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Michael Head, una vida como de relato de F. Scott Fitzgerald

5/06/2022 - 

VALÈNCIA. Michael Head nació con un talento nato para componer canciones coloristas, esplendorosas. Si alguien necesita un ejemplo antes de continuar leyendo, recomiendo que busque “There’s Something On My Mind”. Una canción así debería haberle abierto las puertas del cielo cuando salió, allá por 1982, pero el éxito, que es un tren que cambia de itinerario sin avisar, nunca se ha detenido para que Head pudiera subirse en él. En esto hay una parte de mala suerte y otra de fatalidad y, a estas alturas de su vida y de las nuestras, es difícil saber dónde empieza una y acaba otra. En cuarenta años de carrera, Michael Head solamente ha registrado diez álbumes. La heroína y el alcohol han ocupado los espacios en blanco que separan a algunos de sus discos, y sin embargo, cada uno de ellos es un tesoro. Acompañado por The Red Elastic Band, Michael Head acaba de sacar Dear Scott, álbum con producción opulenta, hecha a la medida de unas canciones que nunca se apartan de lo excelso. Dicho trabajo ha corrido a cargo de Bill Ryder-Jones, músico con un muy respetable currículo. Al principio de su carrera formó parte de The Coral y desde hace unos años graba por su cuenta discos que son como islas modeladas a su imagen y semejanza, tallere artesanales en los que, gracias a algún tipo de milagro, se perpetua la grandeza de una manera de hacer y entender las canciones. Ryder-Jones no dio crédito cuando le dijeron que iba a producir a Head e incluso estuvo a punto de rechazar la oferta, ya que la responsabilidad de trabajar con una leyenda viva le sometía a mucha presión. El mundo apenas sabe quién es Michael Head y, sin embargo, hay gente que no puede conciliar el sueño pensando que va a conocerlo.

Hace años, Head y su hermano John, que lleva toda la vida tocando con él, vivieron una situación similar a la contada por Ryder-Jones. Un mánager amigo les propuso que su banda, que entonces se llamaba Shack, acompañara durante una serie de conciertos a Arthur Lee, alma y sangre de Love, una de las formaciones clave del rock californiano de los sesenta. A pesar de que hacían música vivaz, pletórica de colores, Love también merecieron mucho más éxito del que en su día gozaron. Michael supo de su existencia  siendo aún adolescente, en su Liverpool natal. Justo cuando empezaba a tocar con grupos que iban en serio, un amigo le descubrió una serie de artistas de culto que él a su vez conoció gracias a un colega excéntrico llamado Julian Cope. Head conoció a Love a la vez que a Pere Ubu, pero fueron los primeros los que le dejaron huella y le mostraron el camino que debía seguir. Todo lo que hizo a partir de entonces, primero con The Pale Fountains –que al principio se llamaban The Love Fountains- y después con Shack y con The Strands, está de alguna manera condicionado por el tesoro musical que halló en Love. Cuando les presentaron, Lee no entendía cómo era posible que aquellos mocosos de Liverpool conocieran incluso sus canciones más raras. Las actuaciones fueron un éxito y la gira terminó en Liverpool. Head actuó con su ídolo en su ciudad natal, a unas calles de su casa. La historia se cuenta en Arthur Lee: Esplendor y decadencia de Love, escrito por Barney Hoskins y traducido por la valenciana Elvira Asensi para Contra Ediciones.

Michael Head (Foto: JOHN JOHNSON)

Las canciones de Love hablaban de Los Ángeles con el mismo entusiasmo romántico con el que Michael Head escribe sobre Liverpool. Asegura Head que esa fue una de las cosas que más le gustó de Lee cuando empezó a profundizar en su obra. A lo largo de su carrera, Head no ha hecho más que escribir postales sonoras de diversos rincones de su ciudad. Recuerda el Cavern Club y el pub White Star donde solían comer los Beatles antes de las actuaciones. Recuerda el club Eric’s, punto de encuentro de todos los músicos que en la ciudad surgieron a raíz del punk. Recuerda también la tienda Probe Records, donde todos ellos iban a abastecerse de vinilos, de novedades y viejos clásicos. En Dear Scott hay un tema. “The 10th”, el nombre de una línea de autobús a la que ha subido cientos de veces y en cuyos trayectos nacieron algunas de sus canciones. Hay otra, “Kismet”, cuyo título es una palabra -que significa algo así como destino- que Head emplea a menudo en sus conversaciones, a pesar de que el destino no ha sido amable con Head. Le proporcionó un gran talento, pero no le dio ninguna pista sobre cómo desenvolverse para explotarlo correctamente. Cuando Pale Fountains ficharon por Virgin en 1981, enseguida descubrieron que no iba a haber entendimiento alguno con la discográfica. Ellos querían orquestaciones como las de Morricone y John Barry, pero la discográfica aspiraba a que sonaran como los grupos de moda. En una fiesta, un ejecutivo le preguntó si él era el líder. “¿Parezco un líder? Solamente soy un compositor”, contestó él.

F. Scott Fitzgerald, que es uno de los autores predilectos de Head, dijo: “Muéstrame un héroe y yo te mostraré una tragedia”. El nuevo disco de Michael Head & The Red Elastic Band se llama Dear Scott por una famosa anécdota protagonizada por el escritor. A Head, que ya le fascinaba que Love habitaran la que fue la casa de Bela Lugosi, le encantó saber que el novelista se alojó durante unos meses en un legendario hotel de Hollywood, Garden of Allah, que en sus inicios se llamó Garden of Alla porque su alma máter fue la actriz, productora, directora y guionista Alla Nazimova. Fitzegrald llegó allí contratado como guionista por los estudios MGM, en un momento de su vida en el que parecía haberle ganado el pulso al alcohol y lograba mantenerse sobrio. En cuanto se registró, Fitzgerald compró una postal, y se escribió a sí mismo diciéndose: “Querido Scott, ¿cómo estás? Llevo tiempo queriendo ir a verte”. Cada disco de Michael Head es como una de esas postales, alguien recordándose a sí mismo que sigue en pie a pesar de todo. Y mientras resiste, no es consciente de que sus admiradores somos adictos a él porque hace años que sus canciones nos conectan con nuestras propias emociones. Las escuchamos y es como si nos escribiéramos a nosotros mismos una postal preguntándonos qué tal estamos, preguntándonos, al igual que hacía una de las canciones de Pale Fountains, hacia dónde nos dirigimos ahora.

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