Cuando prescindes de todo lo superfluo, sólo queda la emoción. Tan fácil y tan difícil.
Todo lo demás (el discurso, la técnica y las intenciones) poco importa cuando la piel se eriza y el amor —sí, el amor— toma las riendas del escenario. Exactamente eso sucede, cada día y cada noche, en Nozomi.
Menos es más —es el mantra del arquitecto Mies van der Rohe y también de Henri Cartier Bresson, quizá el fotógrafo más importante del siglo pasado (o eso afirma sin titubeos el MoMa) culpable también de la frase que arranca esta crónica y de aquella inmensa verdad que siento grabada a fuego: “Fotografiar es colocar la cabeza, el corazón y el ojo en un mismo eje visual”. Cabeza, corazón y mirada. Es exactamente mi idea del restaurante perfecto. Cabeza, corazón y mirada. Nozomi.
Simplemente confía:
¿No revolotean así
También los pétalos?
Es un haiku del escritor japonés Kobayashi Nobuyuki, que Nuria Morell conoce bien —pero ella no lo dice, Nuria no lo dirá y seguirá a lo suyo bajo ese infinito manto de cerezos en flor que dibuja tan bien esa otra València con la que algunos soñamos. Esta es. Nuria es el cuchillo y el corazón de esta calle de Kioto en pleno Ruzafa que ya siento un poco como mi casa; ellos lo saben y yo no he venido aquí a esconderme: Nozomi es un milagro y cada plato (nigiris de salmón braseado y calamar con wasabi, sashimi de toro o temaki de ventresca) es un pequeño prodigio un poco culpable de que este sushi-bar sea hoy el japonés más deseado de España (lo es: la mesa con más lista de espera muy por encima de Kabuki Wellington o Koy Shunka). Jose Miguel Herrera, Nuria Morell y Clara Vidal. Cada día, y cada noche, una honesta carta de amor a la cocina japonesa más esencial. ¿Sus versos? cientos de haikus que llegan hasta la mesa disfrazados de platos, afectos y emoción. Hasta que solo queda emoción.
—No te pierdas
Sin ningún lugar a dudas: dejarse llevar por el menú degustación Omakase pero exigir por decreto ley un duplicado de su majestad el nigiri de salmón braseado. Para beber, lo suyo es un champagne ‘blanc de blancs’ y arrancar la fiesta (siempre) con un amontillado.
—Plato recomendado
Nigiri de salmón braseado.