Música y ópera

CONVERSACIONES CULTURPLAZA

Yerai Cortés: "Hay una idea errónea de que modernizar el flamenco es añadirle cosas"

Tras el éxito del documental que firma junto a C. Tangana, el alicantino llega a Sagunt a Escena con ‘Guitarra Coral’

VALÈNCIA. “Existe otro flamenco, el que solo vivimos los flamencos, y es una pena que no se conozca”, afirma Yerai Cortés a Culturplaza. Lo dice sin nostalgia ni queja, pero con la convicción de quien sabe que hay otra forma de sentir, tocar y compartir este arte. Una forma que rara vez alcanza al gran público, al que le llegan productos mucho más comerciales.

Ese flamenco más íntimo y cotidiano quedó retratado en su primer disco y su primera película, La guitarra flamenca de Yerai Cortés, dirigida por C. Tangana (Antón Álvarez, “Pucho”). Estrenado en diciembre del año pasado, el proyecto entrelaza catorce piezas con un relato personal sobre su familia, la pena y algún que otro secreto. La obra fue nominada a los Premios Goya como Mejor Película Documental y ha marcado un antes y un después en la trayectoria del guitarrista alicantino. 

 

Desde entonces, Cortés no ha dejado de buscar formas de compartir ese flamenco desde otros lugares y lenguajes. Este 7 de agosto, el músico presentará Guitarra coral en el festival Sagunt a Escena. Un espectáculo en el que su guitarra no suena sola: lo acompañan seis voces y palmas sobre el escenario del Teatro Romano. 

 

  • -

 

-Vas a presentar Guitarra Coral en el Teatro Romano de Sagunto, un espacio cargado de historia. ¿Cómo te resuena tocar en un lugar así?

-Es un regalo poder tocar en espacios tan maravillosos como el de Sagunto. Nos sentimos privilegiados de poder hacer nuestra música en sitios tan icónicos y con tanta historia. Para mí, eso también es muy flamenco: exponer algo que fue un monumento y hacerlo en la actualidad. El flamenco también es así, también tiene mucha historia, muchos años atrás; y ahora nosotros tenemos la oportunidad de aportar nuestra parte. Y si es en sitios así, aún mejor.

 

-¿Qué supone para ti pensar la guitarra como algo coral y colectivo?
-Siempre que componía con la guitarra tenía la espinita de que me faltaba algo de texto para poder contar una historia completa. Con la guitarra la puedo contar, pero no dejan de ser solo emociones. Con la letra puedo llegar más directo al corazón y a lo explícito de lo que quiero decir. En Guitarra Coral llevo seis cuerdas en la guitarra, pero también seis cuerdas vocales que me permiten escribir la narrativa de lo que estoy contando. Siento que ir con ellas es como una extensión de mi guitarra.

 


-Tuviste claro desde el principio el título de tu debut: La guitarra flamenca de Yerai Cortés. ¿Por qué querías que fuera tan directo?

-Los discos antiguos de guitarra siempre tenían esa esencia: La fabulosa guitarra de Paco, La majestuosa guitarra de Sabicas… Recuperar ese tipo de título me parecía una forma de empezar de cero. Esta película y este disco son mi primer proyecto, así que era muy honesto empezar por ahí: por los grandes y por la herencia que nos han dejado. Aparte, resumen muy bien todo lo que hago: dice mi nombre, dice el género, dice el instrumento que toco… y sobre todo, le da importancia a la guitarra y no al guitarrista. Creo que la guitarra tenía muchas cosas que contar y gracias a esta película ha podido contarlas.

 

-Cada tema habla de un familiar, de un secreto, de una pena. ¿Cómo cambió tu relación con esos recuerdos al convertirlos en música?
-Bueno, ahora esos recuerdos están ubicados en un sitio. Antes dolían y no sabía por qué; me inundaban un día cualquiera y me hacían quedarme ahí dentro. Ahora sé lo que son, están materializados, colocados. No se olvidan, porque los recuerdos no se olvidan, pero esta película me ha dado la oportunidad de decidir hasta cuánto duelen y hasta dónde llegan en mí. Me permite pensar en el presente, en el futuro, y seguir andando hacia adelante.

 

-El disco y la película te han expuesto mucho, a nivel íntimo. ¿Te han llegado historias de otras personas a raíz de ese gesto?

-Sí, me llegan muchísimas historias de gente que me dice: “No sabes lo que te entiendo, yo he pasado por algo parecido” o “he pasado por algo igual”. De repente, cuando lo compartes, dejas de sentirte único. Ves que no solo tú tienes ese tipo de dolores o de cargas. Y eso te hace sentir menos importante: ya no solo lloras tú, sabes que hay gente llorando por lo mismo o por algo parecido. Y a la vez, a ellos también les ha servido. Entonces, es todo el rato una alegría, una sanación y una descontracturación de todo lo que teníamos encima, tanto para mí como para mi familia. O sea, ha sido realmente sanador.

 

  • -

 

-Después de todo lo que removiste con la película, ¿qué te has permitido por fin ser o hacer?

-He podido permitirme tener confianza. Y mi familia también se lo ha permitido conmigo. Me he permitido no ser siempre una persona heroica. Durante mucho tiempo tuve la idea de que un artista tiene que ser fuerte, tiene que estar siempre dando ejemplo… y a veces dar ejemplo también es contar lo mal que haces las cosas, para que lo vean los demás, pero también tú. Todo eso me ha dado mucha esperanza y aceptación. He conocido el perdón de primera mano, y el ser perdonado, que siempre había sido una incógnita para mí. Me he dado cuenta de que hay cosas muy básicas que necesitamos en la vida para poder mostrarnos un poco más relajados, sin tener que ir todo el rato fingiendo que todo está bien o con cara de eres un crack.

 

-¿Sientes que el público ha entendido lo que querías contar, o todavía hay partes de tu trabajo que están por descifrar?

-No me he parado a pensarlo… tampoco sé muy bien qué tiene que descifrar el público. Lo que sí siento es que soy un privilegiado por haber podido contar esta historia, y de la manera en la que lo he hecho: de la mano de Pucho, con su visión, su arte y su sensibilidad. También he aprendido a fijarme en dónde pongo yo el foco y dónde lo ponen los demás; en lo que yo veo de mí, y lo que los otros ven. Ahí aprendes un montón. Te das cuenta de que hay rincones a los que tú no les echas cuenta, pero que de repente sí merecen atención. Y eso te abre un abanico de posibilidades para poder sanar.

 

-Antes incluso de trabajar con C. Tangana ya pensabas en el cine. ¿Qué te da ese lenguaje que no encuentras en otras formas audiovisuales?
-Siempre he sentido que los videoclips le quitan mucho al flamenco. En otros géneros puede haber videoclips increíbles, pero el flamenco gana sobre todo en persona, en directo. Tenía claro que no quería uno de esos vídeos de yo tocando la guitarra, con la mejor luz posible. Lo que quería mostrar era lo más ordinario, lo más orgánico: cómo he aprendido, cómo veo el flamenco, la visión que tengo de los momentos más bonitos que he vivido dentro de él… que muchas veces ocurren cuando se apagan los focos y se cierran los teatros. Ahí no hay trampa ni cartón. Todo el mundo está descamisado, despeinado, se ha ido el tupé… pero hay una gran verdad. Y esa es la que nos interesa divulgar a los flamencos. En ese sentido, me siento muy orgulloso de la estética y del concepto que conseguimos con la película.

 


-Dices que hay un flamenco que no se ve desde fuera. ¿Qué es lo que el gran público no está percibiendo?

-Quienes vivimos el flamenco, no solo como género o como trabajo, sino como forma de vida, nos encontramos muy naturalmente con fiestas o encuentros flamencos. No hace falta que sea Navidad o el cumpleaños de alguien. A veces basta con cruzarte con una persona, y esa noche se convierte en la mejor del año. Eso es algo muy bonito que no todo el mundo ve. Cuando el flamenco se comercializa y se convierte en producto, lo que llega al público es solo esa parte de producto. Y quizá lo que falta es un poco más de educación sobre lo que realmente es el flamenco. No es culpa de nadie: ni de quien lo propone ni de quien lo escucha. Es simplemente lo que hay. Pero sí que existe otro flamenco, el que consumimos nosotros, los flamencos, y es una pena que no se conozca más. 

Cuando el camarero canta, el que está tocando se levanta a bailar, y el que bailaba se pone a cantar… y tú piensas: “¿esto qué es?”. Pues eso es el flamenco. Ese arte del que se habla, ese duende, ese momento que aparece cuando te juntas con gente bonita… y de repente se convierte en una noche icónica.

 

-De hecho, al escuchar tu disco me sorprendió no encontrar ninguna fusión evidente, como electrónica o techno. No sé si es algo generacional, pero mi oído casi lo esperaba. ¿Se da por hecho que el flamenco actual tiene que mezclarse con otros estilos?
-
Sí, porque hay una idea de que modernizar el flamenco es añadirle cosas. Y, en realidad, lo más moderno que hay ya es el flamenco, porque en su momento ya fue una fusión. No le hace falta mucha más historia. Es verdad que en nuestra generación hay muchas formas distintas de exponer el flamenco. A mí me gusta mucho investigar, probar cosas, y todo lo que tenga que ver con lo experimental. Pero eso tampoco es nuevo: ya lo hacían Enrique Morente, Camarón, Sabicas… Ellos ya nos abrieron esas puertas. No es algo que estemos inventando ahora.

 

-Tú, que te mueves entre lo flamenco y lo moderno, ¿te ha costado encontrar un sitio sin tener que escoger bando?

-En la película ya hablo un poco de eso. En ese momento quería exponer esa duda, esa fragilidad que tenía con el sentimiento de pertenencia: de pertenecer a alguien, a algo… y sobre todo, de ser aceptado, reconocido, respetado. A veces uno necesita la aprobación de los demás. Eso es inevitable, por mucho amor propio que tengas. A mí me gusta que me digan “olé”, y lo necesito. Pero también me he dado cuenta, haciendo el recorrido de la película y escuchando mi intuición, de que me gusta estar en el bordecito. Si un día me dejo caer por aquí, me beneficio de lo que hay aquí. Y si me dejo caer por allá, también. Me quedo con lo mejor de cada lado. Esa mezcla -de culturas, de músicas, de amigos, de ideologías- hace que yo siga aprendiendo. Que no tenga un tope. Que no haya ningún techo. Que sea infinito. Y todavía me sigue haciendo ilusión todo. Me sigue ilusionando conocer más de todos los sitios.

 

-Los meses en los que no pudiste tocar por una lesión te ayudaron a reconocerte un poco. ¿Qué te enseñó ese parón sobre ti?

-Cuando me pasó lo de la mano, me puse a componer, y no sabía que podía hacerlo sin tener la guitarra en las manos. No tenía esa costumbre. Me di cuenta de que también hay una gran parte creativa en mí que forma parte de la composición, aunque no esté tocando. Me puse a escribir, a buscar conceptos para hacer un vídeo… Empecé a estudiar formas, sonidos, instrumentos. Leí un montón de cancioneros antiguos para poder hacer más coplas en mis shows. Y me di cuenta de que tengo un disco compuesto. Solo me queda terminar de grabarlo.

 

-En julio estrenaste tema con Judeline. ¿Qué te atrajo de ese cruce?

-El hecho de que esté el nombre de Camarón ahí ya es un gran aliciente para abrir esa ventanita y decir: “¿Qué pasa por aquí?”. Y bueno, vino de la mano de Judeline, que somos bastante colegas y ya habíamos hecho algo juntos. Me gusta mucho lo que hace, y también me parecía un reto: que sea una cosa de Camarón y cantarla Judeline, que hace música moderna. Sabía que ahí tocaba hacer una adaptación que podía quedar chula, algo distinto. Solo convertir unas alegrías de Cádiz en una canción ya era un trabajo bonito, que me permitía aprender y pensar desde otro lugar. Fue increíble. Y también un orgullo estar cerquita de algo de Camarón. Para los que somos aficionados y lo hemos escuchado desde siempre… es como Jesucristo.

 


-¿Te apetece seguir explorando otras formas de mostrar tu música, como hiciste en la película?

-Sí, le he cogido el gusto a tocar en directo y grabarlo con una estética bastante cinematográfica, como la que hicimos. He visto que gusta y siento que me representa.

Así que no descarto seguir por ahí: seguir tocando en directo y, si tenemos la suerte de que nos acompañen unas cámaras, hacer algo bonito otra vez. Lo que sí descarto es hacer un videoclip.

 

-Se te presenta como parte de una generación que está llevando el flamenco a nuevos territorios. ¿Cómo lo vives tú desde dentro? ¿Hay vértigo?

-No siento vértigo. Voy a seguir siendo fiel a mi curiosidad y a mis ganas de aprender. Y si tengo la suerte de sacar algo que le gusta a la gente, me siento un privilegiado. Y si no, también. Porque todo lo que hago lo hago para aprender. Intento meterme en cosas que no sé hacer del todo, justo para ver cómo se hacen y hasta dónde pueden llegar. Así que más que miedo o vértigo, lo que tengo son muchísimas ganas.

 

  •  
Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo