A mi primo le diagnosticaron esquizofrenia cuando era un adolescente. Mi primo es estupendo, cariñoso y con toda una vida por delante. Hoy acaba de cumplir 33 años y sigue interno en un centro con trastorno grave desde hace once años
Según me cuenta cada día que pasa es un día más. Vive con la única esperanza de poder salir de ahí algún día. El centro donde está se ubica en Calicanto. No está mal, para lo que he visto por ahí, pero no deja de ser un lugar duro, frio e inhóspito para quienes tenemos la suerte de vivir en un hogar. Además es un centro aislado en mitad del monte lo que hace más difícil que vayamos a visitarle con frecuencia o que pueda integrarse en el día a día de una población. Su esperanza de integración es casi un sueño.
Mi primo entró ahí hace ahora 11 años. Lleva 11 años encerrado aunque tenga un patio al aire libre desde donde respirar aire fresco y ver las montañas. Cada día que pasa su actividad es la misma. Les despiertan muy pronto, toman la medicación, desayunan y realizan alguna que otra actividad hasta que llega la hora de comer. Comen, se medica de nuevo, hacen siesta y pasan la tarde. Algunos y algunas reciben visita de familiares o amigos y otros tienen permisos para salir. Todo depende de la gravedad de su trastorno y de su comportamiento.
El caso de mi primo no es único ni aislado. Lamentablemente es una realidad silenciada y olvidada, en ocasiones, porque el caso de mi primo significa el fracaso del sistema.
La enfermedad de mi primo afecta como siempre a toda la familia. Hasta que consiguieron su ingreso en un centro se vivieron momentos de tensión, dolor y amargura inenarrables. Hoy el dolor y la tristeza se mantienen, es un sentimiento latente. Y ahí sigue. Lo más complicado es que su esperanza de conseguir rehabilitarse y poder hacer una vida más o menos normal es complicada y alejada de la realidad que vive cada día.
Un joven de 33 años de edad no debería haber pasado 11 años en un centro y seguir sin esperanza de reintegrarse por muy agudo que sea su trastorno. Y en esa línea trabajan entidades sociales para que estos casos no se hagan crónicos y que la medicación para que las personas que sufren algún trastorno mental puedan estar controlados y controladas. Pero para ello se necesita disponer de más recursos tanto económicos como de personal.
La escasez de recursos y de personal obliga a tener que acudir a la medicación como herramienta de intervención o de trabajo con personas con enfermedad mental.
La mayor pena es ver que la esperanza que tiene de salir de ahí es mínima. Bien sea porque no tiene solución, no se acierta su medicación o no se trabaja de manera ni con terapias o fórmulas que permitan su integración a largo plazo. No seré yo quien juzgue el trabajo de otros pero lo que yo veo es que la medicación es, de momento, la solución. Tampoco sé si le hubieran detectado desde su adolescencia los trastornos que empezaba a tener hubiera tenido un desenlace diferente. No lo sé.
Este año la campaña del Día Mundial de la Salud Mental, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) conmemora ha hecho hincapié en la importancia promoción, detección precoz e intervención en salud de los jóvenes con el lema “Los jóvenes y la salud mental en un mundo de transformación”. Como indican los informes de la OMS, la etapa de la adolescencia conlleva muchos cambios tanto a nivel físico como psicológico. Y mi primo fue uno de esos adolescentes.
La OMS intenta trabajar y garantizar sus campañas en todo el mundo, tanto en países desarrollados como en desarrollo. Pero no siempre eso se cumple.
Y ahora pienso en los países más pobres, los países en desarrollo donde las personas con enfermedad mental no están ni diagnosticadas. Sus vidas son auténticas tragedias y son víctimas de todo tipo de abusos y violaciones de derechos humanos. Lamentablemente he sido testigo de casos así. Personas son trastornos mentales que no reciben ningún tratamiento y que viven o sobreviven como pueden.
En muchas ocasiones las personas con enfermedad mental terminan en prisiones por comportamientos de los que no son conscientes porque no cuentan con ninguna medicación que les equilibre. En esta línea trabaja la Asociación Àmbit que junto a ASIEM, Albero artesanos o Fundación Maides, entre otras, trabajan desde una perspectiva muy profesional y luchan para la integración de personas con enfermedades de salud mental.
Existe la Federació de Salut Mental de la CV, la Asociación Española de Neuropsiquiatría PV o la Plataforma en defensa de servicios públicos de salud mental de Valencia que trabajan para conseguir garantizar los derechos de estas personas con enfermedad mental.
Estas organizaciones y plataformas trabajan en la línea de la reinserción y la recuperación de la persona con enfermedad mental y no con el aislamiento.
Existen profesionales excelentes, con una sensibilidad brutal, con unas maneras respetuosas y acertadas pero la mayoría de las veces no cuentan con los medios para poder ejercer su profesionalidad en condiciones. Y ahí radica el problema.
Las instituciones públicas hacen un esfuerzo por cubrir estas carencias y existen multitud de entidades privadas que vertebran este trabajo, pero sigue habiendo unas carencias y un tratamiento de la enfermedad mental atrasado y desprovisto de recursos.
Segura estoy que ha habido avances y no sólo en aspecto psicológico, como médico sino también social… Seguro que se ha avanzado pero todavía falta. Falta avanzar y entenderla como parte de una realidad y no solo como un problema que se soluciona en prisiones o en unidades especializadas de los hospitales.
La semana que viene… ¡más!