Pensábamos que los deseos de paz y amor en la Tierra, entre los hombres de buena voluntad (Lucas 2:14), iban a lograr una tregua en los dos frentes abiertos que amenazan nuestras fronteras marítimas y terrestres en Europa. No ha sido así. Israel acaba de expandir su guerra contra toda Gaza y Ucrania ha bombardeado Crimea, ambos, en una huida hacia adelante, a la desesperada, en un momento en el que sus líderes pierden apoyo a nivel mundial. Por si fuera poco, Turquía ha aumentado sus ataques contra el territorio kurdo, incluidos colegios y hospitales. Sí, aquí también…
China ya le ha dado un toque de atención a Israel, embargando la exportación de componentes electrónicos, lo que puede paralizar la industria israelí. Es un aviso de que el mundo ha dado una vuelta más a favor de los BRIC’s. Si tanto Netanyahu como Zelensky pierden estas guerras, el mundo habrá cambiado de líder. Nuestro mundo, Occidente, está en decadencia. Ni sus principios democráticos, puestos en entredicho, ni su economía son ya los más potentes. Sus ideales y valores se pierden entre una juventud sin norte ni concierto, sin sentido crítico ni futuro.
Los europeos ya no podemos pasearnos pavoneándonos por nuestras colonias, porque los países emergentes -a los que llamábamos despectivamente, no hace mucho, “tercer mundo”- han encontrado un nuevo horizonte más prospero dirigiendo su mirada hacia el sol naciente. Desde hace más de una década, China está desarrollando infraestructuras en África a cambio de recursos naturales y atrayendo su potencial humano con becas en las universidades más importantes del gigante asiático. A su vuelta, estos estudiantes serán sus líderes y aliados en el continente africano.
Una inteligente forma de favorecer la inmigración, que Occidente no ha sabido aprovechar pese a sus ascendentes coloniales. Al contrario, en pleno Merry Christmas el Reino Unido no sabe cómo deshacerse de sus inmigrantes africanos exportados a Ruanda, en una especie de tierra de nadie, pese a que su Tribunal Supremo le ha dicho que eso no está bien. Tampoco saben por dónde deambulan los inmigrantes que alojaron en primera instancia en un barco, porque no tenían suficientes hoteles, y que escaparon. Sí, el Gobierno británico compró un barco ex profeso.
Tras las políticas anti europeas pre-Brexit de Boris Johnson, apelando por favorecer la inmigración de los países de la Commonwealth frente a los de la Unión Europea (UE), ahora se han visto desbordados con unas cifras que supera los 670.000 inmigrantes africanos y asiáticos, según cifras de 2023. Su solución pasa por reducir incluso la inmigración legal con la prohibición de reagrupaciones familiares, reducción de beneficios sociales y un incremento hasta las 40.000 libras en la cantidad mínima exigida de sus contratos de trabajo. Y, por supuesto, implica el control de la inmigración ilegal que llega por mar y aire con un aumento de los controles fronterizos, y su expulsión sin miramientos antes de que presenten recurso alguno ni petición de asilo ante la Administración británica.
El Pacto europeo sobre Migración y Asilo sigue el mismo camino. En una Unión Europea cada vez menos solidaria y más envejecida, aún no se sabe cómo afrontar la necesidad de una fuerza de trabajo joven y la integración real de gente que viene de otras culturas para que se adapten a nuestros principios y valores democráticos e igualitarios. Véanse los guetos islamistas que se han venido formando en Francia, Bélgica, Alemania o Suecia, y que también se ven en algunas poblaciones de Catalunya, especialmente. El próximo paso es la elaboración de una ley de obligado cumplimiento para los 27 Estados miembros, el Reglamento de Crisis, que reformará la obsoleta política de inmigración de la UE y se traducirá en cinco Reglamentos. Sin tregua…