VALÈNCIA. Todo comenzó en un bar, uno de los locales que a principios de los noventa tomó el relevo de los bares que una década antes habían marcado la cultura nocturna en la ciudad. Tranquilo Niebla estaba situado en la zona de Cánovas, cerca del Barracabar de Jorge Albi y sus inolvidables conjuras musico festivas. Juan Enrique León -todo el mundo le llama Jota- montó aquel establecimiento con Luis Miguel Rojas y aquello enseguida se convirtió en el lugar de referencia para una nueva generación de melómanos. Era la época del indie anglosajón de guitarras distorsionadas alrededor de melodías sublimes, el momento de Superchunk, Yo La Tengo, Seam, y también de los sellos nacionales que, como Elefant, se afanaban en fomentar un indie como el de fuera, pero con señas de identidad propias. En aquellos momentos, la escena local había cambiado. El bakalao se había comido al rock y esa segregación contrastaba con lo ocurrido tan sólo unos años antes, en una escena musical en la que la electrónica, el pop, lo gótico, el rock épico a lo U2, las bandas tipo Madchester y otros ingredientes de lo más diversos eran el eje de la vida nocturna local. Es importante destacar esto y contarlo bien para que se entienda la importancia de Tranquilo Niebla, que en realidad acabó siendo la semilla de la que nació Tranquilo Música, promotora de conciertos especializada en bandas indie y alternativas que en 2025 cumple sus primeras tres décadas de actividad.
No fue hasta 2005 que Tranquilo Música se constituyó como empresa. Eso ocurrió después de que Jota encontrara en Neus Aulló a la cómplice idónea para hacer del gusto por la música una manera de ganarse la vida. Durante los diez años previos, Jota ya había organizado bastantes conciertos, a veces solo ante el peligro, a veces en connivencia con otros pioneros de la ciudad como Marisa Moya o Jesús Sáez, entonces miembro de Polar. El primero fue en 1995 con Los Planetas. Hasta entonces, había habido conciertos de grupos locales en el bar, pero con Planetas hubo que irse a la Sala Roxy (hoy Moon). El evento fue un éxito y eso le animó a traerse otros nombres del indie nacional como Manta Ray o Parkinson DC. El dinero que ganó montando lo de Planetas lo perdió con los directos que organizó después. Poco después, el bar bajó la persiana para siempre y Jota empezó a alternar su trabajo como camarero en cafeterías de diversas Facultades de València con la organización de conciertos. Allí, en 2003 entabló amistad con Neus, antigua clienta de Tranquilo Niebla, centrada en terminar un posgrado en Económicas. Empezaron a intercambiar discos, a hablar de grupos que les gustaban. Y cuando Jota comentó que estando él solo le resultaba imposible crecer como promotor de conciertos, Neus le propuso ser su socia. Pidió un préstamo al banco y al enterarse, su padre le preguntó si no había una opción mejor para poner en práctica sus conocimientos de economía. Seguramente las había, pero para ella, ninguna era más apetecible que esa. El tiempo le ha dado razón.

- Algunos de los carteles de la historia de Tranquilo Música. -
Dominique A, Josh Rouse y Dean Wareham –ya sea con Luna, en dúo con Britta Philips o en solitario- son los artistas con las que más veces ha trabajado Tranquilo Música en estas tres décadas. Entre los momentos cumbre del historial de Neus y Jota están el haber traído a València a nombres como Big Thief, Sparklehorse o Shellac. Su filosofía de trabajo es clara y sencilla y se diría que hace honor a su nombre porque es sosegada, sin ambiciones desmedidas más allá de hacer bien su trabajo y que este reporte satisfacciones más allá de lo pecuniario. Aseguran que, a pesar de algunos pinchazos, este nunca ha sido un trabajo ingrato y que el público siempre ha respondido con ganas y entusiasmo. Recuerdan especialmente el debut valenciano de Rufus Wainwright en el Palau de la Música en 2010. La conexión entre público y artista fue absoluta y ambas partes disfrutaron de un concierto que terminó con Wainwright luciendo la camiseta de la selección española en pleno Mundial de Fútbol. En un mercado peleón donde los formatos van cambiando y en el que los artistas que hoy no son populares mañana estarán a la venta con precios inasumibles, Tranquilo Música vuelve a hacer honor a su nombre. Conocen su mercado y están cómodos trabajando en él. No buscan dar pelotazos de taquilla. Si promotores de fuera los buscan para que organicen cosas más masivas, ellos las hacen. Mientras tanto, trabajan con los artistas que más les gustan, ya sean estos Superchunk o Rodrigo Cuevas. Ganarse la vida haciendo conciertos a los que Neus y Jota asistirían como espectadores, esa es una frase que resume su filosofía.
Ninguno de los dos responsables de Tranquilo Música padece de idolatría. La cercanía con los artistas hace que la realidad se imponga a la fantasía. Y cuando llega el momento de ver sobre el escenario al grupo que ellos mismos han traído, la estrategia para poder disfrutar de la música en medio del trabajo es muy simple: dependiendo de quién actúe, Neus y Jota se cubren las espaldas. Uno se queda en la taquilla mientras el otro ve el concierto. Porque, además, una vez el grupo o el artista ha llegado a la sala y ha hecho la prueba de sonido, poco más pueden hacer ellos dos. El concierto ya queda en manos de los técnicos. Hasta ese momento se han ocupado de recoger a los músicos y llevarlos al hotel, de que en los camerinos haya lo que se estipulaba en los contratos. Muchas veces, artistas seleccionados se caen del calendario porque las condiciones para traerlos se complican. Lo intentaron con grupos al alza como lo fueron Future Islands en su momento o lo son Fontaines D.C. ahora. El aumento de la demanda a nivel mundial condiciona dichas posibilidades. Cuando les pregunto a quién anhelan traer a tocar a su ciudad, Neus responde sin dudar que a The National y Jota segura que Death Cab For Cutie y a Amaia. Han aprendido, han ganado, han perdido y han crecido, pero en lo esencial, Tranquilo Música sigue fiel a sí misma. Eso sí que es un éxito.