VALÈNCIA. En la música y en el amor hay cientos de promesas incumplidas, que caen en saco roto. Corear letras de amor no siempre implica estar enamorado, y más de uno se ha rendido a las canciones típicas de iglesia sin creer en su significado. En el amor no hace falta ni poner ejemplo: infidelidades, traiciones, mentiras que se hacen cada vez más grandes… Ambas historias van acompañadas, de alguna manera, de una culpa cristiana y una promesa por el cambio: “No lo volveré a hacer”. 

Cinco palabras que suponen un compromiso que rara vez se cumple. Estas palabras, que juntas hacen un milagro, son las que dan título al nuevo disco de Shego, que aterriza en la Sala Moon el próximo viernes 7 de marzo. 

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• ADRI CUERVO

Lo hace con un concierto que se comprende más bien como “una experiencia religiosa” y en el que Maite, Raquel y Charlotte le cantan a sus amigas, sus desamores, a la rutina y también dejan pequeños “caramelitos” -tal vez inyectados con cianuro- entre sus letras para sus personas “non gratas”. A lo largo de doce canciones -trece para los que tengan el vinilo- se desahogan sobre su día a día, sus historias y cantan desde la experiencia para componer un álbum generacional que “nos toca a todas”.

“Nuestras canciones dependen mucho de lo que hablemos en ellas, pero el disco es un conjunto de historias propias porque Shego canta desde la experiencia”, apunta Charlotte, “para adornar algunas letras, a veces exageramos alguna cosa, les ponemos poesía, aunque siempre partimos desde el yo”.

Con canciones en las que hay días que se “elige violencia” y personas que “quieren caos y piden canción” se compone un disco de poco más de media hora en el que dolor, amor y ansiedad se dan la mano entre las acordes para hablar de la cotidianidad y el mundo que les rodea: “Han pasado unos años y vemos las cosas de otra manera, con más experiencia y este disco sale de la experimentación, mientras cantamos sobre nosotras y cada persona que nos oiga se lo puede llevar a su experiencia”. 

Intentando no explicar el significado real de sus letras para no influir en esta parte de la experiencia personal, su parte favorita de los discos, buscan que cada uno se pueda encontrar en una canción, ya sea desde la pena o desde el amor: “Es como si cualquiera se pudiera meter dentro de la historia del disco”, explica Raquel, “nos interesa que cada persona viva las canciones a su manera y las haga propias”. 

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El disco, que está grabado en directo para que suene más “crudo” es el fiel reflejo de lo que verán las fans en los conciertos, porque No lo volveré a hacer nace de un proceso muy natural y un proyecto sin grandes pretensiones: “Nos queremos acercar a lo que es la banda y ya está, el concierto queremos que sea una especie de montaña rusa de emociones y experiencias, pero a nosotras lo que nos importa es pasarlo bien escribiendo y sobre el escenario”, apuntan desde la banda, mientras desvelan que este trabajo se ha hecho en una casa rural rodeadas de vino, cerveza, libretas y “poco más”. 

Tras este retiro de amigas, emocional y vital, las tres han aprovechado para jugar también con la imagen y concepto creativo del álbum, en el que se muestran como una especie de “pseudo monjas” vestidas de rojo pasión.“No pensamos en una crítica intencionada ni nada por el estilo, tenemos la suerte de poder divertirnos y trabajar como nuestro propio equipo creativo y eso es lo que hacemos. Nos encanta disfrazarnos y pasarlo bien y este disco nace del amor, la diversión y de poder hablar de lo que nos apetezca”, apunta Raquel en nombre de la banda. 

Superando las diferentes fases del romanticismo, intentando reírse de las situaciones que les rodean y con un toque único de comedia buscan cantarle a sus problemas sin regodearse demasiado. Maite, una de las letristas de la banda, apunta que no siempre es necesario “repetir mucho las ideas” porque una se acaba creyendo lo que se cuenta: “Está bien intentar reírte de la situación en la que estás, pero no hay que repetir las cosas constantemente, al final los mantras que te montas en tu cabeza son importantes también”. Con todo esto, apartando la biblia y acercando el cancionero, Shego se libera de la culpa a través de esas cinco palabras que nunca se cumplen: No lo volveré a hacer, ¿o tal vez sí?

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