VALÈNCIA. Nitzer Ebb son una de esas bandas merecedoras de la categoría de leyendas vivas (y en activo) de la música de los 80, una de esas que no se han desgastado en radio fórmulas ni listas clónicas, pero que forman parte de la lista de imprescindibles de quienes las descubrieron en su época de máximo esplendor. Aunque naturales de Essex y conocidos en todo mundo, la historia de Nitzer Ebb no se entiende sin València, a la que volverán el próximo 11 de diciembre en la Sala Moon, en una velada en la que estarán acompañados de los locales Spammerheads. Lo harán, además, ahora capitaneados por Vaughan ‘Bon’ Harris tras la muerte de Douglas McCarthy el pasado mes de junio.
València se reencontrará con uno de los nombres más determinantes del bacalao. Banda y ciudad formaron una relación intensa, casi exclusiva, que convirtió a la banda en un must de las pistas locales antes de que su nombre se internacionalizara.
Miguel Jiménez, antiguo propietario de la tienda de discos Zic Zac [pieza clave en el descubrimiento de tesoros discográficos en aquellos tiempos] y autor del libro Historia verdadera de la ruta del bacalao (extended mix) (NPQ Editores, 2023), recuerda bien aquella primera irrupción: “Nitzer Ebb nacen en 1982, y traen un sonido duro, el más duro de todos”, explica. “Era un grupo británico, abanderado del post-punk industrial, y tenían un punto bailable que no era fácil para todas las discotecas porque era demasiado duro”.
Su contundencia y estética marcial fue, paradójicamente, lo que enganchó a los DJs valencianos, más atentos que nadie a la vanguardia que llegaba por importación desde Inglaterra —“A València llegaba la vanguardia musical a través de los discos que traíamos de Londres. Por eso eran más populares aquí que en el resto de España”. “Era un grupo que compraban algunos DJs, no muchos, porque los primeros singles mataban la pista y la gente se iba. Hasta que llegó Let Your Body Learn, que era como una llamada a la jungla. Esa canción lo cambió todo”, relata Jiménez.
De hecho, la primera visita de Nitzer Ebb a la ciudad se produjo en 1987, justo cuando ese Let Your Body Learn empezaba a sonar con fuerza. “Era un grupo que no era pinchado en el resto de España. Solo se ponía aquí, y no en todos los sitios”. Y aún así, sucedió lo impensable: concentraron a 4.000 personas en Pachá en una sesión de tarde —“Lo reventaron. Aquí tenían un público que les entendía”.
“Lo recuerdo como un concierto muy físico, a base de sintetizadores, percusión industrial y una voz rasposa y aguerrida. Traían una estética soviética, todo en rojo, con engranajes, estrellas y martillos. Era una locura”, añade. Y más: “Sonaban igual que en el disco, eran intensos, brillantes, profesionales, y saltaban y sudaban como si estuvieran poseídos”.
Mientras en Inglaterra apenas aparecían en las listas independientes —“hablabas de Nitzer Ebb en Inglaterra y no los conocía ni Dios. Aquí sí que pegaron mucho. Nosotros tirábamos de los charts independientes, y cada vez que salía un disco suyo estaban ahí. Pero en Londres igual tocaban en dos garitos ultrapunks y ya está”—, en València se convirtieron en un referente inmediato. Formaban parte de una constelación de grupos duros como Test Dept, The Klinik o A Split-Second, pero con un sello propio que los hacía funcionar en las cabinas más atrevidas.
Pronto se hermanarían con Depeche Mode y saltaron al panorama internacional. Fueron producidos por Phil Harding, que había cosechado un éxito brutal con Killing Joke, y este los acercó a un sonido más accesible. Después empezaron a trabajar con Mark Ellis ‘Flood’, uno de los padres del synth-pop de los 80. “Aun así seguían siendo rudos”, sentencia Jiménez.
Aunque se les suele calificar como leyendas del EBM (siempre se les menciona justo después de Front 242), en realidad su música pertenece a una etapa anterior, en ese lapso entre el post-punk y los new romantics. De hecho, fueron más una influencia para la escena que acabó bajo el paraguas de las siglas de Electronic Body Music.
¿Por qué València era el trampolín de grupos independientes que, a veces, acababan encontrando antes a su público en la escena del bacalao que en sus países de origen? “El centro del mundo era Londres. Pero todo lo que se generaba allí llegaba aquí antes que a ningún sitio de España. De hecho, muchos grupos venían solo a València y tocaban antes, por ejemplo, en Benigànim que en Barcelona o Madrid”.
Casi cuatro décadas después del estallido de Nitzer Ebb, el regreso del grupo encuentra una ciudad distinta, aunque aún con un público fiel a esa memoria sonora. Unos y otros acuden, como pasara con Front 242 en 2022, a la llamada de la nostalgia.