Música y ópera

JUNTO A VALENTINA CARRASCO

Una fábrica de muñecas para hablar de la jerarquía social: entre las bambalinas de 'Luisa Miller'

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VALÈNCIA. Cuando llega una ópera, el escenario de Les Arts se viste de gala. Le encanta probar a vestirse con diferentes trajes y jugar a adaptarse a los relatos que lo habitan. Hace poco, para Faust, se transformó en un increíble espectáculo circense, para acoger la historia de Orfeo ed Euridice una explanada de gravilla descendía a los infiernos convirtiendo el escenario en algo totalmente nuevo. Ahora es el turno de Luisa Miller, una de las óperas “más innovadoras” y con un tono “más íntimo y psicológico y menos heróico” de Verdi, tal y como lo analiza Sir Mark Elder, que se estrena en la dirección musical en Les Arts. Para esta increíble ocasión, la directora de escena y acreditada regista bonaerese Valentina Carrasco transforma el escenario en una increíble fábrica de muñecas.

 

Lo hace para “exprimir el trasfondo psicológico cruel y manipulador de las relaciones familiares, contextualizado en una fábrica artesanal de muñecas”, un espacio que le sirve para hablar de los padres que intentan construir a sus hijos a imagen y semejanza y para hablar del auge de la burguesía industrial a principios del siglo XX. Pero antes de adentrarse en los recovecos de esta fábrica de muñecas, cabe presentar a Luisa Miller. Esta ópera está basada en una obra de Schiller sobre una historia de amor atravesada por conflictos de clase. Verdi la escribe en el año 1849, y llega justo tras La Traviata (1853) y Stiffelio (1850), convirtiéndose así en su primera “ópera burguesa”.

 

En Luisa Miller Verdi se permite experimentar y jugar con nuevos registros para elaborar una historia más centrada en la emocionalidad de sus personajes y que le permite hablar de la complejidad de las relaciones paterno-filiales. En esta Verdi abandona el marco de sus dramas y se instala en un pueblo campesino para transformar “la gran tragedia heroica en un íntimo drama burgués”. En este cuenta la historia de dos padres que aman posesivamente a sus hijos: Walter y Miller, padres de Rodolfo Walter y Luisa Miller, que se enamoran perdidamente entre ellos y que pertenecen a dos mundos completamente distintos, lo que hará que resulte imposible su historia de amor. 

 

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Para ambientar este relato, Carrasco encuentra en la fábrica de muñecas un lugar para hablar de la autoridad y de las jerarquías sociales. “La fábrica de muñecas se convierte en un espacio en el que podemos jugar con la familia de Rodolfo y Luisa, que se oponen al matrimonio. Sus padres son personajes muy voraces e imponen a sus hijos un modo de vida en el que les moldean a su imagen y semejanza, como ocurre en una fábrica de muñecas”. Coincidiendo con el auge de la burguesía dentro del relato de Verdi la fábrica de muñecas sirve también para hablar, metafóricamente, de la proyección de un modelo social que se aplica más a las mujeres que a los hombres, y que valora el dinero de la familia ante todo dejando ver que “quien eres no depende de donde has nacido sino del dinero del que dispones”.

 

“La muñeca nos sirve para hablar también del modelo burgués por excelencia, de lo que es admirable. Esta fábrica de principios del siglo XX se convierte en el lugar en el que se dan la mano la parte más burguesa de la elaboración de este producto con el pueblo, que es el que trabaja para elaborarlo. Crear muñecas se convierte en una interesante metáfora que nos ayuda a hablar de cómo los padres de Rodolfo Walter y Luisa Miller intentan transformarles a su imagen y semejanza mientras les destrozan por dentro”, explica Carrasco, quien para contar esta metáfora a través de la escena se sirve de cientos de muñecas y hasta sesenta muñecos de perros para generar un espacio de conflicto que llegue hasta la butaca del espectador. 

 

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“Conforme avanza la historia, la fábrica va cobrando un nuevo valor simbólico. El espacio ayuda a que se modifique la historia y a que cobre nuevos significados. El espectador puede pasar desde el interior de la fábrica hasta el exterior para comprender este drama que acaba teniendo formato de tragedia”, explica Carrasco, que se muestra orgullosa de un montaje que ayuda a “ver a Verdi de otra manera” dándole un nuevo toque. Entre bambalinas, y colándose entre cientos de muñecas y muñecos, está la historia de dos partes que quieren que sus hijos se construyan basándose en sus deseos. 

 

Walter crea un muñeco que responde a las necesidades de su imperio industrial, mientras Miller se centra en fabricar muñecas de “una bondad ideal” como la que desea que tenga siempre su hija Luisa. Al final es el destino de un amor fatal, el que construye realmente a los muñecos y muñecas que se rigen sobre el escenario, que bailan al son de la batuta de Sir Mark Elder y se dejan vestir y arropar por la escenografía de Carrasco. Todo en una ópera en la que la innovación es clave para viajar al pasado, y en la que una fábrica del siglo XX puede hacer reflexionar sobre el presente. 

 

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