Mercadona, buque insignia empresarial de la Comunitat Valenciana, está que se sale: la compañía que preside Juan Roig, con su esposa Hortensia Herrero de vicepresidenta, incrementó en 2023 su beneficio neto en un 40% y superó los 1.000 millones de beneficio neto. Consiguiendo además salir de la zona de riesgo en Portugal. Bien. Roig hizo el otro día una valoración contundente y optimista retratando Mercadona como modelo de buenas prácticas, trato a los empleados, reducción de grasa burocrática, y de incentivación de la meritocracia entre otros asuntos. Raros fueron los medios de comunicación nacionales, regionales y locales que no destacaron la noticia. La imagen de la Comunitat en positivo.
Roig: "Estoy encantado de pagar los impuestos que me corresponden". En los tiempos que corren esta frase constituye casi un contradiscurso. Y un sutil hachazo a otros que se han trasladado a terceros países, como hizo Ferrovial que desde junio de 2023 cambió su sede fiscal a los Países Bajos: su nueva patria es la Bolsa de Amsterdam. Y corren tiempos oscuros de cacerías políticas, de corrupciones muy 'kolderas', y de amnistías que no se corresponden a la sensibilidad de la mayoría social y que en cualquier caso requerirían de un pacto de Estado entre PSOE y PP, algo impensable ya que no se ponen de acuerdo en absolutamente nada (Portugal es el contramodelo; los socialistas lusos van a permitir un gobierno de centroderecha para aislar a la ultraderecha).
La epopeya de Roig alberga por tanto una lectura esencial: pese a todo lo que está cayendo la vida continúa. Las empresas ganan dinero, Inditex se expande en la Comunitat a través de Tempe, Boluda sale de pérdidas, la cooperativa Consum acaba de subir el 3,6% el sueldo de sus más de 21.000 trabajadores. Hay pymes que rebrotan (otras se fueron al traste con la pandemia). Quiero decir: la vida sigue pese a que los políticos están todos los días a 'ostia' limpia en el contexto de una espiral endogámica y extremadamente viciada. La vida sigue, los bomberos son héroes, la policía da charlas en los institutos contra el acoso escolar y contra la violencia de género, incluidas las redes sociales; los semáforos funcionan; la recogida de basuras también (a duras penas en algunos sitios) y las prestaciones sociales también (podrían ser más siempre y cuando no constituyan un incentivo para vagos y aprovechados). Tenemos una sanidad pública que para sí quisieran algunos países de la Unión Europea. De vez en cuando hay que ver el lado happy de las cosas. Aunque solo sea por profilaxis.
Lo de Mercadona viene a coincidir en el tiempo (primavera de 2023, dos meses antes de las elecciones locales y autonómicas) con la fatua que lanzó Unidas/Podemos contra la empresa. Roig pasó a ser "capo" y "mafioso" en boca de Ione Belarra. Hasta el entonces vicepresidente de la Generalitat con el Botànic, Héctor Illueca, se salió de madre: "Capitalismo monopolista despiadado". Illueca, el rostro ilustrado de Podemos. Ximo Puig, también Compromís, salieron al rescate de la verborrea podemita que supuso el principio del fin, quedándose fuera de los parlamentos autonómicos y principales ciudades en los comicios de mayo de 2023. Mercadona 1.000, Podemos, cero. Yolanda Díaz, a punto de fagocitar a Podemos con la operación Sumar, fue mucho más hábil al abogar por topar los precios de los productos de primera necesidad con una inflación desbocada. Belarra no: una cadena estatal de supermercados, con precios intervenidos, a la manera de la antigua Unión Soviética. Ruina. Podemos se pegó un tiró en el pie. O un cañonazo. Tiene derecho don Roig a regodearse.
Por cierto: no tengo acciones en Mercadona. Ni prejuicio alguno salvo que alguien me demuestre que hay un modelo mejor que el libre mercado (con los controles pertinentes para evitar abusos o posiciones dominantes que alteren la competencia). No todos podemos ser funcionarios o empleados públicos.
Ejercicio de desintoxicación. La Fura dels Baus arrasa en el Teatro Principal de Alicante con su reinterpretación de Carmina Burana de Carl Off. Reinterpretación o una deconstrucción absoluta de un texto de la obra del compositor alemán que, finales de los años 30, provocó el entusiasmo de las élites nazis. Una evocación de los goliardos teutónicos del siglo XII, monjes y poetas que abogaban por el amor libre, por el disfrute del día a día, y por la comunión con la naturaleza. Carmina Burana es una partitura pegadiza y desacompasada en el tiempo (una suerte de neoclasismo en plena década de los 30).
Lo que hace La Fura es pervertir el texto y el contexto o, si se prefiere, rescatar el lado más heterodoxo y salvaje, que es lo que hace con casi todo. Añadiendo coreografía y electro-acústica (supliendo a una banda sinfónica). En esta ocasión hasta llegar a los extremos: hay unas secuencias que emula a los cabarés pre-nazis, dadaístas, de esa Alemania convulsa bajo la amenaza del ascenso del horror. La Fura borda a Carl Off con los nuevos códigos estéticos que han acabado imponiéndose en las artes escénicas (ópera por ejemplo) a la hora de adaptar clásicos al "espíritu del tiempo", la definición del concepto de La Cultura en palabras de Virginia Woolf.