VALÈNCIA. Mia Hansen-Løve recibió el viernes el premio Lluna de València en la gala de inauguración de Cinema Jove. Carlos Madrid, el director del festival, reconoció que era un homenaje sobre el que llevaba detrás varios años, y compromisos de rodajes y asuntos personales lo habían retrasado hasta 2022. Hansen-Løve viene con una película bajo el brazo, La isla de Bergman, que se llegará a las salas de toda España el próximo 1 de julio. En ella, dos cineastas viajan a Fårö, donde residió el director sueco, para encauzar sus respectivos proyectos de guion para su próximo film. Una exploración libre sobre cómo se desarrolla la creación dentro del ámbito de la pareja, con la filia hacia el autor de Persona o El séptimo sello como telón de fondo.
La directora francesa, que ya ha presentado en Cannes el que será su próximo film, Un beau matin, atendió a Culturplaza unos minutos en su estancia a València para hablar de su inminente estreno y mirar con perspectiva algunos pilares de su filmografía.
- ¿Cree en los fantasmas?
- Nunca he estado tan cerca de creen en los fantasmas como en el proceso de creación de esta película. Es difícil para mí hablar sobre lo que creo o no, sobre todo en temas como la vida después de la muerte y los fantasmas. Soy una persona de pensar más en el presente, y no me suelo ocupar de esos asuntos, pero nunca había notado la presencia de los fantasmas como cuando creaba esta película en la misma isla de Fårö. Y creo que me ha pasado de una manera muy positiva, no lo he notado como cuando eres una niña y te aterroriza. Sentir la presencia de Bergman como si fuera un fantasma ha sido algo muy estimulante e inspirador, de hecho.
- ¿Esta película busca deconstruir o reconstruir la figura de Bergman?
- Creo que nunca he buscado deconstruir su figura, lo que creo que he hecho es reírme de su figura, o mejor dicho, de la relación que tenemos los cinéfilos con él. Por lo tanto, me estoy riendo también de mí misma: yo soy una de las locas que haría el Safari Bergman [una ruta turística por las localizaciones de sus películas]. Pongo voz a la gente que critica su soberbia y su egoísmo, pero no lo hago para deconstruirlo, sino que es parte de mi particular homenaje. Hay un refrán francés que dice que “cuando quieres a alguien, lo castigas”. Ahora diría que para honrar a alguien también hay que reírse.
- En El padre de mis hijos ya te acercaste a la figura de un cineasta, en este caso hombre. En esta también pones en el centro a una cineasta, ¿cómo cambia esta mirada?
- Bueno, el acercamiento en El padre de mis hijos era tan superficial que no había una intención de hablar del cineasta. Creo que es precisamente en esta película cuando intento diseccionar mi vocación. Llevo suficiente tiempo haciendo cine, que siento que tengo la capacidad de decir algo sobre ello. He hecho seis películas antes, y mientras las hacía, sentía que quería abordar en algún momento una historia sobre la creación y la pareja: qué ocurre cuando dos personas que crean están juntas y ha sido ahora cuando me he sentido preparada para abordarlo.
- También pones en pantalla, en este film, de manera natural, otras maneras de relaciones amorosas.
- Sí que hay algo poco convencional en la manera en la que son pareja, y pongo el acento en lo que significa ser pareja y artista. Tiene que aceptar, por ejemplo, que la personas con la que vives tiene ciertas cosas que no puede compartir, que tiene una especie de mundo secreto. Y aunque eso también puede pasar en parejas que no sean artistas, me interesa retratar a estos cineastas y la dualidad entre intimidad o complicidad y la distancia. Entenderla y asumir que esa distancia es lógica, pero a la vez, que eso provoque una tensión natural.
- ¿Cómo has ido construyendo este puzzle narrativo? ¿Cómo ha sido la evolución desde el guion hasta el montaje?
- En realidad, el montaje ha sido muy fiel al guion. Habitualmente mis películas son así. Nunca me he visto repensando una narrativa entera en la sala de montaje. No quiero decir que la edición no sea una manera de reescritura, porque lo es en cierta manera, sino que para mí no tiene tanto que ver con la estructura o el orden de las escenas como con el ritmo y conseguir en cada escena una sensación vital. Defiendo como posición de cineasta que mis películas han de estar ligadas a una visión que transmita algo sobre la vida, y eso genera en mí una manera concreta de escribir que incluye esta manera de entender el montaje.
- En todas tus películas hay un salto generacional entre los personajes principales. A veces este hecho ocupa la centralidad y otras no tanto, ¿cómo lo valoras en esta película?
- En este caso, la diferencia de edad afecta únicamente a que ella se puede sentirse más acomplejada porque él es más conocido. Ella es mucho más joven y solo ha hecho un par de películas, no tiene tanta confianza en sí misma. En realidad, quería mostrar cómo, a pesar de esa diferencia, ella consigue encontrar precisamente esa confianza. La película va de eso, de emanciparse y encontrar su propia voz. En ese sentido, la diferencia de edad por supuesto es un factor que influye, pero no quería centrar el conflicto únicamente en esto. Puede parecer que, como él tiene unos 20 años más que ella, es más independiente, pero creo que en este caso concreto, él necesita más de ella que no al revés.
- Dices que tus películas no son autobiográficas, pero, en la medida en la que sí tiene un reflejo de tu vida, ¿te sirves de ellas para reflexionar sobre ella?
- Totalmente. Uso mis películas para entender mi propia vida mejor. Es una especie de meditación sobre mi vida y sobre lo que hago. Y espero que también sirva a la gente para reflexionar sobre su propia vida. Siempre he tenido la creencia de que cuanto más personal y más miras en ti, más puede convertirse tu historia en algo universal. En mis películas he intentado primero mirar en mi interior buscando emociones que pudiera compartir con otras personas.
- Conforme vas haciendo películas, tus personajes se van haciendo mayores, ¿cómo miras ahora a los personajes de tus primeras películas?
- Bueno, en realidad en mis dos primeras películas no había personajes principales con los que compartiera edad. Pero sí que he intentado tener esa vinculación sobre todo en las dos últimas películas, tanto La isla de Bergman como Un beau matin, cuyos personajes principales se podría decir que son como yo. Para mí es algo nuevo y, claro, me he dado cuenta de que si sigo creando los personajes así, me daré cuenta de que los voy haciendo más mayores y me agobiaré. Voy a alejarme de mi otra vez en los personajes principales porque no quiero que me sigan.
- Precisamente quería preguntarte por Un beau matin, que acabas de presentar en Cannes. ¿Hacia dónde va tu cine?
- Para mí Un beau matin ha sido como volver a casa. Es casi una contestación a La isla de Bergman. Ya he estado en Fårö soñando e inventando una vida paralela y ahora tocaba volver a París, en mi estudio, y hacer una película también muy personal. Estoy exhausta de haber hecho estas dos películas y ahora necesito recargar baterías. No sé muy bien qué significará esto, pero como mínimo, sé que necesito algo de tiempo para mí antes de volver a escribir.
- No quería acabar la entrevista sin preguntar por el uso de la música en tus películas. Las canciones están muy subrayadas, pero a la vez no resultan excesivas. ¿Cómo mantienes ese equilibrio?
- Estoy muy concienciada en el uso de la música en las películas y muchas veces siento que las canciones inundan un film. Pero en concreto en las mías, si calculas los minutos de música que hay (a excepción de Eden, que es una película sobre música), te encontrarás que tiene un peso muy relativo. Utilizo muchísima menos música que la mayoría de películas, incluso independientes. Algunas no utilizan nada de música, pero en general, las que tienen música compuesta para el propio film, acaban poniendo de fondo en la mayoría del metraje una música que no aporta nada y a la que nadie atiende, que no está en la superficie, sino que forma parte de un paisaje. Yo siento que eso es muy convencional y que no aporta nada al ritmo y a las emociones que transmiten los personajes. Yo intento, por el contrario, que la música que utilice tiene que transmitir la verdad de la vida: pongo canciones después de largos silencios y casi siempre son los mismos personajes los que la escuchan, por eso están tan presentes. Yo las considero otro personaje de la escena. Para mí la diferencia es si la música está escondida o significa algo para la escena.