VALÈNCIA. Ser ferozmente libres implica, entre otras cosas, poder ejercer de narradores de nuestra propia existencia. Sin temores, cortapisas ni intermediarios. Que sea nuestra voz la que relata lo que nos abruma, nos emociona o nos agita en lugar de ser contados por una mirada. Trascender las taquigrafías de los otros. Con ese objetivo, la XIII edición del Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de València Humans Fest ha puesto en marcha este mes de abril un taller de documentales participativos en el que las personas migrantes han empleado el celuloide para reivindicar sus derechos, denunciar las violencias que sufren e iluminar sus rutinas.
Para crear en primera persona, desde las entrañas, toca emanciparse de las fábulas ajenas. “Como mujer migrante y joven, estoy un poco cansada de que en muchos espacios, ya sean digitales o presenciales, cuenten por nosotros lo que vivimos día a día, en lugar de ser nosotras quienes compartimos nuestras propias experiencias. Desde luego, no es igual hablar tú de aquello que te sucede a que sean otros quienes lo expliquen”, subraya Tania Alexandra Aparicio Vásquez, participante en el taller. Por las mismas coordenadas se mueve su compañera Patricia Azpelicueta, nacida en Argentina, quien considera que el arte “es sanador, un canal de expresión que nos permite transmitir de forma poética nuestros pensamientos. Rescatar nuestras voces, ser los protagonistas de nuestras propias historias, es algo que a menudo echamos en falta porque en muchas iniciativas son otros quienes nos representan y hablan por nosotros. O incluso cuando nos convocan para alguna actividad, casi siempre hay alguien que hace de intermediaria, y en ocasiones de una manera inapropiada: desde el paternalismo o la condescendencia. Aquí hemos tenido un apoyo técnico, pero hemos sido libres para crear. Nada es comparable a la mirada propia”. Y una aproximación más, la de Mohamed El Idrissi: “en estos documentales tomamos las riendas del guion, decidimos qué temáticas queremos abordar y cómo lo deseamos hacer”.
A estas andanzas fílmicas se han entregado doce vecinos procedentes de diferentes países (de Senegal a Argentina, de Mali a Venezuela) que han puesto en pie tres cortometrajes documentales. Las obras resultantes ahondan desde la intimidad en las aristas de la experiencia migrante y sus consecuencias a la hora de construir una existencia plena. La expedición por las geografías del documental ha contado con el asesoramiento y guía de La Cosecha, productora especializada en el audiovisual como herramienta para el cambio social. “Acompañamos todo el proceso de creación, sobre todo la parte más técnica, para evitar que haya problemas con el enfoque, los planos… La magia del documental es que tú tienes una idea en tu cabeza, un guion cerrado, pero cuando comienzas a grabar puede que la historia se vaya por caminos inesperados y tienes que fluir”, señala Alba Pascual, integrante de La Cosecha.
Los títulos gestados en el taller se proyectarán durante el Humans Fest, impulsado por la Fundación por la Justicia, que tendrá lugar del 9 al 18 de junio. En este sentido, Pascual recuerda que “el principio de creación no acaba cuando acaba el taller, sino que continúa cuando la pieza tiene vida propia: cuando se proyecta ante una audiencia, se difunde por redes sociales y el público habla de él. Y también cuando te ves representada en una pantalla”. De hecho, para el venezolano Jaime Corredor “exhibir el trabajo ya acabado, ver las reacciones de la audiencia y sacar conclusiones al respecto es la parte más enriquecedora de este proyecto. Es la vía para lograr el impacto que queremos al mostrar esa pequeña realidad”.