VALÈNCIA.Cuando la prensa británica empezó a elogiar a Pavement como si fuesen fruto de un milagro, Nirvana ya habían triunfado contra toda expectativa, Pixies ya no existían y Sonic Youth intentaban conciliar su naturaleza ruidosa con las posibilidades que les brindaba estar en una multinacional. El rock alternativo que definió parte de los años noventa ya atraía la atención de un público que no necesariamente era alternativo cuando llegaron las bandas pequeñas, ruidosas, poco habituales, surgidas de ciudades americanas que nunca antes habíamos oído mencionar. Superchunk. Seam. Bikini Kill. Beat Happening. Con diferencia, Pavement eran los más raros de todos ellos. Los periodistas británicos se encargaron de que sonaran como si fuesen el nuevo evangelio, y los periodistas de otros países les seguimos la corriente porque, más allá de las alabanzas, Pavement eran brutales. Eran rock dislocado, surrealista, gamberro, que por una parte iba a la suya y por otra quería invadir e infectar eso que antes llamábamos mainstream. Todo eso ocurrió en 1992. Siete años después se disolvían tras haber alcanzado ese punto en el que las bandas necesitan dejar de existir antes de quemarse.
Al poco de comenzar Pavements (Filmin), presenciamos cómo fue esa ruptura en directo, cuando el cantante Stephen Malkmus dijo en medio de un concierto que estaba harto, que aquello ya no le gustaba. Y a continuación vemos al grupo tocando de nuevo tan felices en 2022, en lo que fue su segunda reunión. Fue ahí cuando el director Alex Ross Perry comenzó a filmarles de cara a un documental que no podía ser un documental al uso. Perry ha afirmado que el documental musical es un género que ya está exhausto. Razón no le falta. Cualquier tema o personaje, es ya susceptible de tener un documental. No hacen falta planteamientos innovadores ni guiones bien construidos. En el mundo de la música hay tanta abundancia de títulos de este como ausencia de ideas apetecibles. Pero siempre puede haber algo peor que un documental sobre un artista o una banda, y eso, según Perry, es un biopic, algo que ya se ha convertido en “la forma más baja de narrativa intelectual”.
Bien, pues para evitar caer en cualquiera de esos tópicos, Pavements es una película en la que se entrecruzan varias líneas narrativas. Una es un documental donde, en pos de la ironía también cabe la ficción. Otra es un modesto musical de Boroadway –Slanted! Enchanted! A Pavement Musical- construido a partir de dramáticas reinterpretaciones de originales de Pavement. También tenemos una audición para un biopic sobre la banda, que es de lo más divertido de este invento. Y salpicando esta encrucijada de historias hay también imágenes de una exposición sobre los autores de la inconmensurable “Here” (fragmento de la letra: “Estaba vestido para el éxito / pero el éxito nunca llegó”) donde se juntan objetos reales y otros que no lo son en absoluto y que están ahí para aportar un toque de humor tan fundamental en esta producción como lo fue para los propios Pavement. ¿Y por qué fueron Pavement tan importantes? Porque aportaron digresión al reino de la distorsión. Porque sonaban a una serie de grupos británicos que entonces todavía nadie reclamaba como héroes. The Fall eran los más evidentes, pero en una entrevista de archivo de Pavements escuchamos a Malkmus explicar que también les gustaban Pere Ubu, Can, Wire, Buthole Surfers, Captain Beefheart, Devo, así como varias bandas de ese tesoro que fue el sello neozelandés Flying Nun y, por supuesto, Sonic Youth. “En la música que haces –dice Malkmus en Pavements-, hay una parte que es tu reflejo, pero el ochenta por ciento del resultado es la fantasía que construyes a partir de la gente que te gusta”. Esa frescura, esa desfachatez, ese hacer algo fantástico a la vez que le restaban toda importancia, los convirtió en un fenómeno subterráneo que después fue creciendo en tamaño y repercusión. En el documental ironizan sobre eso cuando una voz en off se refiere a ellos como “el grupo que cambió la música” o “la banda alternativa más importante de la historia”.
Pavement se formaron en Stockton, California cuando Malkmus conoció a su amigo Scott Kannberg, que eligió el nombre artístico de Spiral Staris (Escalera de caracol) cuando comenzaron a ensayar. “Fue durante unas lluvias que duraron toda una semana”, me dijo Malkmus en una entrevista telefónica en 1992. “Fue muy raro porque, como todo el mundo sabe, nunca llueve en California. Todo parecía andar mal y empecé a ponerme nervioso porque era como si el mundo se fuera a acabar. En el sitio donde trabajaba había testigos de Jehová que me decían que sí, que esto eran señales claras del apocalipsis. Así que llamé a mi amigo Scott y le dije que aprovecháramos el tiempo para hacer música”. Registraron su primera maqueta en 1989 y así conocieron al que fue primer batería, Gary Young, un tipo mayor que ellos y con intereses muy distintos a los de ellos. Una extravagancia más para un grupo extravagante que, siguiendo la moda de la época, hacía portadas feísimas para sus discos, como así consiguieran evitar que se los tomaran demasiado en serio. Mark Ibold, Bob Nastanovich ya estaban en la formación cuando les llegó el gran momento. Steve West entró como segundo batería hasta que Young fue despedido. Sus locuras lisérgicas eran excesivas incluso para un grupo como aquel. Pavement se convirtieron en estrellas del firmamento alternativo por culpa de un álbum Slanted & Enchanted, que hoy está considerado como un clásico. Luego grabaron Crooked Rain, Crooked Rain, y entonces ya no fueron solamente un grupo singular, a partir de ahí eran un grupo singular con canciones como “Cut Your Hair”, que podían sonar en depende qué radios. En Pavements esa historia se va contando con saltos entre el presente y el pasado, intercalando declaraciones de los actores que van a interpretar a los miembros del quinteto en el supuesto biopic (Jason Schwartzman encarna a Gerard Cosloy, el codirector de Matador, la discográfica que los terminó de lanzar). Uno de los momentos más graciosos es cuando uno de los actores se desespera intentando copiar la dicción de Malkmus, el gran protagonista de esta historia. Raro, fascinante e irritante a partes iguales, Malkmus se esposó al micro durante una actuación en Londres, en 1999, para expresar su descontento por la deriva musical que estaban tomando. Lo habitual en estos casos. El estilo se va deshaciendo de turbulencias mientras que las canciones cada vez están más conseguidas.
Antes de separarse grabaron tres discos más, Wowee Zowee (1995), Brighten The Corners (1997) y el adiós que fue Terror Twilight (1999). Luego siguieron caminos separados. En 2010 hubo un primer reencuentro que acabó en gira. El segundo duró hasta 2024. Para entonces, su nombre ya había sido revalorizado por la mención que de ellos se hace en la Barbie de Greta Gerwig, cuando Ken hace un mansplaining de libro (indie) y le explica Barbie por qué fueron un grupo tan bueno y tan necesario. En 2024, “Harness Your Hope” se hizo viral sin motivo alguno, superando en escuchas a “Cut Your Hair”, que hasta entonces era la canción más popular del grupo. Para amortizar ese renovado interés, Alex Ross Perry dirigió un vídeo que inspiró bailes de todo tipo en las redes. Una historia digna de un grupo como Pavement.