El padre de Peter Punk y Bardín publica "Rey Carbón", un cómic "que se interpreta de una manera u otra en función del humor que esté cada uno"
VALÈNCIA.- Max, menos conocido como Francesc Capdevila, convirtió la presentación en la librería Bartleby (Ruzafa) de Rey carbón, su último trabajo, en una reunión de amigos a la que asistieron Paco Roca, Calpurnio, Sento, Mique Beltrán, Alvaro Pons... Tampoco faltaron personas normales (aunque aficionadas a los cómics) para celebrar el regreso del padre de Peter Punk, que no llegaba a las estanterías desde El tríptico de los encantados (una pantomima bosquiana), una genialidad editada en 2016 por el Museo del Prado. Un dato habla de la expectación (que no quedará defraudada): En la web de la editorial, el tebeo está agotado desde hace días.
- El ritmo es un pasada, el dibujo es muy sencillo pero... ¿cuánto te ha costado que parezca fácil una historia tan compleja? Me refiero sobre todo al ritmo. Me recuerda a esos libros que había hace años, que pasabas las hojas rápido y era como una película de papel ¿O te ha salido de casualidad?
- [Se ríe] No, de casualidad nada, me lo mío me ha costado. Hay que trabajarlo. Precisamente porque es un libro sin palabras he estado muy atento al ritmo de los dibujos porque, a veces, el ritmo se ralentiza con los textos. Son imágenes muy repetitivas pero que crean ese hipnotismo visual. Muchos me dicen que es como un dibujo animado, pero no era la intención. Ha salido así por como ralentizo ciertos movimientos y también por el modo teatral que uso en el punto de vista. Salva en una o dos viñetas, no me salgo de la visión frontal que tiene un espectador de teatro.
- No puedes evitar ser dibujante de cómic, pero supongo que harás otras cosa para poder permitirte obras como esta, tan personales y tan experimentales. ¿En qué momento te encuentras?
- Es todo muy raro. Es verdad que soy una especie de veterano de los tebeos con cierto prestigio, pero también es verdad que el cómic da de sí lo que da, que es bastante poco. Hace años que mis ingresos vienen de la ilustración. Hacer un libro así es una necesidad, pero también un capricho. Es empeñarte en 'quiero hacerlo y lo voy a hacer'. Pero he tenido que comprarme el tiempo a mí mismo a base de encargos para permitírmelo. Pero llevo años así.
- Tan mal no te irá. De hecho eres titular en Babelia donde has podido desarrollar unos personajes muy vanguardistas pero en un formato tan clásico como son las tiras.
- Sí, siempre me he movido en un terreno donde confluye la tradición con mi visión personal que es actual. Ambas tendencias se concilian
- ¿Y te ves volviendo a hacer un cómic de 48 páginas, con sus personajes, sus tramas…?
- No, no me apetece nada.
- ¿Ese Max de Gustavo y Peter Punk no va a volver?
- No, pero es que además no lo echo de menos. Todo ha cambiado, el mundo en general, el cómic… y sobre todo yo. No tengo ningunas ganas de volver a lo que ya he hecho. Para mi, hacer tres cómics de Peter Punk ya fue mucho.
- Sí, en Pankdinista, donde contaste con un guionista por primera vez en la saga, se notó que no tenías muchas ganas.
- De lo que no tenía ganas era de dibujarlo, pero la historia sí me molaba. Pero estas cosas también obedecen a cosas personales, crisis personales, cíclicas...
- Pero de ahí sale el nuevo Max, el que surge con Nosotros somos los muertos (1993), que hace lo que le sale de los huevos, y que con Bardín el surrealista (1999), autoeditado, logra unas ventas considerables y arrasa en el Salón del Cómic.
- Peter Punk fue un éxito, y aún se conoce y a los jóvenes les gusta, y me alegro mucho... pero fue un momento cerrado y luego, con alguna metedura de pata, hice lo que quise.
- ¿Pero no reniegas de esa anterior época?
- No, para nada. Lo único que me puedo reprochar es que era muy naïf [se ríe]
- Pues las tramas eran finas...
- Sí, un reflejo del tiempo y de mi juventud. Como Gustavo, responde a un momento.
el clima es un poco asfixiante, pero hay muchas formas de ser contestatario sin necesidad de ser tan evidente
- ¿Y ahora se podría hacer algo así? Droga, violencia y escaso respeto por las instituciones... Ahora tendrías a los punkis diciendo que así no se peinan, a los vendedores de cuchillos que no les tienes respeto, los skaters dicendo que es un insulto a Powell y Peralta… No solo la censura institucional de siempre sino la de las bandas de ofendiditos. Antes, contaba Kim, que Martínez el Facha le gustaba mucho a los ultras.
- Censura, o intentos de censurar, ha habido siempre. También en los 80 había gente que nos llamaba de todo, pero esa especie de censura social es nueva y es terrible.
- Pero no te has cortado y has llamado a tu tebeo El rey Cabrón. Cualquier día te llaman de la Audiencia Nacional.
- No, no... se llama Rey carbón, carbón.
- [Tierra, trágame] Pues mejor, tal y cómo está el patio...
- Es verdad que el clima actual lo complica mucho. No se deben poder hacer cosas así porque no se hacen. Los dibujantes jóvenes van por otro lado. Sí, el clima es un poco asfixiante, pero hay muchas formas de ser contestatario sin necesidad de ser tan evidente. A eso me refería cuando digo que era naïf, que era ser simplón. Todo era muy evidente, pero es lo que haces cuando tienes 20. Luego te das cuenta de que la vida tiene su matices, sus cosas…
- Sí, pero también tenía sus cosas buenas. Como el mítico especial del 23 F. No os esperasteis ni a que la gente pasara el duelo o al aniversario, en abril ya estaba en la calle. Y no era una crítica contra el golpe, sino reíros de todo a costa del Tejero y compañía, pero pillaba todo el mundo ¿Te imaginas eso con la tumba de Franco o Cataluña?
- La verdad es que no me lo imagino, y nadie lo hace, así que será que no se puede.
- ¿Y cómo se gestó?
- Pues el día 24 nos reunimos en la editorial y decidimos sacarlo. Nos fijamos una plazo de dos semanas para hacerlo, y eso que para El Víbora tardábamos un mes. Sorprendentemente, porque éramos unos descontrolados y todos entregábamos tarde y eso, pero esta vez cumplimos todos. Lo que tardó luego en imprimirse y, a la calle.
- ¿Y cómo fueron esos primeros años de El Víbora?
- Geniales, fueron geniales
- Le pregunté a Gallardo lo mismo y me dijo que todavía os lo pasasteis mejor Mariscal, tú… cuando todo era todavía mas underground.
- Al final, El Víbora era una revista, y tenía que tener ingresos y todo eso. Gallardo se refiere al underground de verdad, cuando te editas y te vas por ahí a venderlo, pero El Víbora salió siete años más tarde. Allí coincidimos todos, los que venían de los cómics como El rrollo enmascarado, como yo o Mariscal, o prensa alternativa como Disco Express. Espiritualmente éramos todos muy anarquistas, eso es verdad, y así salía lo que salía. Todo lo decidíamos entre todos en asamblea… perdón, en reuniones [se ríe]. El editor, Josep María Berenguer, participaba y opinaba, pero su función era más de coordinar que de dirigir. Los primeros tres años fueron geniales, el ideal autogestionario, pero aunque la revista siguió mucho tiempo siendo genial, no era lo mismo.
Berenguer, participaba y opinaba, pero su función era más de coordinar que de dirigir. Los primeros tres años de 'el víbora' fueron geniales
- ¿Es verdad que no os drogabais tanto como se ha dicho o son calumnias?
- Al principio no mucho, bueno canutos pero eso no cuenta. Luego empezamos a ganar más dinero y a tener cierto poder adquisitivo para drogas mas duras y se fastidió el invento. Eso causó fricciones y desuniones.
- ¿Y anécdotas tendrás mil? Por ejemplo, Nazario debió ser un anécdota en sí mismo.
- Había ficción en su personaje, pero es verdad que hacía lo que le daba la gana y sin esconderse. Es el padre de todo esto, el que lo tenía muy claro que había que hacer los cómics que hacíamos. Claro, luego llegaban cartas con amenazas de muerte… bueno, y también gente que desde la cárcel pedía suscripciones gratuitas. Tan malos no serían cuando tenían esa sensibilidad artística.
- Pero también hubo problemas en el paraíso...
- Sí, al cabo de un tiempo vimos que la revista se vendía muy bien, pero que nos seguían pagando lo de siempre, así que amenazamos a Berenguer con una huelga. Se pensaba que no haríamos nada, pero a los quince días estaba acojonado. Al final nos subió el sueldo.
- ¿Y cómo era Berenguer? ¿Cómo Josep Toutain?
- Nooooo, era otro perfil. Yo no trabajé para Toutain, así que no digo nada porque conmigo era muy correcto, pero creo que yo no hubiera podido trabajar para él. Berenguer era otro tipo de gente. Complejo, pero era más paternalista, éramos como sus hijos descarriados. Él no venía del mundo de los cómics, y controlaba más de otras cosas, y eso fue bueno porque al principio contaba mucho con nosotros. Era un tipo muy entusiasta, pero es verdad que la cosa funcionaba gracias a él.
- ¿Y quién se inventó eso de la Línea Chunga y la Línea Clara?
- Eso a nosotros nos daba igual, éramos todos amigos, y había trasvases entre publicaciones. De hecho yo iba a publicar en Cairo, pero se torció cuando echaron a Joan Navarro. Eso fue un invento de Ramón de España y Onliyú que empezó en plan broma y trascendió… pero vamos, una chorrada.
- Por cierto, me olvidaba, ¿cómo definirías Rey carbón?
- Creo que lo hace tan especial es esta cosa de contar una historia que fluye en distintas direcciones, que no sigue la estructura clásica de planteamiento-nudo-desenlace y que está abierto a las interpretaciones de cada lector, y cada uno verá una cosa distintas. Y sobre todo que es el dibujo hablando por sí mismo.