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el muro / OPINIÓN

Miedo da

4/09/2022 - 

A primeros del pasado mes de agosto, así, en plena locura veraniega de desenfreno, gasto animado y recaudación de IVA, o sea, caja fácil, el Gobierno anunciaba las primeras medidas de ahorro energético a consecuencia de la guerra en Ucrania. Su duración será, de momento, hasta noviembre de 2023, un largo tiempo.

Lo que ha trascendido, o lo más llamativo para los medios audiovisuales quienes nos han azotado la memoria durante semanas con lo que nos espera, aunque nadie habla claro de ello y sólo se lanzan globos sonda de desconocimiento político, es que las climatizaciones se han de controlar, se apagan monumentos y escaparates a partir de las diez de la noche y se recomienda en el sector público el teletrabajo para que cada uno se pague lo suyo. Mal pinta el asunto porque nos anuncian que a mediados de septiembre llegarán más limitaciones, recomendaciones o exigencias bajo el lema de “tiempos difíciles” u “otoño complicado”.

Viendo estos días algunos actos públicos, visitando museos o festivales institucionales, muchos hemos tenido la sensación de que las administraciones aún no se han tomado muy en serio el asunto. Somos los simples mortales quienes abonamos consecuencias y limitaciones, como si no tuviéramos suficiente cerebro con nuestros bolsillos agujereados y nos considerasen unos manirrotos; unos bobalicones descerebrados que necesitamos que el padre Estado nos dé la murga y nos meta miedo en el cuerpo una vez más siendo incapaces de ahorrar. Ellos son los pastores que nos conducen a la ruina por su temeridad e insensibilidad manifiesta más allá del discurso de rigor.

Foto: Eduardo Manzana

Nos dicen también que tienen un problema de comunicación, que no nos llega su doctrina de buena gestión. Pues con tanta televisión pública, asesores, secretarías de Estado y direcciones generales de comunicación en todos los niveles, más bien el problema lo tienen ellos.

Sin embargo, no creo que dependencias oficiales, cámaras autonómicas o hemiciclos municipales vayan a aplicar a rajatabla lo anunciado. O sea, que no todo el mundo cumple la norma. Menos aún la clase política que continúa viajando en coches oficiales -el pago de los carburantes corre por nuestra cuenta- en lugar de aparcarlos durante una larga temporada y utilizar transporte público como así sugieren al resto de la población.

Lo único que me llamó la atención es que en uno de esos debates parlamentarios, al margen de corbatas sí, corbatas no -menuda memez- nuestras señoras diputadas se abanicaban con entusiasmo. Acostumbrados a estar fresquitos o calentitos en los espacios públicos mientras el resto suda, eso de trabajar un grado más o menos debe de ser un auténtico sufrimiento. Ya verán qué pronto encargan abanicos de diseño para su complacencia a nuestra costa y con publicidad de partido, algo así como sucedió con las mascarillas anti Covid.

Lo que nos queda por saber es la letra pequeña que se nos avecina. Porque a quien realmente va a afectar estas medidas y las que nos tienen que llegar es a sectores bastante castigados ya con las crisis que nos han asolado. Me refiero al sector servicios, restauración y ocio. Todo apunta a que volverán a ser castigados. ¿Quién va a salir de noche si las calles, escaparates y monumentos van a estar apagadas, de momento, más de un año?

Mala pinta tiene esto. Porque si en nuestra autonomía gran parte del ocio -teatro, música, ópera, museos- está en manos del sector público tendrán que aplicarlo sí o sí, con lo que habrá que adelantar horarios para concluir a la hora del “toque de queda”, algo complicado de conciliar con la vida laboral, familiar y expansiva.

Foto: Eduardo Manzana

¿Y los museos? ¿Reducirán temperatura, luz y control de humedad pese a que los bienes muebles necesitan de unas condiciones estrictas para su perfecta conservación? De momento, nadie ha hablado de eso. Pero está ahí. No creo que a los turistas les guste visitar ciudades y países mediterráneos de vida nocturna si todo está a oscuras.

Algo habrá que decir porque las temporadas empiezan en breve y hay muchas cosas superfluas que también se deberían de recortar en ese sector público y oficialista que si algo no hace es ahorrar. A ver si realmente se nota.

Existen muchos espacios que durante la semana no tienen apenas vida pero el gasto corriente continúa corriendo con alegría.

Nos van soltando medidas a cuentagotas. Creo que es un error no afrontar la realidad de frente y sin contemplaciones. Somos una sociedad lista, moderna y bien formada. Además, acabamos pagando siempre los mismos  la fiesta y los gin tonics.

Las últimas crisis nos han enseñado a ser muy responsables y maduros. Debemos aplicarnos las cuentas, pero han de ser claras y bien definidas y no parches que se van aplicando según avanza el día, la semana o el mes.

O nos lo tomamos en serio desde todos los estamentos o esto puede ser caótico desde el punto de vista social, político y económico. Incluso estético. Con o sin corbata o pay pay.

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