VALÈNCIA. El Centro del Cómic de València comienza a tomar forma y, en ese camino, se ha dado respuesta a una de las incógnitas que quedaba pendiente resolver desde que el Ayuntamiento anunciara el proyecto: ¿cómo se va a llamar? El bautizo ya se ha celebrado y el nombre será un homenaje a Micharmut. El autor valenciano, cuyo nombre real es Juan Enrique Bosch, fue una de las firmas habituales de publicaciones ya clásicas como Papel, Bésame mucho o Cairo, un nombre clave en la historia de la ilustración local que ahora quedará impreso en el circuito cultural con este nuevo centro, que se ubicará en la antigua sede del Centro Excursionista y compartirá uso con la biblioteca municipal Carles Ros.
Así lo ha anunciado la concejala de Acció Cultural, Maite Ibáñez, durante una rueda de prensa concedida este martes, en la que ha estado acompañada por el director del Aula del Cómic de la Universitat de València, Álvaro Pons, y Ricardo Cañizares, representante del Estudio Gimeno Gràfic, encargado del diseño del logo. "El objetivo era hacer una marca muy colorista, muy potente y muy reconocible", ha explicado Cañizares. Así, la marca evoca los bocadillos del cómic ya que aparece uno en forma de elipse, que son los más habituales y se ha personalizado añadiendo una “M” en clara referencia a Micharmut, que da nombre al centro.
El proyecto toma forma y, también, va concretando su futuro inmediato. La primera de las preguntas es cuándo abrirá. Si bien en un primer momento el Ayuntamiento anunció que subiría la persiana en 2022, finalmente será en 2023 cuando finalicen los trabajos de adecuación del centro. Tal y como ha podido saber este diario, hace algunas semanas se realizó una visita con todos los agentes implicados, incluyendo a los arquitectos del propio consistorio, para concretar los trabajos que se han de llevar cabo, entre los que se incluye la instalación de un ascensor o la adecuación de los baños. De igual forma, se concretó parte de la distribución del espacio, que contará con dos salas de estudios, así como una sala de digitalización y un taller de restauración. También contará con una sala multiusos para conferencias o exposiciones que será compartida entre el Centro del Cómic y la biblioteca.
“No hay ninguna rehabilitación integral, será una intervención menor. La estructura está en buen estado”, destaca Ibáñez en conversación con Culturplaza. Ahora está pendiente el desarrollo de un estudio adicional sobre los pesos, al tiempo que se están elaborando los pliegos para la redacción del proyecto, un proceso al que, más adelante, se sumará el de adjudicación de la obra, lo que ha llevado a la concejalía a cambiar sus previsiones de apertura de 2022 a 2023. De hecho, la publicación del nombre e imagen del centro tiene que ver con estos plazos para las obras, pues la intención de sus impulsores es poder empezar a trabajar con la marca más allá del espacio físico, una marca mediante la que colaborar con distintos espacios y eventos y, también, poder avanzar en los procesos de donación de obra.
Con la apertura ya fijada para 2023, para construir este camino ya se han sentado las bases de la colaboración entre el consistorio y la Universitat de València. Fue el pasado mes de septiembre cuando se firmó el convenio de colaboración que regirá el funcionamiento del mismo, un texto que fija que es el Ayuntamiento el que deberá poner a disposición del centro los recursos humanos, técnicos y materiales que resulten necesarios para su funcionamiento, una gestión para la que se nombrará un Consejo Rector (formado por miembros de ambas instituciones) y dos direcciones, una técnica (correspondiente al Ayuntamiento de València) y otra académica (correspondiente a la Universidad de València). “Va a haber que hacer un reajuste y muy probablemente ampliar personal. Estamos esperanzados de que se pueda conseguir. Es necesario crear una estructura”, desvelaba la concejala en una entrevista con este diario.
La creación del Centro del Cómic ha servido para dar respuesta a una petición histórica del sector, la de contar con un espacio específico para divulgar el cómic y salvaguardar el patrimonio local, una labor que hasta ahora no estaba llevando a cabo ninguna entidad. “Era necesario un espacio físico que ayude a conservar el patrimonio de colecciones de un cómic que se consideraba material fungible”, explicaba Álvaro Pons durante una entrevista a Culturplaza. “Mucha gente cogía los Pumby y los tiraba a la basura. Hemos visto que grandes colecciones han acabado en los vertederos, porque la familia no quería hacerse cargo y no había una institución que lo hiciera. Al final, ese material desaparecía. Y era, quizá, la última oportunidad para poder acceder a según qué materiales de gran valor cultural”.