El otro día un peso pesado del PSPV me decía que la federación valenciana del PSOE era la más respetada de España, que en el congreso de Sevilla del pasado mes todos recitaban oraciones y plegarias hacia Diana Morant cual druida como mujer de ciencia. En el cónclave cuasi religioso en el que se han convertido las citas partidocracias, salió fumata roja, esa que proclamó públicamente a Pedro Sánchez como líder perpetuo del PSOE y mesías espiritual de la izquierda mundial; el año jubilar justificaba la celebración de una fiesta orgánica sin respetar la sobriedad y el decoro post Dana. Sirvió para poner a Diana Morant como punta de lanza en la ofensiva contra el Partido Popular (vivimos tiempos en los que los que gobiernan también tienen que hacer oposición a la oposición). Frentismo destinado a evitar que el enemigo avance en esta guerra de guerrillas en la que se ha convertido la política. Se copian los movimientos, saturan el relato del otro, bloquean sus posibles ventajas; ahí estaba el PP esa misma semana haciendo una intermunicipal en Valladolid, el caso era que la iniciativa no sólo estuviese en manos de los socialistas. En la guerra no hay luto que valga, no se conoce la clemencia que Aquiles tuvo para que Príamo enterrara a su hijo Héctor, aquí no se ha sido respetuoso ni en la misa en la Catedral de Valencia y Morant echó una mirada furtiva a Feijóo por llegar tarde; no tuvo en cuenta que el líder del PP está adaptándose a su nueva vida sin miopía.
Es normal que la baronesa del PSPV se desconcierte ante la poca visión de Feijóo porque ella tiene muy enfocado su objetivo: desgastarle utilizando a Carlos Mazón como cabeza de turco. Si en el artículo anterior escribí que el president de la Generalitat estaba fuera de juego, en un tiempo muerto paralizado por la melancolía del limbo de sentirse responsable internamente de una catástrofe, uno de los motivos por los que se complica su subida a flote es porque la mala gestión de la tragedia es un lastre en el patrimonio político del Partido Popular que le puede hacer naufragar a nivel electoral y ahogarse en el océano de la demoscopia. La formación lleva años vaciando de contenido ideológico sus estatutos, abriendo la puerta de los ortodoxos y abrazando posiciones más desclasadas y heterodoxas alejadas de las batallas culturales. Su mayor garantía era la gestión, el tópico oportunista de que cuando la izquierda hundiera España llegarían ellos en unos años para rescatarla. Ahora los que necesitan ser auxiliados son ellos, sobre todo uno de sus barones, es un imperativo salvar al soldado Mazón, por eso quizá uno de los pesos pesados de la ejecutiva nacional, la leonesa Ester Muñoz, respaldó al jefe del Consell en la terreta. Con ambivalencia, en el PP saben que pese a que la reacción y la prevención del desastre fue un desastre a un mayor, valga la redundancia, también están convencidos de que una reconstrucción a tiempo devolverá la ventaja al partido en el mito moderno de la gestión.
Sin embargo, mientras tanto, hasta que el fango de los valencianos no deje de llegarles hasta los tobillos, Mazón seguirá con el agua al cuello, podrán desde el flanco socialista vaciar de todo espíritu el alma del PP y exorcizar al caballero blanco que salva a España de la ineptitud progresista. En el relato de la Dana y del desarrollo político de la Comunitat está en juego no solo el poder en el Palau sino también en la Moncloa; el tiempo dictará si Feijóo llega al gobierno usando los andamios de la reconstrucción o Pedro Sánchez diluye toda esperanza asestando un tiro de gracia usando el capital político de Mazón como materia prima de una bala de plata.