Hoy venimos a romper tabuses sin obuses, que las flores siempre ganan. Las de vinos de pueblos bien distantes, en mezclas mezcolantes y palante que nos gusta lo que viene avante
Hablamos de los mestizos, aquellos que llenan la botella del fruto de viñas de lugares alejados. Porque si unimos uvas o parcelas, ¿por qué no territorios? Tomar racimos de regiones diferentes y componer rarezas valientes. Encontrar la armonía en la diversidad que se complementa. Centrarse en un estilo para obtener los retoños más presiosos. Colaboracionismo en plan buenito con experimentos de jugar en travesura o romper las aburridas normas. Y a veces optimizar, por qué no, que es palabra de guapo, perfecta para llenar la copa más hedonista. Lo más espacial de cada zona arrebujado. La suma que suma para mejor, porque hemos venido dispuestos a contar, contar un puñado de vinos bonitos, que hay poquitas etiquetas, pero muy coquetas.
Empezando por La Orquesta Sinfonía Libre Nº 2018 (Bodega Soto Manrique). Albillo real y garnacha de Cebreros con verdejo de la Maraña y elaborado con mucha maña, un poquito de madera y su toque de ánfora. Despliegue de albaricoques chicatos y florecillas silvestres. Boca de chiribitas bonitas, con su chicha precisa y longitud en libertad. Ejemplo ideal de las partes que se completan, y completamente delicioso con una trucha con jamón.
El Vino de Montaña 2017 (Península Vinicultores) es garnacha, rufete y piñuela entre las sierras serranas de Gredos y Gata. Carnal sin disfraz de carnaval y frescales con elegancia, que pasa con claridad sedosa. La que va de corbata en día importante a partida en la plaza del pueblo. Siempre con la vista en un paisaje de campo entre frutales y con unas carrilleras de cochino negruzo bien guisadas y con mucha salsa.
Sin movernos de autores nos encontramos el Apóstata 2016 (Península Vinicultores). Tempranillo de Valtiendas, Cigales y Sardón de Duero en paseo por la ribera de un río cargado de personalidad. Terciopelo frutoso y masticable que fluye con soltura encontrando su sitio en cada casa. Tipicidad en estampa de tierra de toros amables que buscan jugar con bondad y un cordero asado en el plato.
El ISSE 2 Vignerons 2017 (Microbio Wines) es verdejo de Nieva y variedades varias de Gomariz. Redoble de relentes y acideces en aromática expresión. Fofito y rasposín nos lleva de visita a petroquímica. Disparatada excursión de ir dejando guijarros para encontrar el camino de vuelta. Y sobre la marcha la necesaria parada para reponer fuerzas con unos garbanzos con mejillones.
Con los ojos destapados y un poquito de timidez llega el Pirata 2015 (Benjamín Romeo & Ismael Gozalo). Verdejo, garnacha blanca, viura y malvasía, desde Segovia a La Rioja, que para nada se sonroja. En botella de las grandes porque sabe que va a gustar y se beberá sin medida, compartido y entre amigos. Reflejo de suelos sabrosos que se alían mirando al futuro y con unas pochas con chorizo.
La saca de marzo de 2019 nos regala el Mélangé Bajo Velo 2016 (Bodegas Recuero). Malvar y ojo de liebre que viaja desde Guzquía a la Sierra de Gata para recuperar hechuras de ante ayer. Con pisada firme y azul, se asienta sobre sólidas pizarras y maleables arcillas. Y rodeado de ramillete florido, el de obsequio que se impone con gusto. Abrazo con la potencia justa, que da equilibrio y sacia la sed al lado de unas perdices con níscalos en suave escabeche.
Con el Monopole Clásico 2016 (Compañía Vinícola de Norte de España) se retoma La Rioja de antaño, cuando la viura local se aderezaba con un poquito de manzanilla sanluqueña. Arte con parte de paladar melosín sin fin, amargoso en pequeñito y grande en hermosura. Un capricho que complace en simetrías muy reales con una menestra de verduras de temporada salpicada de langostinos.
Seguimos con los vinos de El Marco, que el Colet Extra Brut 2015 (Colet-Navazos) juega a licor de expedición de jerez en espumoso de xarel·lo catalana. Gurbujas de las buenas, finitas y con su mucho de directo y fragante. Seco y con sutileza nos deja dorados recuerdos de ramas que recrujen al pisar en loma cara al mar. Delicados momentos de calma con horizontes por delante y una coca de atún.
Damos salto de país para ir a Portugal con su Doda 2012 (Niepoort Vinhos). Porto y Douro en miscelánea de tinta amarela, tinta roriz, touriga franca y touriga nacional. Complejidad estructurada en frutos negros profundos y bálsamos bastante balsámicos. Intensa persistencia que tiene su momento perfecto con el potente cuchareo de una feijoada en nuestra olla.
Alcanzamos el final con una sorpresa venida de diversos parajes de Australia, el Penfolds Koonunga Hill Shiraz-Cabernet 2017 (Penfolds). Shiraz y cabernet sauvignon que convence en su categoría. Fuerza moderada y ordenada por sabios consejos de amiguis atentos. Carnoso, con su tabaco y justo en efusivo. De carácter afable y los encantos necesarios para llegar a casi todos y con un pastel de carne, cuchillo y tenedor.
Una despedida con ganas de seguir conviviendo, compartiendo, revolviendo y agitando. Una coctelera de arrejuntar ilusiones con el resultado que queremos, el de querer.