VALÈNCIA. Este sábado 25 de octubre cambia la hora: a las 3 serán las 2. Es decir, una hora más de fiesta. También será una hora más de trabajo para Lucía Gea, DJ residente en Spook, que ultima su mayor reto hasta ahora: un all-night long, una maratón de nueve horas seguidas de sesión. La responsabilidad de la noche recae en ella, pero tiene como aliada una comunidad de seguidores que, en los últimos años, le ha encumbrado como una de las artistas más carismáticas de la escena electrónica valenciana. Gea, que empezó a pinchar para el gran público hace apenas unos años, ha acabado convirtiéndose en el símbolo de los cierres de la mítica discoteca.
—Es la primera vez que abordas una sesión all-night long. ¿En qué varía tu proceso cuando tienes que preparar nueve horas de música en lugar de dos o tres?
—Lo primero que cambia son las horas, claro. Normalmente pincho dos o dos horas y media, y ahora paso a nueve. También cambia la energía. Yo suelo hacer cierres, y ahí la energía que tienes es la de mantener a la gente hasta el final. Pero cuando eres la persona encargada de llevar toda la noche, la mentalidad cambia: no es la misma energía cuando abres, cuando cierras o cuando estás en medio. ¡Es como juntar a las tres supernenas!
—Cuando hay diferentes sets en una misma noche, también cada uno tiene su principio y su microcierre. En tu caso, tendrás que contenerte un poco, o decidir cuándo subir BPMs y cuándo volver a ese lugar que quieres. ¿Cómo lo planteas?
—Creo que va a ser como una onda. Habrá subidas y bajadas, sobre todo en la parte del medio. Obviamente, la última hora será la de cierre, y la apertura irá en crescendo, porque es la forma de recibir a la gente que entra al club. Pero no será un crescendo constante: habrá subidas, bajadas, microdosis…
—¿Cuánto hay de improvisación y de lectura del público en el momento, y cuánto de preparación en tus sets?
—Diría que un 50-50. Al principio me lo tomé muy en serio, y quería prepararlo todo; pero conforme he ido pinchando en el estudio me he dado cuenta de que un set de dos horas sí me lo puedo preparar más o menos, pero uno de nueve es prácticamente imposible. Al principio sí que lo preparo para ir segura, y sé más o menos lo que quiero hacer, pero toda la parte del medio va a ser jugar con el público y fluir con esa conexión. Es algo que se me da bastante bien: leer la pista, ver cómo está la gente. También hay que permitir que la gente salga, vuelva, vaya al baño, se pida algo… No podemos mantenerlos pegados todo el rato, hay que hacerlo de una forma dinámica y natural, como lo que sería una noche en una sala.
—Cuando haces sets más cortos, de dos horas y media, y tienes más margen de preparación, ¿cómo los trabajas sin tener esa referencia del público? ¿Cómo es tu proceso en la intimidad?
—Lo primero que hago es una selección de temas nuevos. Suelo comprar bastantes, pero también tiro de los que ya tengo y conozco. Luego pienso mucho en la gente. Cuando hago la selección me imagino sus caras, cómo bailan. Y me preparo varios caminos posibles: dos direcciones para tirar más hacia un lado o hacia otro, por si acaso. Me gusta imaginarme la noche, cómo puede ir. Y luego, cuando lo pruebas y ves que funciona, es brutal. Me ha pasado de pensar en un tema en casa o en el estudio, imaginarme la reacción del público, ponerlo en el club y que realmente funcione. Es una sensación preciosa.

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—Supongo que tener un club de fans que te sigue y espera tus sesiones también ayuda…
—Son los mejores. Me gusta mucho la comunidad que se ha generado alrededor de mí porque además es súper buenrollera. Me han contado anécdotas de gente que se ha cruzado por la calle con una camiseta mía y, sin conocerse, se han puesto a recordar momentos de algún set mío o de alguna noche. Siempre con buen rollo. Me dicen que es gente súper maja, que han acabado saliendo juntos en algún festival. Me siento muy querida.
A la vez, siento una pequeña responsabilidad para el set de este sábado: la de enseñar otras facetas mías que quizá no se han visto tanto. Ese es mi reto, más allá de las nueve horas: mostrar nuevos géneros que no suelo pinchar por las limitaciones de tiempo. Tengo muchas ganas de hacerlo, aunque también estoy un poco nerviosa.
—¿Cómo ha sido ese crecimiento de la comunidad? Porque estamos acostumbrados a que en la escena electrónica surjan comunidades en torno a un club, una fiesta, una marca o incluso una microescena. Pero en tu caso, como decías antes, llevan tus camisetas como si fueran las de un equipo de fútbol…
—Ha sido un crecimiento muy natural y orgánico, nada pensado estratégicamente. No había una campaña detrás ni un momento en el que dijera “guau, qué comunidad tengo”. Han sido pequeños mensajes, lo que me dicen después de una sesión, lo que me cuenta la gente que me escribe... Pero no lo veo como algo cerrado. Es gente que está ahí, que me quiere mucho, y siento que lo estamos viviendo a la par. Ellos están flipando con lo que hago y yo flipo con lo que hacen ellos, con lo que sienten, con lo que les transmito. Cada día me sigo sorprendiendo. No soy consciente al cien por cien; lo voy viviendo día a día.
—Vas a casi estrenar el nuevo sistema de sonido de la sala principal de Spook. Aprovechando que tú eres arquitecta de formación, y que hemos tanto hablado de ti como del público, te quería preguntar hasta qué punto te influye el propio espacio del club, su configuración y el sonido para disfrutar y conectar con la gente.
—Una de las cosas que más me gusta de Spook respecto a otros sitios donde he pinchado es la cercanía con el público. La cabina está casi a pie de pista, sumergida, y eso genera una conexión especial. Además, es 360º: tienes gente alrededor, delante, detrás, a los lados. Y eso influye muchísimo, porque literalmente me giro y tengo a veinte personas detrás, y delante a las primeras a cuarenta centímetros. La reforma que hicieron en la cabina hizo que el club ganara mucho. Cuando pinchas en un sitio donde el público está lejos o tú estás muy elevado, la energía se pierde. El espacio y cómo está montada la cabina influyen mucho en esa sinergia de energías que se da en la noche. Al estar tan cerca, y al verte ellos tan cerca, la energía se concentra más.
—¿Qué importancia que ha tenido en tu carrera estar conectada con otras escenas que no tienen que ver directamente con la electrónica, como el post-punk?
—Es que realmente yo vengo de ahí. Estuve tocando la batería mucho tiempo en grupos, y mis compañeros de local eran La Plata, Mausoleo, Ultralágrima, Xenia... Al final, los fines de semana tocábamos en los mismos sitios, en las mismas salas donde ahora pincho. Vengo con mucha inspiración y experiencia de esa escena.
—Desde que empezaste a pinchar hasta ahora, también la escena de la música electrónica ha cambiado mucho. Hace apenas unos años se escuchaba un techno más clásico y ahora predominan otros estilos, como el hard techno. ¿Cómo has vivido esos cambios?
—Ha habido cambios positivos y negativos. Lo positivo es que cada vez hay más oportunidades para la gente: más fiestas, más espacios donde pinchar, más opciones para encontrar tu sitio. Pero también hay una parte negativa: cuando algo se hace más popular, empiezan a pasar cosas que se alejan del origen. Llega gente joven que simplemente quiere salir, pero no entiende la cultura que hay detrás. Y eso me da pena, porque la electrónica tiene un trasfondo cultural muy importante. Con la popularización que está viviendo, a veces se pierde ese sentido, y creo que es algo que deberíamos cuidar más.

- Lucía Gea, durante una sesión suya en Spook, en una foto de archivo. -
—También has producido temas y remixes ¿Cuánto peso tiene esa faceta en tu día a día? ¿Es importante para ti mantener esa parte creativa que no es solo pinchar, sino también generar tus propios temas o mezclas?
—Me gusta mucho porque es otro reto, algo totalmente diferente a pinchar. Es verdad que luego, cuando pinchas, tiene mucho sentido producir, y viceversa, pero son dos cosas distintas. ¡Incluso me cambia la personalidad! Cuando estoy produciendo me apetece hacer planes más tranquilos, me pongo más reflexiva, escucho más los sonidos… necesito entrar en un mood más espiritual, digamos.
La producción me plantea retos que no tengo cuando solo pincho. Y cuando me pasan las dos cosas, pienso: “guau, cuánto tengo que aprender todavía”. Esa sensación me encanta. No estoy al mismo nivel produciendo que pinchando, pero me gusta vivir esas etapas porque la música te da la posibilidad de elegir, de bajar a tierra. Es un proceso muy bonito.
—Por mucho que se haya avanzado en los últimos años, sigue siendo muy significativo que haya una DJ residente como tú en Spook. Este all-night long de nueve horas, tú sola, ¿sientes que también tiene un poder simbólico dentro de la escena?
—La verdad es que no había unido los dos conceptos a la vez —ser mujer y pinchar nueve horas—. Lo veo como dos cosas distintas. Pinchar nueve horas es un reto que ahora mismo muy pocos DJs hacen, y eso lo veo igual, seas hombre o mujer.
Y luego está la parte de ser mujer en Spook. No era tan consciente hasta que muchas chicas empezaron a escribirme diciéndome que las había inspirado. Al final, cuando ves a alguien que es como tú, el vínculo es más fuerte. Yo he visto a muchos hombres pinchar, pero fueron tres o cuatro mujeres las que me hicieron pensar: “yo también puedo ser ella”. Te ves más reflejada en una mujer que en un hombre, y eso sigue siendo importante. Igual que lo es ver a personas racializadas en cargos de poder, porque te hace sentir que tú también puedes llegar ahí. Si juntas los dos conceptos —el all-night long y ser mujer—, claro que hay poder ahí. Es fuerte. Se juntan las dos cosas y cobra mucho sentido.
—Qué bonito y qué responsabilidad sentir que ahora eres tú la que está en la cabina inspirando…
—Sí, por eso creo que siempre hay que ser humilde, porque nunca sabes en qué sitio vas a estar. Yo he pasado mucho tiempo mirando a otras personas pinchar, y en algún momento, por lo que sea, la vida te pone arriba… y también puedes volver a estar detrás o delante. Por eso es importante, estés donde estés, el mensaje que transmites.
Si eres público, tienes que ser respetuoso con la comunidad que te rodea; y si eres DJ, ser responsable con el mensaje que mandas, porque puedes influir mucho en las personas. En una sesión se genera mucha energía. La gente viene a bailar para desconectar, para vivir algo distinto a su semana, para desinhibirse, para salir de una relación, de una depresión, o para conocer gente. Por eso es muy importante el mensaje que transmites.
Yo intento que en mis sets siempre haya la máxima energía, porque quiero que la gente viva esa energía conmigo. Que lo pasemos bien las dos partes. No quiero que sea “venga, al trabajo”, sino hacerlo desde un lugar muy responsable y compartido.