VALÈNCIA. València tiene una gran deuda con Napoleón Beltrán. La ciudad cambió el día que Pachá, -que unos años después se convertiría en Arena Auditorium- abrió sus puertas. A partir de ese momento, tuvimos la sala de conciertos que necesitábamos y esta llegó en el mejor de los momentos, cuando la ciudad estaba en plena efervescencia. Se inauguró con una actuación irrepetible, la de Almodóvar & McNamara acompañados por Dinarama, un 30 de diciembre de 1983. Dicha combinación tan sólo volvió a darse un día después, en el escenario de la madrileña sala Rockola. Así que Pachá nació ya con la leyenda puesta y yo, que estaba a casi 1000 kilómetros haciendo la mili en Pontevedra, me perdí el bautizo de la sala y la comunión también, porque aún me quedaba un buen rato para ir vestido de soldado. Durante aquellos primeros meses de 1984 vinieron a la ciudad Echo & The Bunnymen, New Order, Nina Hagen, PIL, The Psychedelic Furs, Lords Of The New Church. València entraba al fin en el circuito de las giras internacionales y los nombres de moda, los creadores de muchos de los discos que se bailaban en Barraca, Espiral o Chocolate, visitaban la ciudad cuando estaban en España. Ese hito tiene nombre y apellidos: Napo Beltrán.
Si los ochenta cundieron tanto por aquí, que nadie dude que Pachá/ Arena tuvo mucho que ver con aquello. Y si cuando la fiesta decayó y el bakalao empezó a imponerse, el pop siguió teniendo una presencia en la ciudad, esto también se debió a la programación de la sala. El viejo almacén de Alboraya nos dio muchas alegrías y cada tanto hacía historia. Radio Futura grabaron un directo allí y los Pixies llegaron en el momento en el que el mundo empezaba a rendirse ante ellos. Glamour se despidieron para siempre en su escenario. Ramones actuaron allí en dos ocasiones. La lista de nombres que pasó por allí fue deslumbrante. A algunos de ellos pude conocerlos o entrevistarlos gracias a Napo y a Emilio Ruíz, que trabajó con él durante gran parte de la trayectoria de la sala, en esa y algunas otras aventuras paralelas. Porque además de los conciertos de Arena, Napo organizó conciertos como el de Simple Minds en el estadio del levante en 1986, aquel en el cual Comité Cisne acabaron sustituyendo a The Waterboys y que fue uno de los momentos cumbre de esa década de brillo y excesos. Napo también fue el responsable de que Nirvana viniera a València justo en medio de su desbordante éxito mundial. Incomprensiblemente, aquel concierto no tuvo una gran acogida por parte del público. Pero aquel cartel, Nirvana teloneados por Teenage Fanclub, trajo a la ciudad del bakalao la realidad que iba a cambiar los esquemas del rock, al aliento alternativo que terminaría convirtiéndose en el pilar de la era de los festivales.
Decía antes que Napo y Emilio me facilitaron el acceso a algunos de los artistas que traían. Eso quiere decir que algunos momentos cumbre de mi trayectoria periodística quizá no habrían ocurrido si ellos no me hubiesen ayudado. Por ejemplo, a conocer a los propios Nirvana cuando la posibilidad de entrevistarles estaba oficialmente desechada. No fue solamente una entrevista con Krist Novoselic y Dave Grohl, también pude cenar con ellos y con los miembros de Teenage Fanclub esa noche. Esa y otras historias, algunas de ellas relatadas en esta misma sección, las viví gracias a la generosidad de Napo. Grabar una entrevista con The Cramps en el Portal de Valldigna. Hacerme pasar por miembro del equipo técnico de la sala para acompañar así a John Cale en su primer concierto en València, en 1992. Arena era como estar en casa.
Y luego están los momentos memorables a los cuales uno agradece haber asistido. Cuando Robyn Hitchcock, músico adorado por mí, actuó en 1986. Cuando vino Marc Almond acompañado por The Willing Sinners, al cual recuerdo comentando después en la puerta del camerino lo aterrador que le parecía lo ocurrido en Chernobyl. Nick Cave & The Bad Seeds debutando en València en 1988. El concierto de David Byrne en 1992 y el que ofreció Iggy Pop, su primera visita a la ciudad, en 1990. No me olvidaré nunca la impresión que me causó el ver a Carmen Alborch entre el público. Me apuesto lo que sea que, en aquella época, ningún otro cargo político español habría sido visto en un concierto de estas características. Y todavía no hemos hablado de Garage, la sala alternativa del local, un espacio más reducido en el que actuaban grupos que congregaban menos público. Allí vimos a Sonic Youh presentar Daydream Nation y a Primal Scream en la etapa previa a su conversión al baile. Allí actuaron Nico y Pere Ubu, The Gun Club y The Jazz Butcher. Profesionales como Remi Carreres, J. R. Seguí y Manolo Rock formaron parte del equipo de aquella sala.
Arena siguió siendo importante en los noventa. Ian McCulloch tocó acompañado de Roddy Frame en 1992 y The Jesus & Mary Chain soltaron su descarga eléctrica ante nuestras narices. Cuando me marché a vivir a Madrid en 1993, perdí el contacto con la sala, pero esta siguió trayendo a los grupos del momento hasta su cierre en 1999. Nunca se abrió un local que reemplazar al Arena Auditorium. Nunca volvió a haber una sala de esas condiciones que pudiera ejercer como espacio de referencia, que fuese capaz de acoger tanto un concierto de The Residents o Mano Negra como uno de Robert Plant (y ahora me veo de nuevo entrevistando a Plant en la parte trasera de la sala, y el sobresalto de ambos cuando uno de los perros de seguridad la tomó con nosotros). Napo fue todo eso, nos dio todo eso. Podía haberse dedicado a otros menesteres más lucrativos o menos estresantes, pero optó por invertir su dinero y su ilusión en la música. Que nadie olvide esto cuando se repase la historia de la música, cuando se reviva una vez más toda aquella etapa ochentera en la que València despuntó por méritos propios. Si lo hizo, también fue, en gran medida, gracias a Napo Beltrán.