VALÈNCIA. ¿Qué hay detrás de la monumentalidad de la obra del escultor Miquel Navarro? ¿Y si entráramos en las casas de aquellas ciudades artificiales? ¿Qué arte rodea a uno de los nombres más relevantes del arte valenciano del siglo XX? A todas estas preguntas ha querido responder el IVAM, partiendo de una intuición, según contaba ayer el subdirector de exposiciones y comisario Sergio Rubira: Miquel Navarro debía ser coleccionista. Y así es. Así nace el interés del museo por bucear en El gabinete secreto de Miquel Navarro, una muestra que será visitable desde hoy mismo y hasta el 31 de mayo en la Galería 3 del Centro Julio González.
La exposición pretende mostrar un Miquel Navarro insólito: pequeño, íntimo, primitivo. Se han seleccionado para ella obras experimentales o ensayos, que intentan mostrar el proceso del artista más allá de su resultado final, y se ha puesto en conversación estas piezas con objetos que él mismo coleccionaba, y que, de alguna manera, explican aquella parte de él que le es propia siendo ajena. Aquella parte fundamental que todo el mundo posee. Se trata de intereses dispares, como una colección de robots de juguete, que aducen directamente al juego y a la infancia, o el arte africano, que llama a "esencializar el arte", según comentó el propio Rubira. Este, emocionado, ha destacado la generosidad con la que el escultor les ha dejado entrar en su casa, y ha destacado que de su gabinete no se han traído obras de otros artistas que fueran consideradas arte, como algunas piezas de Carmen Calvo o de Julio González.
De su producción propia, el IVAM ha rescatado obras que "escapan de la monumentalidad" con la que los museos suelen mirar al escultor. Frente a las panteras rosas y las instalaciones de las ciudades, la galería 3 se llena de dibujos, de pruebas, de aquello de lo que podría ser. Y en eso, en lo más íntimo y lo más primitivo, se encuentra el deseo. El gabinete secreto de Miquel Navarro se desvela casi como una exposición falocéntrica, toda una exploración de la sexualidad y lo corporal: frente a los cascos y los robots, cuerpos artificiales que se devienen en una identidad construída, se encuentra lo que mejor nos explica, aquello que deseamos y que buscamos en la mayor de nuestras intimidades. De esta manera, la muestra entra en su estudio, como si se entrara en cada uno de los edificios que creaba para esas grandes instalaciones. La palabra secreto es, estratégicamente, la palabra clave de la exposición: los secretos que guardaba él en su proceso, los secretos de aquellas cosas que le rodeaban, los secretos que explican su obra más allá de lo todo lo que ya se sabe de él.
Con todo esto, el estudio del escultor se convierte en un yacimiento arqueológico donde buscar aquellas cosas que están ahí, pero enterradas, ocultas hasta que se acota el terreno y se excava con cuidado. El equipo del IVAM ha encontrado esa arqueología de su deseo y de su impulso artístico.
Acostumbrado a establecer un discurso que habla, esencialmente, de la calle (el artista da incluso nombre a un festival de arte urbano en Mislata), El gabinete secreto de Miquel Navarro no explora lo urbano, sino todo lo contrario. Esencializa al humano (a través de sus soldados de metal y también a través de su colección de arte africano) para despojarlo de aquello que le rodea, y que a su vez, esto implica explicar mejor a este. Hay muchos hombres tumbados en la muestra, falos erectos, meando, deformes... Hay insectos dialogando con ellos (lo orgánico frente a lo artificial). Hay una vulva, y una especie de afrodita Y sin embargo, no hay mucho sexo, porque el deseo de Navarro no parece partir tanto de un pensamiento perverso, sino de una fascinación por lo corporal y por la exploración.
El IVAM invita, de esta manera, a que el público pase y conozca, "los diversos mundos" de Miquel Navarro. La exposición, sin duda, muestra lo más inédito del artista. El título de gabinete secreto, tiene su origen en aquella parte de las colecciones que no se suelen mostrar por su contenido sexual y que también tienen los museos, y eso también dice algo del discurso museístico: en tiempos de cierto puritanismo, el IVAM explora -sin recelo- lo que queremos esconder, que es muchas veces, lo que más nos explica.