Un centenar de mujeres de todos los ámbitos de la gastronomía celebran un encuentro reivindicativo en València coincidiendo con Gastrómoma 2018
VALÈNCIA. Hace tres semanas, una compañera de prensa me proponía entrar en un grupo de Whatsapp formado por mujeres del mundo de la gastronomía. "Quieren organizar un encuentro en València", era la premisa. Me sorprendió comprobar que tenía más de un centenar de integrantes, todas con vocación participativa y muchas ganas de contar lo que llevaban tiempo callando. Pasaron los días, y la cifra ascendió a 250. El volumen de mensajes era tan frenético que se me agotaba la batería del móvil tres veces al día. Aquello era un foro, sí, pero también un latido; uno de esos torrentes sin freno, imposibles de detener cuando alguien ha levantado el dique. ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido el #MeToo?
Todo había comenzado meses antes, durante una comida en Alicante, a la que asistió un grupo reducido de mujeres, como Cuchita Lluch, ex presidenta de la Academia Valenciana de la Gastronomía; Lourdes Plana, directora de Madrid Fusión; o la cocinera María José San Román. Todas ellas, y unas cuantas más, pensaron que era necesario crear un foro donde las profesionales del sector, fuera cual fuera el ámbito de la gastronomía, pusieran en común sus experiencias. Esas que, no por privadas, dejan de ser comunes.
El embrión tomó nombre, Mujeres en Gastronomía, y luego hubo una imagen de Whatsapp que fue el logo. Semanas de conversación y trabajo han dado como resultado un encuentro reivindicativo, celebrado en València al mismo tiempo que Gastrónoma 2018, pero con una organización independiente a la feria anual. Más de un centenar de mujeres, congregadas en el Pabellón 4 C, venidas de todas partes de España y pertenecientes a las más diversas ramas gastronómicas: desde la cocina, a la sala, pasando por prensa, organización de eventos o empresas de restauración. Dispuestas a criticar "la invisibilidad", a zarandear la brecha salarial, e incluso a autocriticarse por haber permanecido en silencio.
Ha llegado la era del feminismo entre cacerolas y sartenes.
Feminismo no es antónimo de machismo; feminismo es igualdad de oportunidades (y parece demencial que todavía haya que aclarar esto). Ah, y por descontado, el feminismo es ahora más importante que nunca, digan lo que digan. ¿Llegamos tarde a hacer bandera? "Ni pronto, ni tarde, hemos llegado cuando tocaba", respondían ayer. Y es así.
La sesión de 'Mujeres en Gastronomía' arrancaba a las 11 de la mañana con una introducción a cargo de Purificación García-Segovia, directora de la tesis doctoral Gender barriers and facilitators face by women chefs in the gastronomy and the 'Haute Cuisine' fields (UPV). Los datos recopilados ponen en evidencia la contradicción entre las mujeres en los fogones domésticos y la alta cocina. En 2012, en Francia, de 106 restaurantes con 3 estrellas, solo un estaba dirigido por una mujer: Anne-Sophie Pic. Pero es que en 2018, en España, de los 195 con Estrella, solo 19 tienen mujeres dirigiendo la cocina. Menos del 10%.
A la vista de los datos, ¿estamos haciendo todo lo necesario para estar donde queremos? De las causas de la invisibilidad versaba el primer bloque, compuesto por ponencias de 10 minutos a cargo de diferentes interlocutoras. La primera, cómo no, María José San Román, con 40 años de trayectoria a las espaldas. "No sin mujeres debe ser un debate continuo", arrancaba, condenando las citas gastronómicas donde se minimiza la presencia femenina. Con ello no habla de premiar por premiar, "puesto que no creo en certámenes para mujer ni en cuotas autoimpuestas", seguía, "sino de reconocer el trabajo bien hecho".
San Román también introducía otra idea discutida: la de involucrar a los hombres en la lucha por la igualdad. "Muchos están con nosotras al 100%", argumentaba. Ha sido un tema polémico en el grupo de Whatsapp, pero Rakel Cernicharo, cocinera de Karak, secundaba la moción: "A mí no me importa decir que tengo una persona que me acompaña y reconocer su apoyo. Durante años, ellos no han sido capaces de admitir que sin nosotras no habrían sido nada; nosotras no debemos incurrir en el mismo error". Una idea que volvía a repetir durante el PODCAST para Plaza Radio, en el que compartía tertulia con Lourdes Plana, directora de Madrid Fusión, quien habla de una lucha "con suavidad, no confrontadora".
Rakel también ponía sobre la mesa el tema de la conciliación como principal dificultad para el ascenso de la mujer en la alta cocina. "Este sector requiere estar dispuesto a sacrificar 16 horas trabajando, y tenemos que aceptar que una mujer lo quiera, incluso renunciando a la maternidad, sin sentirse egoísta por ello", admitía. Le secundaba Nuria Morell, de Nozomi, una de las pocas sushi woman de España: "Tengo 44 años, no soy madre".
Por otra parte, Estrella Carrillo, cocinera murciana, articulaba una nueva pata (sin duda, una de las más polémicas y delicadas): la de micromachismo que se da entre las propias mujeres. "Nos boicoteamos, nos falta sororidad, y ser valientes para señalar situaciones de machismo", reivindicaba. Lesly Laos, sumiller de La Sucursal, añadía al respecto: "Ellos tienen sus propios boy clubs, ¿por qué nosotras no nos promocionamos las unas a las otras?".
Todas estas ideas engarzan directamente con el siguiente de los bloques: la autocrítica. Aquí fue Begoña Rodrigo, sin duda, quien más claro habló. En referencia a la conciliación, la chef de La Salita se preguntaba: "¿Acaso no decidís vosotras con quién estáis viviendo? Sois dueñas de vuestras vidas". Admitió que ella no pone lavadoras en casa porque tiene otras ocupaciones, "y no por ello me siento culpable".
Otro debate abierto por Rodrigo fue el de la alta cocina. "¿Quién ha dicho que os debáis dedicar a ella", se cuestionó, para añadir: "Para mí es igual de válido quien decide tener un restaurante pequeño o trabajar en un comedor escolar. Pero si quieres hacereste tipo de gastronomía, debes saber que hay unas reglas, y pasan por dedicarle muchas horas". Por último, en referencia a la promoción que las mujeres se hacen entre sí, lanzó una tercera pregunta al foro: "Si van a publicar un artículo sobre vuestro restaurante, ¿queréis que lo escriba José Carlos Capel o Julia Pérez Lozano?". La periodista gastronómica, que también estaba en la tertulia, ha vivido más de una vez tras la sombra de su análogo masculino.
Interesante también la defensa de Carito Lourenço, co-propietaria de Fierro, de "marcarse unos objetivos, aunque para nosotras vayan más lento". De hecho, instaba a las presentes a preguntarse "qué quiero conseguir y qué estoy dispuesta a sacrificar para ello". Cerraba Guillermina Bravo, directora de Monteagud Editores: "A la hora de publicar, nosotros primamos el talento, no que sea hombre o mujer". Y en ese alegato sobre el brillo de la aptitud, sobre lo sobresaliente que es el buen trabajo, se atrevñia a añadir: "¿Acaso creemos que la revolución desde El Bulli sería menos si Ferran fuera una chica?”.
Si bien la mañana estuvo orientada al debate, la tarde se consagró a la propuesta. Quedaba por ver cómo plantar cara al monstruo, que lleva nombre de invisibilidad. ¿Y cuál es la conclusión? La conclusión es que no la hay, porque esto no ha hecho más que empezar. No hay un remedio, no hay una cura, al menos de manera instantánea; pero hay un proceso de mejoría que ya ha comenzado y parece imparable. Será lento, será duro. Pero será.
La excusa de Gastrónoma 2018 ha servido para dar forma a este movimiento, que todavía no se sabe si se constituirá como asociación u otro formato. Se ha tratado, en cualquier caso, de una primera toma de contacto para sentar las bases de lo que en el futuro aspira a ser una herramienta de reivindicación. Estas son algunas de las ideas.
Vendrán más, vendrán fuertes.