Vinos libres de ataduras

Monovarietales naturales y coupage interminables de variedades no identificadas

Historias detrás de cada etiqueta

| 22/07/2022 | 8 min, 35 seg

Son muchos los proyectos vinícolas que nacen y, sobretodo, crecen queriendo ser libres de ataduras, de protocolos y requisitos marcados por organismos de regulación como las Denominaciones de Origen (DO) o las Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP). Estos mismos consejos han llevado hasta lo más alto a regiones como la del Priorat (DOQ), que han puesto en el mapa a regiones como la de Toro y que viralizan nombres como el de Vallegarcía (VP), empiezan a resonar en otros como la de Cabreros (DO).

Dentro del batiburrillo de nomenclaturas, existen proyectos anárquicos que deciden pautar sus propias normas, que siguen sus convicciones sin seguir las tendencias aunque lo sean. Que se salen del camino preestablecido para seguir su lógica. Asociaciones de amigos que unen sus viñedos, que usan variedades ancestrales y no identificadas por comodidad y adecuación al clima, vinifican en bodegas de otros, comparten recursos, mezclan parcelas que casi son distintas regiones y se aventuran sin importarles las etiquetas aunque todas tienen un diseño especial que hacen que quieras comprarlos.

De unos bordados de la madre de Alma Nebot Vaya vuelan unos pájaros que dan vida a la etiqueta de A mi aire. Son las creaciones de la joven del 95, fruto de la recuperación de unos viñedos en la zona de influencia del Parque Natural de Penyagolosa, Castelló. A 875 metros de altura trabaja sin pesticidas ni productos químicos la garnacha blanca, tinta, tintorera y peluda con un rendimiento muy bajo. Tanto su blanco como el tinto están fermentados en pieles en jarras de 300ml y con una crianza de seis meses bajo velo flor. Aunque el blanco ya lo podemos probar, la primicia del tinto sale en septiembre. Alma trabaja des de hace varios años en la bodega de Vicent Flors de Les Useres, Castelló, donde vinifica. Con ella, nace una nueva línea de vinos, muy Artisan Wines, asociación a la que ambos pertenecen, al igual que algunos compañeros más nombrados en el artículo. Alma también destaca el vimiel, con garnachas tintas fermentadas en miel de autor Mos de Bresca del Penyagolosa, reposado tres meses en damajuana. Ella pertenece a esa generación que será el relevo que tanto necesita la tierra de Castelló, en su caso de Vicent Flors.

Compañeros de Artisan Wines son Pilar Esteve y José Ramón Domenech, y Joan Llobell de Fil·loxera & Cia. Unieron en 2011 sus viñedos y también trabajan con algunas parcelas arrendadas, la gran mayoría se ubican en Fontanars dels Alforins excepto unas pocas parcelas en Pilar en Villena. Un total de 17 hectáreas forman un proyecto que trabaja con variedades locales y también ancestrales que recuperan. Destaca la línea de Bienvenidos al Extraordinario Mundo de la Mujer Caballo que con una etiqueta de lo más circense, compara estas uvas olvidadas y singulares con los personajes alejados de la sociedad por su aspecto físico pero que eran protagonistas bien valorados en el escenario. Con sus vinos han logrado que algunas variedades empiecen a considerarse en la zona. El de etiqueta naranja se queda pegado a la memoria como un blanco anaranjado, es Valencí 64%, Moscatel Romano 7% Airén 17% y otras blancas no identificadas 12% y del que sólo elaboran 2665 botellas. Estas variedades de ciclo largo, les permiten maniobra como la variedad Arco, que no era recomendada por la cooperativa, aguanta bien el calor de verano y permiten trabajar en su momento las más tempranas.

Verónica Romero es el proyecto de la joven viticultora que se formó y trabajó como enóloga en distintos proyectos hasta que hace unos años decidió crear el suyo propio en Los Duques, Requena. Los viñedos están en Los Duques y en Las Monjas (Venta del Moro) y es la primera de tres generaciones que decide elaborar en vez de vender la cosecha a la cooperativa. Las variedades familiares eran la Bobal y la Macabeo, en 2017 inició la recuperación del viñedo de Tempranillo y en 2018 la viña de Tardana, abandonadas o arrancadas como muchas en la zona. 

La mayor parte de su trabajo lo realiza en el campo y la vinificación es lo más natural posible, con maceraciones cortas, una mínima intervención que encapsula la esencia de sus monovarietales.

El resultado son unos vinos muy delicados, profundos y muy distintos entre sí, recuerdo especialmente el blanco y el orange Muda, aunque su preferido es Bala Roja, en homenaje a su abuelo. Cada etiqueta cuenta una historia de su entorno rural, donde ha creado su proyecto para poder vivir y que pronto abrirá las puertas al público como actividad enoturística.

Otro artesano del vino, no muy lejos de Valencia es Juanvi Alcañiz que empezó el proyecto Rubus con Jesús Romero, quien plantó los primeros viñedos en Rubielos y ahora ya se ha jubilado permitiendo el relevo de Juanvi. El primer vino tinto de Rubielos de Mora. El cultivo de la viña había existido en la zona solamente para el abastecimiento familiar, no se había extendido profesionalmente y fueron las condiciones de cambio climático y la altitud de la zona los factores que empujaron la recuperación de la actividad. De las cuatro hectáreas de Garnacha, Tempranillo y Syrah en Rubielos, en un clima más extremo a 1000 metros de altura, nacen Rubus y Rubus Quercus. El último ha evolucionado con la adquisición de garnacha de Báguena, muy cerca de la frontera con Zaragoza. Juanvi pudo comprar un viñedo datado de 1955, es una parcela convexa con dos laderas, una de ellas se dedica es para el Quercus por ser suelo de arcilla; la otra es íntegra para el Rubus Báguena, es su vino de referencia con más profundidad con garnacha en suelo de pizarra y cuarcita. Sigue trabajando en la recuperación de la variedad aragonesa histórica de Miguel de Arco y con él Manuel Roldán, que sólo elabora blancos por el momento, de Javalambre Viticultura de Alta Montaña. Sus dos referencias son Tocando el cielo, uno blanco de Garnacha blanca y Meseguera y otro brisado de Merseguera con Malvasía. La primera añada de su proyecto fue en 2020, cuando volvío de Italia tras acabar su tesis sobre el efecto del despuntado y la carga de uva en la variedad Nebbiolo. Empezó hace seis años a plantar y recuperar viñedos viejos en la zona donde veraneaba de pequeño.

Siguiendo en las alturas, pioneros en el Viñedo de Altura, 1.300 metros de altura en Barbenuta (la más alta de la Península Ibérica), municipio de Biescas, bajo la protección de los Pirineos, llegamos a  Balminuta. Son enólogos de una bodega familiar que también nació por el cambio climático y lanecsidad de montar un proyecto que permitiese vivir en el pueblo y criar allí a sus hijos, 2010. Recuperaron los campos que llevaban 50 años sin trabajarse, en el pueblo de el Valle de Tena a 1200 y 1500 metros y ver qué pasaría: El Vino de las Nieves. Pilar Garcia y Ernest Guasch embotellan en el Vivero de Empresas Agroalimentarias de Adecuara en Biescas. El vino de las nieves es blanco, jóven y de las variedes Riesling, Gewürztramine y Chardonnay tan fresco como dulce; también elaboran tinto de Garnacha centaria y otro Pinot Noir. Pero para dulce, el vino de licor ‘Nieu’ de Chardonnay que lleva la especialidad al extremo de lo goloso y refrescante.

Las garnachas de Luis Oliván también me robaron un pedacito de corazón. Luis tiene viñedos en distintas zonas de España y utiliza cooperativas para vinificar su marca. Su matriz está en Bespén (DO Somontano) de la que sale una expresiva y elegante garnacha y también el clarete como acto de recuperación de la tradicional convivencia de variedades blancas y tintas en los viñedos de toda España, antes de la filoxera. “En el 86 acabó por perderse, al no entrar esta fórmula en la regulación Europea y ahora, al indicar clarete en la etiqueta quedo fuera de la Denominación de Origen”. Lo llama viticultura personal y también es miembro de Artisan Wines. También juega con el ciclo vegetativo de los viñedos para que no se solapen las vendimias en el tiempo y esto le permite elaborar el blanco en la cooperativa Vinícola de Arganda del Rey, Madrid; el Clarete y Garnacha Bespén (DO Somontano) en la bodega de varios socios y la Garnacha de Borja (DO Borja) en la cooperativa Santo Cristo de Aizón. 

Y acabaremos con Finca la Emperatriz - nombre en honor a su primera propietaria, la Emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo- con esa Rioja que viene, la que añade nuevas nomenclaturas como la de Vinos de Pueblo, Vino de Zona y precursores del Viñedo Singular. Un final redondo con vinos de guarda, profundos y expresivos si los dejas hablar, de una misma finca y de distintas parcelas. En 1996 la familia Hernáiz adquirió esta y los hermanos Eduardo y Víctor Hernáiz se pusieron al frente con el objetivo de elaborar vinos de calidad, recuperando cepas viejas que aún crecían en la finca y plantando otras nuevas.

Todas estas referencias son una muestra del trabajo hecho desde la pasión, son caminos que se han elegido, convencidos y así les va. Marcan juntos una tendencia polarizada: los naturales muy fieles al terruño, con la mínima intervención, los viñedos de altura y los vinos de guarda, de parajes, de naturaleza, de recuperación de variedades ancestrales, de modo de vida. Monovarietales o coupage interminables de múltiples variedades. Los descubrimos, entre otros proyectos, gracias a la feria Rubvinos, la primera celebrada en Rubielos de Mora por los cocineros y winelovers Pablo Ministro, Yelel Cañas y Juanvi de Rubus.

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