VALENCIA. "Mira, Diego, durante tantos años que estuvimos juntos, mi carácter, mis hábitos, en resumen, todo mi ser sufrió una modificación completa: me mexicanicé terriblemente y me siento ligada par procuration a tu idioma, a tu patria, a miles de pequeñas cosas". Corría enero de 1922 y en París hacía un frío de justicia. Pero la combinación nieve y viento no era el único temporal al que la pintora rusa Angelina Beloff había de hacer frente. El peor, el frío de verdad, era sentimental. Exiliada a París, la atormentada artista vivía bajo los nubarrones de una dolorosa ruptura que le había hecho odiar la congelada Europa e idealizar el caos mexicano donde había regresado el dictatorial Diego Rivera. Su Diego.
Este amor a la mexicana viene seriado en una colección de cartas recogidas en el magnífico Querido Diego, te abraza Quiela, de la ganadora del Premio Cervantes Elena Poniatowska, un perfecto resumen de una historia tan volátil como apasionada que recorre cada uno de los picos sentimentales por los que puede pasar un ser humano. Hablamos de extremos, de Latinoamérica frente a una Europa más comedida. Angelina confesaba haberse mexicanizado, haber sufrido una transformación que la hizo disfrutar y sufrir al mismo tiempo. "Tú me has olvidado allá en tu México que tanto deseé conocer, nos separa el Atlántico, aquí el cielo es gris y allá en tu país siempre azul" , le reprochaba a Rivera el 17 de diciembre de 1921.
Casi un siglo ha pasado desde que la rusa escribiera esas punzantes palabras, cargadas de dolor y ternura, hacia un Diego que representaba la mexicanidad absoluta. Hoy el país y su capital, el mastodóntico D.F., parecen resistirse a perder un ápice de su carácter. La locura, el caos, el vibrante color... todo en una coctelera que resulta en uno de los pocos lugares del mundo donde la pasión sigue siendo bienvenida. Sabe a michelada. Allí, en el corazón de Coyoacán, está el paraíso soñado por Angelina, pero vivido, amado y sufrido por otra mujer: Frida. La casa azul, la del suelo amarillo y la selva urbana es un cliché y, a la vez, un imprescindible para sumergirse en una realidad estética mucho más interesante que el sobrevalorado minimalismo. Aquí es todo máximo.
La dualidad mexicana está impregnada en cada gota de su folclore, que resiste al boom turístico, a pesar y de su mano, y juega a vender oscuridad y color al mismo tiempo. Un paseo en las típicas barcazas de Xochimilco, las trajineras, es prueba de los extremos sobre los que siempre acaba posando sus pies México. Todas las barcas están bautizadas con nombre de mujer (entre ellos algunas Britneys, Shakiras y Beyoncés), una flota de colores saturados y frondosa vegetación que guarda un tétrico secreto. La conocida como isla de las muñecas se presenta como un tenebroso espacio donde decenas de muñecas en mal estado cuelgan de las ramas de los árboles. Estas fueron colocadas por el antiguo dueño de la islita para ahuyentar a los malos espíritus después de que una joven muriera ahogada en esas mismas aguas.
Y es que no se puede hablar de México sin ahondar en su estrecho vínculo con la muerte. Las celebraciones en torno al Día de los Muertos son conocidas en todo el mundo y la imagen de la Catrina un icono internacional. Tanto es así que toda esa imaginería tiene su aplicación mainstream en productos como la cinta infantil El libro de la vida, producción de Guillermo del Toro. Esta fiesta sí sabe a Clamato, el popular juego de almeja con tomate que se bebe solo o acompañado. Por cierto, hablando de hedonismo, algunos datos de interés para los despistados: en la Colonia Roma encentrareis una oferta interesante de bares y restaurantes, como Romita Comedor, donde seguir probando la deliciosa comida local (¡atención con el picante!).
Con cerca de 9 millones de habitantes, en México D.F. el tiempo parece más intenso. En palabras de la propia Kahlo: "cada (tic-tac) es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es sólo saberla vivir. Que cada uno lo resuelva como pueda". Es a algunos kilómetros de la capital donde, por única vez en el distrito, parecen congelarse las agujas del reloj: entre las Pirámides del Sol y la Luna de Teotihuacán. Consejo práctico: no ir en tacones.
Con una extensión de 264 hectáreas, la impresionante zona arqueológica acoge edificaciones como La Ciudadela, el Templo de la Serpiente Emplumada o la Calzada de los Muertos. Aunque dirigido a turistas, no por ello es menos impactante el Restaurante La Gruta, ubicado en una mágica (sorpresa) gruta donde, además de comer, tomar un margarita de nopal. La ciudad de los extremos, de la pasión. Una locura de arriba a abajo que se convirtió en el deseo soleado de Angelina Beloff.