Razones y sinrazones para no dejar entrar a los perros en cafés y tiendas. Incluye guía rápida de locales en los que sí.
VALÈNCIA. El miedo al can, el tabú al guau. Frente a la tradición consolidada en países como Alemania, Francia o Italia de dejar que los perros se acerquen a cafés, tiendas e incluso supermercados, el hábito local de poner coto al acceso a los perros.
Higiene, calma y seguridad por bandera, o prejuicio injustificado. Elija usted. La legislación al respecto, al albedrío de las ordenanzas municipales, sitúa a València como una ciudad con un reglamento “poco preciso si la comparamos con la de otras ciudades pero sirve para prohibir mucho con pocas palabras”, aseguran los responsables de la guía urbana Sr.Perro. Se prohíbe la entrada en los establecimientos de alimentación, en los locales de espectáculos públicos y en piscinas públicas y playas ocupada por sus usuarios.
La fotógrafa Paula G.Furió, de Desfici Magazine, con algunos de sus contenidos orientados a los usos con perros, define a València como una ciudad donde “no es fácil en absoluto acudir con mascotas ni a comercios, ni locales de restauración, ni en transportes públicos”. Impera la idea “de que los perros van a ensuciar o romper algo. Aunque es una contradicción porque precisamente la gente que hacemos vida con nuestros perros los cuidamos, limpiamos y educamos como a un miembro más de nuestra familia”, refleja G.Furió.
Una brecha entre hábitos con visos de estrecharse. Los nuevos negocios con ambición de referentes urbanos plantean la cuestión al abrir sus puertas. Fue el caso del nuevo espacio comercial Poppyns. Lo explican sus responsables Elena Vilata y David Orrico. “Hoy en día cada vez son más las personas que han de lidiar con las “dificultades” que se plantean al desplazarse con un perro. Además, no es algo reducido, sino que afecta a un gran número de personas de cualquier clase, edad o estilo de vida. Como ha sucedido desde el principio, tomamos la decisión en el momento en que veíamos que se daba la situación más a menudo de lo que creíamos y sin darnos cuenta llevábamos días teniendo visitas de clientes con sus perros… y no vimos el inconveniente de abrirles nuestras puertas”.
Esther Martín, de la tienda Gnomo, describe una imagen habitual en los comercios de la ciutat: “En muchas ocasiones vemos gente acompañada de su mascota que se quedan esperando fuera porque creen que no pueden entrar si van con ella. Les decimos que no hay ningún problema”.
El temor a los desperfectos y a la suciedad, mito infundado o simple cuestión de educación y responsabilidad individual. Elena Vilalta, de Poppyns, analiza: “El temor viene cuando queremos “proteger” los productos que tenemos en venta o conservar ese ambiente tranquilo que tal vez una mascota pueda romper en determinado momento si no está educada como para acceder a este tipo de establecimientos. Cuando pensamos en un perro, el pensamiento (habitual de aquellos que no tenemos perro) tiene que ver con los ladridos y surge el temor a que rompa el clímax que pueda haber de tranquilidad y sosiego en un espacio. Sin embargo, puedo decir que no es así para nada. La mayoría son una compañía especialmente agradable”.
Desde Gnomo, Esther Martín, cuestiona los comentarios habituales. “Tendemos a pensar que los animales pueden ocasionar daños si les da un arrebato o se ponen nerviosos, pero no tiene por qué ser así. Nosotros nunca hemos tenido ningún problema”. El acercamiento a los perros, suprimir las barreras de acceso, es también un ejercicio de diferenciación, la captación de un nicho necesitado de compartir tiempos de ocio con mascota.
“Intentamos ir a sitios dogfriendly por comodidad, así que terminamos siempre yendo a los mismos bares y tiendas. Tanto, que ya nos conocen a nosotras y a nuestra perrita y en realidad es como estar en casa. Aunque la verdad es que nos gustaría poder ir a más sitios y desplazarnos en metro o autobús con ella”, reconoce Paula G. Furió.
Frente a la visión normalizadora, algunos de quienes no permiten a los perros atravesar su zaguán reconocen calladamente el temor a la incomodidad a otros clientes, el disgusto ante ladridos y molestias. “No es una decisión personal sino pensar en los inconvenientes para clientes que puedan tener alergias o sentirse molestos”.
Federal Café: La antigua papelería Vila permite desayunar, comer y cenar acompañado de tu perro. Con snack canino incorporado.
Gnomo: La tienda de objetos contemporáneos imprescindibles donde la entrada de un perro no provoca alaridos de los dependientes.
Poppyns: Concept store (o como se diga) en Isabel la Católica en la que entre prendas de ropa, cafetería y utensilios se permite el acceso canino.
Simple: Diseño hecho en España, decoración atiborrada de elementos para el hogar en el que el perro no es enemigo.
Olhöps: Las cervezas en Ruzafa ya se pueden tomar con la compañía de Pancho.
La Fábrica de Hielo: Músicas, arte y vanguardia, la playa al frente, y las mascotas con la puerta abierta.
Bluebell: La excelencia del café de especialidad mientras tienes a tu perro a gusto.
Trentares Café: Diga treinta y tres en el mismo número de la calle Sueca. Un sí -del tamaño de una terraza ruzafera- a los perros.
La FABrica: Cabanyal con estética industrial. Paisaje idóneo para una parada canina.
Bar Congo: El clásico reinventado en el que Lump, el perro más picassiano, sí superaría el zaguán.
Librería Bartleby: Libros, vinos y también acceso a perros. Porque los nuevos hábitos son como los de siempre.