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ANTROPOLOGÍA INDUSTRIAL / OPINIÓN

Miedo

Quizá el miedo al miedo resulte el mayor peligro, aunque sea tan nuestro como su opuesto, el amor, pero seguro que este resulta siempre más satisfactorio 

17/11/2022 - 

VALÈNCIA. El amor y el miedo son los sentimientos primarios que mueven a los seres humanos. El amor como principio creador y atractor, el miedo como energía destructiva y repulsora. La propia palabra miedo ya lo da. Una rareza del castellano, pues otras lenguas occidentales utilizan derivados de un antiguo vocablo común: phobos, fear, furcht, peur, paura, por.

El miedo sirve al propósito de conservación de la vida. Mediante el escarmiento y la angustia, los humanos han aprendido a esquivar los riesgos de la existencia, evitando peligros y absteniéndose de costumbres insanas. Más o menos.

Los menores de todas las épocas han sido educados con cuentos de miedo y la enseñanza se ha basado casi siempre en el temor al castigo, ya sea inmediato o eterno. Lo mismo ocurre con el gran dominio del miedo: el control social. El miedo paraliza, así que su uso para condicionar actitudes y frenar revueltas ha sido algo universal. 

El conocido filósofo esloveno Slavoj Zizek es sociólogo, psicoanalista, profesor de Teoría Política y director del Instituto de Humanidades de la Universidad de Londres. Hace años publicó La nueva lucha de clases, los refugiados y el terror, donde reflexionaba sobre la utilización del miedo por el poder como mecanismo biopolítico y cómo su aceptación genera una sociedad acomodaticia, preocupada por las libertades individuales pero, al tiempo, dispuesta a justificar las medidas más extremas en contra de otros individuos sospechosos de amenazar esa comodidad. 

Zizek nos recuerda los miedos venidos con el cambio de siglo: a la inmigración entendida como amenaza, al terrorismo islamista o la pérdida de poder en un nuevo equilibrio mundial. Miedo a las crisis económicas continuamente anunciadas, al desempleo, a la pobreza, a la inflación, a la crisis climática, al desabastecimiento, a una guerra nuclear, a un virus mortal o a un meteorito como el de los dinosaurios. Los espantos que nos acechan son prácticamente infinitos.

Una cultura de atracción por el susto que se plasma en películas apocalípticas, de terror, true crime o de superhéroes necesarios para defender una humanidad débil y decadente. Y que es protagonista en el drama más conocido de los tiempos modernos, cuando el temor a la pérdida convierte a un Jedi en el peor villano de la galaxia.

"El miedo es más contagioso que cualquier virus imaginable, así que un poco de pánico en los titulares hace que el mensaje se propague"

La presencia del miedo es evidente también en el marketing y la publicidad. Se proyecta el temor a perder la salud, a que te entren en casa, a perder la juventud, o la conciencia por falta de solidaridad. Incluso el miedo perturbador a que una casa poco limpia haga que tu suegra piense mal de ti. Los medios de comunicación, cada vez más un tipo de publicidad, van al paso en estos mensajes: el miedo es el contenido informativo con más impacto, y es sabido que las noticias sin impacto no son noticias. El miedo es más contagioso que cualquier virus imaginable, así que un poco de pánico en los titulares hace que el mensaje se propague. Y cuanto menos detalles, más temible.

Conectada con la reflexión de Zizek, la escritora Naomi Klein ya advertía en su conocido libro La doctrina del Shock que la clase dirigente aprovecha los tiempos de crisis —de miedo— para justificar la puesta en marcha de aquellas políticas agresivas que les benefician y que en situaciones normales resultarían demasiado impopulares. Así se han hecho guerras, invasiones, políticas ultraliberales, reestructuraciones o guantánamos. 

Quizá el miedo al miedo resulte el mayor peligro, aunque sea tan nuestro como su opuesto, el amor, pero seguro que este resulta siempre más satisfactorio. Como nos avisaba Dante, el amor mueve al sol y al resto de estrellas, así que es fácil saber qué debemos controlar y qué liberar.  

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