VALÈNCIA (EP). El escritor Eduardo Mendoza considera que la universidad española "se ha convertido en una máquina que funciona un poco por inercia, que no siempre está a la altura de las necesidades" y por tanto, debería ser objeto de una reforma, aunque admite que no tiene "la menor idea de cómo se soluciona eso".
Así se ha manifestado el novelista en declaraciones a los medios tras ser investido doctor honoris causa por la Universidad Internacional de Valencia (VIU) --apadrinado por el poeta y miembro de la Real Academia Española Pere Gimferrer-- al ser preguntado si considera que se está educando bien a los jóvenes en la España actual.
Aunque ha indicado que habla "un poco por hablar", dado que está actualmente desvinculado de la universidad en la que estuvo hace un tiempo dando clases, ha admitido que "debería haber una reforma", pero no sabe cómo se podría solucionar esta cuestión.
Mendoza (Barcelona, 1943), que la semana que viene lanza su nueva novela, 'El negociado del yin y el yang' --con la que continúa la serie iniciada de la mano de 'El rey recibe' (2018), también se ha pronunciado sobre la situación política actual.
Tras rechazar durante su discurso la vanidad en el mundo de las letras, y ante la pregunta de si cree que también les ha sobrado a los políticos en los últimos tiempos, el escritor ha indicado que no sabe si es vanidad o ambición pero ha defendido que no se puede meter a todos "en el mismo saco" pese a que hay motivos "de decepción y desilusión" respecto a la clase política.
"Pero eso no quiere decir que todos sean iguales, que da lo mismo quien mande, que va a ser igualmente un inútil y un sinvergüenza. No es verdad y vamos a hacer el juego a los inútiles y sinvergüenzas si pensamos así", ha señalado.
A su juicio, la vanidad ha estado presente en todas las sociedades, y hay ejemplos que así lo demuestran como las fábulas de Esopo, como sinónimo "de tonto", y es "sorprendente" que aunque todo el mundo sabe que "es un signo de escasez, sigue practicando con entusiasmo, nadie es ajeno".
Además, sobre el recurso hoy día al humor y la ironía tan presente en sus obras, ha señalado que "las cosas nunca están para muchas risas porque siempre pasan cosas trágicas y a cada uno le toca aguantar su vela, pero el humor está ahí y es una manera de estar en el mundo".
Por ello, Mendoza ha apuntado que "no hay que estar todo el día riéndose a carcajadas porque eso lo hacen los tontos, pero sí poner un poco de humor de vez en cuando no sobra".
El autor catalán, que ya reflexionó sobre la situación de su tierra natal en 'Qué está pasando en Cataluña' (2017) y afirmó entonces que estaba inmersa en "un lío que, por fuerza, tiene que acabar mal", también ha sido preguntado sobre cómo ve el escenario actual: "Lo veo como lo veía el año pasado, porque no ha habido un cambio fundamental".
Respecto a si se lo plantea como escenario para una de sus novelas, ha indicado que "como tema literario de momento no" porque considera que los acontecimientos muy próximos, y sobre todo los que todavía se están produciendo, son mal material para la literatura, que requiere un poco de distancia y de frialdad respecto a lo que se cuenta". "No está en mis planes", ha aseverado.
Respecto a la influencia que van a tener las nuevas tecnologías en la forma de leer, Mendoza ha señalado que este es un momento de grandes cambios que está cambiando incluso la manera de pensar, ya que ahora "las facultades individuales están supeditadas a las nuevas tecnologías" y él mismo es incapaz de recordar números de móvil. "Si un día me quedo sin móvil es como si me quedara catatónico. Eso no tiene marcha atrás, está bien, no sé, tampoco ahora llevamos barba como en la Edad Media, no creo que haya que ponerse muy trágico en este aspecto", ha agregado.
El ganador del Premio Cervantes 2016 ha recibido el título, birrete y medalla de la mano de la rectora de la VIU, Eva María Giner, y se ha olvidado del discurso que llevaba escrito para dirigirse a los presentes, ante los que ha expuesto los que, a su juicio, son los "grandes peligros" que acechan a los escritores: la vanidad, el engreimiento, la pereza y la desidia.
Ha añadido también la jactancia, es decir, "dar lecciones a los demás", algo que unido a la edad coloca a la persona "al borde de decir a los demás lo que tienen que hacer".
Mendoza, que ha recordado que su título universitario (Derecho) no tiene nada que ver con el mundo de la literatura, se ha preguntado por qué una institución universitaria, que está "poblada de profesionales del saber", distingue a un novelista como él cuando los escritores son "profesionales de la ignorancia".
"Tenemos que seguir escribiendo porque tenemos que seguir luchando contra una ignorancia que es innata en todos nosotros, sobre todo en el escritor, que ha hecho de esta ignorancia su profesión", ha dicho, subrayando que el reconocimiento es "bueno para todo el mundo y especialmente para el escritor de ficción, que trabaja a solas y casi a oscuras mirando dentro del cerebro", con la incógnita de no saber si lo que escribe tendrá sentido y el riesgo de hacerlo "mal o muy mal".
Por ello, ha indicado que estos reconocimientos sirven para "tranquilizar y estimular", aunque ha apuntado a la contradicción que supone, ya que el narrador desea ser invisible, que sus mundos y personajes tengan vida propia y no se le vea a él moviendo los hilos. Hoy, ha dicho, se permite el lujo de gozar "de todas las vanidades y jactancias" de las que ha intentado privarse.
Asimismo, ha lanzado un mensaje a todos los padres, recordándoles que una de sus funciones es "leer un poquito cada día a los hijos para inculcarles no la costumbre, sino el vicio incurable de la lectura".