y los desechos y aún desperdicios de su pesca, que no pudieron vender y de la más inferior que se cría en el mar, bebiendo agua y usando en su mayoría el ron, la caña y otros espirituosos” (“Topografía médica de Valencia y su zona”. Valencia 1878, p. 501). Comer carne, para la mayoría de nuestros antepasados era un verdadero acontecimiento como lo atestigua un dicho muy popular entre ellos: “lo millor de la mar es el porc”.
Después de tan ajetreada existencia bien merecido tiene el viejo matadero de Pueblo Nuevo del Mar un largo y tranquilo descanso entre libros y refinados eventos culturales.